De chocolate Nutela, de dulce de leche, rellenas de nata... ¿Deliciosas, verdad? Menudo descubrimiento he hecho esta tarde en el barrio de las Delicias de Málaga.
Igual de bueno ha sido mi regreso a casa. Nada más llegar hace dos semanas, sin ni siquiera deshacer las maletas, vino a visitarme un viejo amigo al que, las consecuencias que sobre mi ánimo ha tenido este último año y medio de paro, he tenido abandonado como a mí misma. Recuperar mi trabajo, lo digo una vez más, me ha devuelto las ganas de compartir momentos con todo el mundo. Y es que, los amigos están para lo bueno y para lo malo, pero hay veces que cuando lo malo se hace eterno, una se cansa de no tener otra cosa que contar, y fingir tampoco es una opción porque, ni es justo para alguien a quien llamas amigo, ni se tienen fuerzas para poner buena cara cuando crees morir por dentro. Sin embargo, después de desear volver a las aulas, lo segundo que más he deseado en todo este tiempo es compartir mi felicidad con todos ellos.
La verdad es que no sabía lo hambrienta de buenos momentos que estaba hasta que, uno tras otro, estos momentos están llegando. Tras mis reencuentros en Almería, ahora es el turno de los reencuentros en Málaga.
¡Qué fantástico día contigo Monti! solecito, espeto y marisco, calorrr... y nuevos lugares que descubrí gracias a ti en mi propio pueblo: Érase una vez... una cena, y una copa con "salero irlandés" en una tabernita con encanto. ¡Qué buen sabor de boca se queda después de todo esto!
Y llega el inicio de una nueva semana y el teléfono suena: llamada de la delegación de Málaga. Casi no me creo mi buena suerte. Me dan un nuevo destino inmediatamente y además aquí. ¡Me quedo en casa! Comienzo a trabajar el martes y a poco más de un cuarto de hora de Benalmádena. Lo primero que me viene a la cabeza es mi amigo Carlos (mi otro Carlos). Hace ya mucho tiempo que no contacto con él. Tanto que le ha dado tiempo de tener una hija que va ya para los tres años y que aún no conozco. Pienso en él porque me toca trabajar en un instituto de su pueblo. Por supuesto, se hace obligado un encuentro y esto ocurre ese mismo viernes. Tan solo media hora, en el rato del recreo, pero lo suficiente para que nos animemos a retomar antiguas y buenas tradiciones. Ya hemos quedado para una cena en casa del tercer miembro de "la santísima trinidad", como algunas veces nos llamó cierto profe de genética por nuestra costumbre de ir en trío a desesperarlo con nuestras preguntas. Ya está todo organizado para mañana. A Rocío le toca cocinar, a él le corresponde llevar el vino y yo les llevo las palmeras que hoy he comprado en la pastelería del barrio de Patri, a la que hoy le he devuelto la visita que ella me hizo justo hace una semana.
También hacía un siglo que no nos veíamos. De hecho, desde que ella y Rocío me visitaron estando yo en Salobreña, allá por 2011. Por supuesto, volvieron a nuestra memoria aquellas irrepetibles tapas que nos ventilamos en Motril, y aquellos pasteles frente a la playa de Salobreña. Mojando nuestras memorias con una pinta y unos gin tonics en mi recien descubierta taberna, y espurreando nuestro inglés con el irlandés, hacemos planes de escapada para una fecha próxima a mi cumpleaños. Que sí, que este año sí que tengo ganas de celebrar...
La tarde se convierte en noche y va siendo hora de comer algo, así que siguiendo las sabias recomendaciones del barman, nos vamos a descubrir otro antro con encanto donde cayeron unas birras más y alguna que otra vianda a la que no pudimos poner ninguna pega. La conversación fluida, el ánimo relajado. Ningún sitio mejor que el sofá para terminar la velada degustando chupitos de whiskymiel y compartiendo más risas sanas. Uno más se apuntó al asunto de rebote "enriqueciendo" la reunión y la cosa se alargó hasta las cuatro de la madrugada.
Y una nueva semana de trabajo intenso, que estamos en vísperas de evaluaciones, y además encargos de cuentos que he de entregar. Pero trabajo con gusto, ¡con mucho gusto! No sé cómo lo voy a hacer, porque lo que no encuentro es tiempo para estudiar inglés, pero no puedo desperdiciar la oportunidad de cumplir mi promesa a Patri. En cuanto he salido hoy viernes del instituto, me he ido a conocer tu casa y a degustar la
comida que me has preparado y a catar un mosto que, de nuevo, nos ha hecho recordar a Salobreña. Ya tengo a mi ex-alumna, Lucía, gestionando algún sitio donde podamos pasar la noche en esa escapada que tenemos pendiente. Tras el postre compartido que, cómo no, ha sido una de esas palmeras rellenas de nata, hemos decidido acallar nuestras conciencias quemando algunas calorías con un buen paseo por la playa. Se suponía que iba a llover, pero no ha querido la lluvia estropearnos el plan. Es más, el viento de la mañana se ha calmado y nos hemos atrevido a montar en bici... Va a ser verdad eso de que una vez que aprendes, no se olvida... Ni me he estrellado, ni he atropellado a nadie. Todo un logro. Así que la tarde ha resultado un triunfo y, por esta razón, no se me ocurre un postre mejor para mi cena de mañana que repetir con una selección de las mismas palmeras que tan buen humor nos han puesto hoy a mi amiga y a mí. ¡Qué más da si damos positivo en un control de azúcar! Una...,o dos, al año, no hacen daño. ¡¡A disfrutar!!
Y todavía no he podido celebrar con algunas personas con las que, desde el primer día a este regreso a mi vida, hubiera querido celebrar. Porque precisamente esas personas han sido las que más de cerca han vivido mi oscuridad, siento especial deseo de compartir la luz con ellas. Y, sin embargo, se
está haciendo difícil coincidir. Aunque el no haberlo hecho ya, supone que aún me esperan momentos gratos por delante. Mamá, hermanita, Carlos, Fernando, Reme, Pedro... A los de Almería, a los de antes, a mi Lucía, y a vosotros, sabed que os quiero. Os quiero a todos con todo el alma.