Llegando final de Julio, el Castillo Sohail de Fuengirola acoge entre sus muros el espíritu del tradicional festival de Octubre que se celebra anualmente en Munich. Se cuelgan carpas, se plantan hileras de grandes mesas con bancos, se abren cantidades inmensurables de barriles de cerveza alemana de todo tipo y se impregna el aire con el aroma de las salchichas cocinándose sin pausa en los fogones de puestecillos varios.
Ayer, como si de un ritual se tratase, inauguramos el festejo de este año. Es la cuarta edición y es imposible faltar a una cita que te deja cada vez mejor sabor de boca y, como es natural, una buena borrachera y afonía para uno o dos días que constate que estuviste, que te subiste a tu banco, e incluso a la mesa, a berrear al compás de la banda, ondeando, cual bandera, un estandarte común que no es otro que tu jarra de cerveza.
Pues ya veis, no es que haya más, pero esperamos siempre con ganas que llegue este momento. ¿Y qué es lo que engancha? Anoche, entre las risas, las fotos, las canciones que destrozamos juntos a pleno pulmón y las reverencias comunitarias ante los compases de “Paquito el Chocolatero” (y otras varias), reflexionaba sobre esta cuestión. Creo que nos gusta vernos hacer algo juntos. No importa que no conozcas más que a los colegas con los que te has sentado a la mesa. Después de la primera jarra ya compartes la mostaza con la familia de al lado, y cuando te has zampado tu salchicha y te han servido la segunda birra ya eres del mismo clan que toda la gente que está bajo la carpa. Da igual que sea solo por un momento, pero te levantas junto al que está a tu lado y sientes camaradería. El bombo toca y la banda te recuerda que: “-Alcohol… Alcohol…alcohol, alcohol, alcohol…. Hemos venido a emborracharnos…el resultado nos da igual…” Lo manifestamos rabiosamente como si fuese un credo (es gracioso porque la verdad es que nunca me he ido tan borracha de allí) y es la escusa para perder los complejos, olvidarte de las facturas y de la convocatoria de las próximas oposiciones. Sí, creo que es eso lo que quiere decir eso de que el resultado nos da igual. Todos necesitamos perdernos en esa multitud que canta desinhibida. Y es más fácil perder el norte por un instante cuando todo el mundo lo va a celebrar contigo. En el Castillo Sohail, cada final de Julio, está permitido ser una “cabra loca”. Es más, todo el mundo desea que la primera “cabra loca” se anime para seguirla.