Mediante respiraciones pautadas por un metrónomo imaginario, trato de espantar la vigilia a la que temo. Siento el terror de la noche en blanco, el miedo al dolor de la almohada que no descansa. Aunque, tal vez no es el desvelo lo que me asusta, sino la sombra colosal de la culpa cayendo sobre mí, impidiendo que llegue el reparador sueño. El ritmo de la métrica con la que obligo a mi diafragma, no aleja al monstruo de mi oscuridad. ¿Por qué no puedo enfrentarlo? ¿Por qué no fue suficiente su perdón? Tal vez, si pudiera aceptarlo, acabaría este rancio cautiverio, pero... no puedo.
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