ARACENA |
Sábado, nueve de la mañana. El
plan vital empieza por un buen desayuno casero y tomar carretera hacia Aracena
para visitar la Gruta de las Maravillas
y pasear por el pueblo. Comer en un buen restaurante, previo tapeo de
buen jamón de jabugo mojado con buen vinito. Compraríamos algunos recuerdos y
alguna paletilla y volveríamos a Paterna pasando por Berrocal para disfrutar de
las fiestas de las cruces… A la noche, cena en casa y copa por Paterna.
Sí, éste era el plan…
Lo cierto es que el desayuno fue
bien. La carretera que elegimos para llegar a Aracena fue algo movidita, pero
con un paisaje espléndido, lleno de contrastes y mi mareo fue cosa de un
ratito.
Llegamos justo a tiempo para la
visita a la Gruta de las Maravillas, que realmente es una maravilla, aunque lo
mejor, sin lugar a dudas, fue el guía: Rafael (que vale más por lo que calla
que por lo que cuenta). Se nota que ama la Gruta. Entre sala y sala, a nosotras
sí que nos contó lo que no se dice en las explicaciones…; Irene casi deja su
ADN en el fondo del gran lago adosado a un chicle mascado; Mariluz tuvo un
ligero percance con una estalactita de aspecto fálico cuando Rafael comentó que
pasábamos a la sala de los desnudos… Y es que este tema siempre altera las
pulsaciones, somos así de viscerales… Desgraciadamente no pudimos tomar
fotografías de tan peculiar incidente, porque dentro de la gruta no permitían
usar cámaras (eso sí, tal y como nos contó Rafael, con comprensible
indignación, poco le importó al alcalde de Aracena el daño que las cámaras
podían hacer a la conservación de la gruta cuando la cuestión fue grabar
películas de cine que le dejaron una buena suma de dinero al consistorio). Pero
no os preocupéis, como comprobaréis si seguís leyendo, que no haya
documentación gráfica de esta visita no va a desmerecer el reportaje que el día
nos acabó aportando. En realidad, la visita a la gruta será al final lo de
menos en nuestra aventura… Pero no adelantamos acontecimientos.
Nuestra siguiente parada fue en
el museo del jamón. (Hay que decir, para
ser sinceros, que realizamos la visita porque nos ofrecían al final una
degustación de jamón de bellota, que si no, hubiéramos ido, sin perder el
tiempo, directamente a atacar al jamón por nuestra cuenta al primer bar, pero
bueno, nos alegró, al fin y al cabo, aprender algo más sobre este preciado
manjar nuestro.)
Tras la visita al museo, y con el
primer bocado abriendo el apetito, tomamos unas tapas y buscamos después un
buen restaurante para degustar otras delicias de la comarca. Realmente nos
pusimos las botas y fuimos atendidas por un camarero muy eficaz que además
demostró conocimientos de atención al cliente (seguro que fruto de los
cursillos de formación a los trabajadores que tan positivos son para la mejora
del rendimiento de las PYMES); primero, nos sirve la bebida, después, unas
aceitunas y la ensalada y, cuando ya nos tiene entonadas y contentas, nos
dice: “Ahora vengo y os comento que hay
un problemilla…” Es imposible trasmitir su tono, quizás fuera el vino que hacía
su efecto, pero nos pareció de tal sutileza y elegancia la manera en que nos
dejó caer que no íbamos a estar del todo satisfechas, que consiguió justo todo
lo contrario. Por esta razón también es parte importante de nuestra historia y
tiene un lugar en el reportaje del día.
Al término de la comida, con
chupitos y fotos con nuestro atento camarero, nos dispusimos a dejar nuestros
pingües ingresos en otros locales de la villa para colaborar, en estos tiempos
de crisis, con el mayor número de trabajadores posible. Así, visitamos y
compramos artesanía donde pudimos. Nos llamó la atención una tienda donde
vendían figuras hechas con alambre y velas que olían a miel y frutas; tuvimos
que esperar a que abrieran y lo hicimos en la tienda de la competencia… Nos dio
un poco de apuro, pero así son las cosas, no podemos contentar a todos… Bueno,
Irene compró un pin (menos da una piedra). Por fin vimos abrir al dueño de la
tienda y casi lo obligamos a vendernos los suvenirs, porque el buen hombre se
iba para un bautizo y no tenía intención de atender al público esa tarde. Le
compramos algunas velas perfumadas y algunas de esas curiosas figuras y nos
recomendó la mejor confitería del pueblo para nuestra merienda. Después le
dejamos marchar. Las siguientes compras no podían ser otras que ibéricos. Mª
Carmen se llevó dos paletillas, no está mal. Dejamos nuestras adquisiciones en
el coche y aprovechamos para hacer hueco en la tripa, puesto que la siguiente
parada sería la pastelería recomendada, la de más solera del lugar, de hecho
fundada en 1875: Rufino. Y, tan así es que, de camino a la misma nos
encontramos con otros peregrinos a esta templo del azúcar. Tuvimos la suerte de
poder degustar nuestros dulces en el edificio del antiguo Casino, reconvertido
en un salón privado de té, o algo así.
Por ahora, bien, ¿verdad? Pues
sí, el día estaba siendo igual de maravilloso que la gruta que visitamos. Nos
despedimos de Aracena y tomamos rumbo a Campofrío con destino a Berrocal. Solo
que, al salir de Campofrío, en el Km 18, Mariluz notó que el coche hacía un
ruido extraño y…
Sí, como ya os imagináis, aquí
empieza la odisea de la biela.
Vimos un bar en cuya puerta había
aparcada una grúa, así que no
encontramos mejor lugar para pedir ayuda, si hay grúa, habrá mecánico… Ésa fue
la brillante deducción de nuestra fenomenal conductora.
Bueno, no solo había un mecánico,
sino todo un regimiento de audaces camioneros prestos a ayudar a unas pobres
damiselas en apuros. Claro que la cosa se vuelve peliaguda cuando tal elenco de
caballeros están más borrachos que cubas. En cualquier caso, acudieron
solícitos a auxiliarnos y diagnosticaron de un solo vistazo que el mal del
vehículo era una biela; vamos, no cabía ninguna duda.
Mariluz llamó a la compañía de
seguros para que nos asistieran en el percance, pero la solución que aportaban
era del todo insatisfactoria. Nos daban a elegir entre un taxi que nos llevara
a paterna, mientras una grúa se llevaba el coche hasta Almería donde será
reparado, puesto que Mariluz y Mª Carmen son de allí, o un taxi que las llevara
a Almería, pero nada de pasar antes por Paterna, donde mi hermana y yo teníamos
que volver y ellas tenían su equipaje… Tampoco se prestaban a proporcionarnos
un coche de sustitución, lo cual hubiera sido más barato para la compañía y más
cómodo para nosotras.
Imaginaos nuestra indignación…
Menos mal que todo esto nos pasó estando las cuatro juntas y así, la
verdad es que, este follón se ha
convertido en unas horas de risas y un motivo para escribir una historia.
¿Cómo se solucionó el tema? Ahí
va la cosa:
1º_ Llega la grúa tras tres cuartos
de hora de espera. (Hay Que señalar que todo el día ha estado el cielo
encapotado, pero, como mucho, ha chispeado un poquito; sin embargo, en el
momento en el que el señor de la grúa tenía que mirar el motor, cayó todo el
diluvio universal en cinco minutos).
2º_ Al dar parte al seguro del
diagnóstico final de la avería, Mariluz le saca los colores a la teleoperadora
por la poca vergüenza que han tenido al dar esta miserable solución.
3º_ Conclusión: Mariluz se va con
el tipo de la grúa hasta Minas de Río Tinto con el coche a remolque y en busca
de un transporte que nos llevara de vuelta a Paterna por nuestra cuenta.
4ª_ Mientras, las demás nos
quedamos en el bar con los camioneros (o machos ibéricos en celo) intentando
sortear de la mejor manera las tentativas de ligarnos a base de copas y coplas
(que hasta cante jondo tuvimos).
5º_ Al cabo de un rato indefinido
en el tiempo, pero que se hizo casi infinito, Mariluz vuelve al rescate con el
“gruero” en su coche particular y con la noticia de que habían conseguido, no
sin esfuerzo, que un taxista nos llevara
a Paterna (100 € del bolsillo de
Mariluz).
6º_ Por fin, viene el taxista,
que a buen seguro se habrá regocijado de nuestra desgracia porque dudo que el
pobre hombre se imaginara al comenzar el turno que tendría una carrera de 100
pavos.
El camino de regreso, tras
recoger nuestras pertenencias de nuestro vehículo, ha sido un continuo
rememorar de todo lo acaecido durante las últimas horas. Nos hemos reído hasta
el último minuto y hemos decidido que esta aventura no podía quedarse solo en
nuestra memoria, así que, aquí estoy, dando buena cuenta de todo lo ocurrido y
colgando para vosotros y para nosotras este pequeño montaje para que podamos
sonreir con la historia otra vez.
Por mi parte, solo quiero añadir
que me siento agradecida por haber pasado este día en tan magnífica compañía.
Yo, que habitualmente no me enfrento con muy buen humor a las vicisitudes del
camino, hoy he tenido la oportunidad de reírme con las afrentas del destino.
Sin duda es más fácil, cuando compartes con otros los problemas, transformarlos
en una aventura excitante, pero, de
todos modos, si no fuera porque hay gente con el carácter de Mariluz, esto no
sería posible. Ojalá fuera yo un poquito más como ella. Sé que no voy a cambiar
mucho porque ya se sabe que la cabra siempre tira al monte, pero intentaré
recordar este momento la próxima vez que me surja una dificultad.
En fin, sigue siendo indignante
lo de la compañía de seguros, por cierto es AMA, y, por supuesto, se tendrán
que enfrentar a una reclamación que Mariluz pondrá en la oficina de consumo en
cuanto llegue a Almería, pero ésa es otra historia y será contada en otra ocasión.