Después de casi tres semanas aguantando una contractura cervical, esta noche ya no he podido más: De nuevo a urgencias, con la contractura y con los nervios a flor de piel porque el dolor era tan intenso que me he asustado mucho. Lo peor de vivir sola son estos momentos, he pensado en llamar a alguien porque no imaginaba que iba a poder conducir hasta el hospital en el estado en el que me encontraba, ni siquiera me he podido vestir: Con el pijama y en zapatillas y llorando porque la opción de llamar a mi madre que vive en la otra punta de Málaga no era muy lógica y molestar a algún vecino no es una idea que me seduzca sobremanera. Llorando porque el dolor de hoy es la puntilla de la sensación de soledad que me está mordiendo la yugular desde hace días. Pero respiré profundamente y mordiéndome los labios para soportar la punzada constante que en cada movimiento me recorría la columna vertebral conseguí sacar el coche del aparcamiento y llegar hasta las urgencias del hospital de Benalmádena.
Este blog que recoge mis sentimientos, esta noche, mientras va haciendo su efecto el diazepán y el diclofenaco que me han dado, está dedicado a la enfermera y la doctora que me han atendido. En un momento de mi vida en el que tan decepcionada estoy con tantísima gente, es más que agradable encontrar personas que, más allá de su labor profesional, te miran a los ojos y ven mucho más que el dolor de una contractura y, sin tener porqué, te tienden la mano y se ocupan de aliviar ese otro dolor. Creo que antes de que la inyección que me han puesto surtiera efecto, el gesto amable de Laura, la enfermera, ya estaba relajando mis músculos agarrotados. ¿Cómo es posible que sin hablarles de nada supieran exactamente lo que estaba ocurriendo detrás de mi llanto? La doctora me ha explorado, me ha dado las pastillas que espero me hagan efecto en breve para poder descansar lo que me queda de noche y... antes de irme me ha dicho: "Yo también vengo sola a urgencias cuando tengo que venir... Pero eso solo demuestra lo fuerte que eres". Así que he abierto los ojos de par en par, sorprendida por el comentario y realmente agradecida por el trato que he recibido.
Bastante mejor, ahora ya en casa, pienso que el que esta maldita contractura haya empeorado esta noche ha sido en realidad algo positivo porque necesitaba que alguien me diera algo de ánimo y han sido estas dos desconocidas... Como diría mi amiga Mariluz: "Casualidades". Me paso la vida dando ánimos a la gente que me rodea, buscándole el lado positivo a sus vidas y haciéndoselo ver cuando lo ven todo negro, pero, cuando se trata de uno mismo, no siempre es fácil aplicarse las mismas pautas. La tristeza es un parásito oportunista que siempre está al acecho para infectarte si encuentra un resquicio de debilidad por donde entrar en tu mente. Por eso, a pesar del ejercicio diario de tratar de ser positivo, es necesario tener a personas cerca que no te dejen caer cuando el cansancio o el dolor físico abren brechas en la piel del alma por el que pueda invadir esa oscuridad. Si hoy no había nadie para impedirme abandonarme a la desazón, esta contractura me ha llevado al lugar donde unas buenas personas han conseguido que recuerde que la tristeza no es una opción y que tener que resolver mi vida sola no es un motivo para sentirme fracasada sino un orgullo y un signo de fortaleza.
Soy una buena persona y no hace falta que cambie lo que soy ni lo que siento por más que las personas de las que he esperado ciertas cosas, no me hayan respondido como creía que lo harían. Yo seguiré estando aquí cuando sea necesario porque no sabría ser de otra manera. Hay una luz que me guía que es mi propia conciencia. La cuestión, una vez más, es que no debo esperar nada igual de nadie. Es mejor no gastar la energía en reproches porque mientras que te ocupas en eso, puede que te pierdas lo que otros, de los que no esperabas nada, hacen por ti sin pedirlo. Esta noche, ya con los párpados pesados por el sueño y el efecto de los fármacos, expulso de mi corazón el insano sentimiento de abandono que me ha envuelto estos días atrás. Seguramente yo también habré fallado a muchas personas en muchos momentos sin haber sido esta mi intención. Solo quiero tener buenas sensaciones. Combatir los sinsabores de la vida con buenos momentos, con sonrisas, con caricias y con abrazos intensos donde las palabras sobren. Si no están los que creía que debían estar para esto, confiar en que otros estarán para compartirlos, como esta noche... Cualquier momento puede ser especial si estás dispuesto a mirar. La persona que menos te esperas puede ser la que llene plenamente un momento infinito de vida. ¿Por qué no? Esta madrugada de dolor intenso ha sido también una madrugada feliz porque me han cogido de la mano y la han apretado con ternura y porque me han mirado a los ojos y me han devuelto la fe en la bondad.