Para la noche se engalana y su
cuerpo se arquea y se contonea más
femenino sobre su punzante tormento, mas es un barato precio, piensa, si sirve
para caminar segura ante las miradas del deseo, para jugar con él en cada baile.
Dolor en cada paso, pero triunfo en cada giro. Luego, más tarde, lejos, ya entre dos, ya en la penumbra de las velas, ya con solo melodías de latidos y respiraciones, él se aproxima. Percibe el cambio de escenario
con agrado y se deja llevar al segundo acto, despacio. Ella sonríe tranquilamente exaltada,
anticipando el nuevo diálogo, esta vez de piel, seguro, esta vez de tacto. Un
suave pero firme beso le embelesa los labios. Cierra los ojos para beberlo
mientras su espalda se estremece ante la mano que la recorre, la mano que la
atrae aún más cerca, que luego la invita a sentarse. Le agradece sin palabras
el gesto, porque aún no han dejado de doler aquellas espadas en sus pies. Sin dejar de embriagarla con su epicúrea mirada,
él se postra ante aquellos bellos torturadores. Una vez más con suavidad, con antiquísima gallardía, toca su pierna, buscando bastante más arriba de la rodilla, subiéndole un poco su ligero vestido; sensual,
desliza sus dedos por debajo de la liga
y desnuda con lenta maestría la piel templada bajo la media hasta llegar a la
pantorrilla. Solo se detiene para inclinarse y besar por un segundo, la parte
baja del muslo, luego, por fin, sus manos alcanzan al verdugo. Con la misma
calma sin pausa, desabrocha el genésico zapato de tacón de infarto. La libera de
su opresión y a ella se le escapa un suspiro de alivio y deleite cuando, ya excarcelada del
calzado, él la hace apoyar el pie en su
regazo, termina de quitarle la media y masajea con delicadeza el sufrido
empeine. Repite el ritual con la otra pierna y ella se entrega a aquella
recompensa con total y absoluto placer.
¡¡Le daría el mismísimo astro plateado en ese instante si él se lo pidiera…!!
(Alguno hay que valora la osadía de la mujer subida en tacones y sabe aprovechar esta esclavitud autoimpuesta para crear un momento de sensualidad, ahora que, yo, estos, no me los vuelvo a poner hasta que se me olvide el tormento, jajaja).