Hace casi un año que terminé de transcribir el libro de mi padre y que empecé la aventura de su publicación, cumpliendo así con la promesa que más satisfacción me ha dado cumplir en mi vida.
Ya dejé constancia en este mismo espacio de cómo fue, sobre todo lo emocionante que fue la presentación de la obra, que más que una presentación fue un homenaje a él y también a mi madre.
Le confesé a mi amiga al día siguiente que me sentía muy rara. Todo el proceso fue como una oportunidad de sentir a mi padre muy vivo otra vez, sobre todo aquella tarde en la que un buen grupo de personas que lo conocieron se reunieron para compartir con mi familia el evento y que luego compartieron también agradables recuerdos con los que nos reímos. Pero, al día siguiente, cuando todo eso pasó, me desperté entre lágrimas porque ya había acabado todo y fue, en cierto modo, como perderlo de nuevo.
Sin embargo, además de lo gratificante que fue también un par de meses más tarde realizar la donación de los beneficios de la venta, sucedió algo que ha sido el verdadero beneficio la publicación de "¿Dónde estás, papá?".
Una prima mía, Mª Ángeles, por pura casualidad vio en sus redes sociales la noticia de la publicación del libro y ése fue el detonante para un reencuentro tan inesperado como maravilloso.
Hacía muchos años que no sabía nada de ella y de su hermano Carlos, cosas de familia, ya sabéis, cosas que tal vez en algún momento tuvieron importancia pero que, pasado el tiempo, se convierten en una tontería pero que dejan ya el vacío de la separación afectando incluso a la generación que sigue casi sin saber qué fue exactamente eso tan insalvable. Ella le comentó a su hermano lo que había descubierto y él decidió enviarme un mensaje por Facebook que me atravesó el alma de emoción.
La presentación ya había tenido lugar y lamenté no poder dar marcha atrás en el tiempo para invitarles y que estuviesen a mi lado aquel día, pero decidimos reencontrarnos porque deseaban que les firmara el libro que ya habían adquirido para regalárselo por Reyes a mi tío Carlos.
Esto ocurrió el uno de diciembre a las cinco de la tarde, el mismo día en que, horas antes, mi madre y yo habíamos sido invitadas al CIMES para visitar sus instalaciones y conociéramos de primera mano a qué se iba a destinar el dinero donado. No cabe duda que fue un día completito de maravillosas emociones.
Estuvimos tomando té en mi casa y charlando hasta las nueve de la noche y os aseguro que el tiempo voló. Hacía mucho, pero que mucho tiempo que no sentía tanta alegría con una visita. Y todavía hacía más tiempo que no sentía una conexión tan especial desde el primer momento. Lo mejor es que ése fue el primer encuentro. Pronto quedamos para comer con el resto de su familia y abracé a mi tío, tan emocionado como yo. Luego, un concierto en Cártama y hace nada hicimos el bis en el Arroyo de la Miel, donde se une al evento mi hermana.
Ahora ya estamos reunidos todos los primos en un mismo grupo de Whatsapp, nueve en total, con la firme intención de vernos en persona el quince de agosto. ¡Va a ser una fiesta! o al menos así lo deseamos y espero contarlo aquí llegado el momento.
Pero mi primo, Carlos, a quien mi padre, con su peculiar costumbre de aplicar un cariñoso apelativo, tuvo a bien apodarle "El Cateto de Cártama", (a mí me decía "vacaburra", que conste), no está dispuesto a que ésa sea la única cosa que me vaya a emocionar este recién comenzado verano, así que el domingo me dijo que acababa de terminar de leer el libro y que quería dar su opinión en mi blog.
Podía haberle dicho que comentara alguna de las entradas que he dedicado al libro, pero sabía que sería insuficiente, así que le he cedido este post para que diga lo que desea. Anoche me pasó lo que ha escrito y, ¡joder, Carlitos, otra vez acabé llorando! En fin, no voy a decir nada más. El resto de esta entrada es tuya. Solo decirte una vez más que compartimos un mismo deseo y que te doy las gracias por no reprimir las ganas de escribirme aquel primer mensaje.
CARTA A MI TÍO, ÁNGEL LÓPEZ
“Prima, estoy aquí en la playa, con las gafas de sol puestas para esconder los ojos encharcados y un nudo en la garganta, acabo de terminar el libro de tu padre”. Esto fue lo primero que le dije a tu hija Esther cuando terminé tu libro, tito Ángel.
Quiero que sepas que tu libro me ha dejado una profunda huella, no sólo por su contenido, sino por todo lo que ha derivado del mismo y las bonitas consecuencias que ha tenido ( y está teniendo ) en mi vida.
Se suele decir que existen tantos libros como lectores haya, por lo que cada cual, conforme a sus valores, experiencias vitales y momento de su vida en el que lea un libro, puede sacar unas conclusiones e interpretaciones diferentes. Te dejo aquí la mías.
Conforme a mis valores, ideales y visión de la sociedad actual, tu libro "¿Dónde estás papá?" para mí es grito atemporal de protesta que toda persona que crea haber sido bendecida por la diosa fortuna debería leer. Has hecho una obra de intenso valor reivindicativo que dibuja de forma nítida, la hipocresía, la estigmatización y la crueldad de una sociedad que se asienta sobre un sistema podrido cuyo motor no es otro que el dinero, las apariencias y el consumismo, es decir, los pilares básicos del sistema capitalista.
Has sabido describir cómo la propia sociedad es la que se encarga, con sus mejores galas, de seducirnos, hacernos creer que somos unas personas de éxito, con poder, y dignas del fin humano por antonomasia: la felicidad propia y de los nuestros, para luego, cuando considera que no les servimos y que ya nos ha exprimido bastante, desecharnos, maltratarnos y abandonarnos a nuestra suerte, tal y como hacen algunos anti- humanos cuando se cansan de sus animales.
Tito, has reflejado como nadie que las desgracias de los abandonados por el sistema no quedan ahí, el sistema establecido a través de su brazo armado, la sociedad, se encarga de que, pese a la desesperación y necesidad, tengamos los obstáculos suficientes para no poder volver a subirnos al barco con destino al éxito, al poder y a lo que creemos que nos hace libres: el dinero, que es lo que más nos hacen anhelar en este mundo, como si se tratase de una dosis de heroína para un drogadicto. Creemos que el dinero nos hace libres cuando realmente nos aprisiona en un bucle sin salida.
Pero aún viene lo peor, coincido plenamente contigo en que la sociedad, el sistema y los cánones de falsa felicidad están establecidos estratégicamente para que no podamos desengancharnos de la vida que ha sido programada de forma premeditada para que nunca podamos saciar la ambición por poseer más y más bienes materiales, haciéndonos creer que es precisamente ahí donde reside la felicidad, olvidando por completo los pequeños detalles de la vida y, por supuesto, a quienes el sistema ha desechado, de los cuales el sistema nos convence de que debemos apartarnos y menospreciarlos por nuestro bien, para que nuestro supuesto estatus de persona de éxito siga intacto. Y es ahí precisamente donde reside lo más triste y cruel, porque en el fondo de nuestro ser, sabemos que realmente lo que nos empuja a menospreciar y marginar a quienes se han visto invalidados por el sistema para convertirlos en números es el miedo a llegar a ser uno de ellos.
Pienso, tito Ángel, que has escrito este libro como persona herida, defraudada y dolida, pero no sólo con los demás, sino contigo mismo.
Con los demás, por la hipocresía recibida una vez te ves fuera del juego del mal llamado “sistema de bienestar”, cuya máxima es “tanto tienes tanto vales”, y contigo mismo, por el golpe de realidad que supone darte cuenta de que tú mismo has sido un sostenedor y propulsor del sistema en tu etapa de éxito.
Quiero que sepas que me han calado sobremanera las reflexiones que se exponen en tu libro, y sobre todo, los valores, los anhelos, las utopías y las reivindicaciones que se desprenden. Me han calado precisamente porque las considero también mías: la urgente necesidad de cambio de modelo de sociedad, el sentido de comunidad, y por qué no, de clase, el humanismo, la anteposición de las necesidades humanas a los beneficios económicos, el amor a los demás, el sacar el máximo partido a los pequeños detalles de la viday al tiempo con quien lo merece y, en definitiva, la búsqueda de la felicidad sin mediación material.
Y es que, tito Ángel, "¿Dónde estás Papá?" tiene un una cualidad incontestable que no es otra que su atemporalidad. Lo escribiste en 1987 y es perfectamente aplicable, tras 37 años, a la sociedad de hoy. Por lo que siento decirte que la sociedad no ha progresado notoriamente desde que escribiste el libro.
Como he sugerido anteriormente, una de las cosas que más me ha impactado de tu libro es que ambos tenemos una visión casi idéntica de la vida, de la sociedad, de los valores y de las ideas. Pero creo que esto no es fruto de la mera casualidad, pues tú siempre has sido el referente y el ejemplo a seguir de una de las personas más importantes de mi vida, mi padre (tu hermano Carlos), cuya educación, valores e ideales siempre me ha inculcado a conciencia.
¡Cuánto daría por poder tomarme un café contigo y charlar y charlar!
Tito, te fuiste cuando yo sólo tenía 15 años, y a penas me dio tiempo a conocerte en profundidad. Pero hoy, verano de 2024, debo de dar las gracias a tu hija Ester porque sin ella saberlo, me ha hecho uno de los regalos más bonitos que en esta vida se puede recibir, me ha dado la oportunidad de conocerte a través de las letras que has escrito, y, créeme, te siento cerca y presente, pese a que, como seguramente sabrás, no soy una persona creyente en el sentido que la iglesia impone, quizás, porque si Dios existe, me gustaría tener una charla con él porque no le entiendo muy bien.
No me gustaría terminar la carta de tu sobrino, “el cateto de Cártama”, como me llamabas cariñosamente sin antes expresar lo que tu libro ha supuesto desde el punto de vista emocional para mí. Más allá de su cometido crítico y reivindicativo que, repito, me ha encantado.
Y es que, por casualidades de la vida o, por qué no, intervención de un destino premeditado desde el cielo (tú sabrás qué se cuece ahí arriba), este libro, además de hacer muy feliz a mi padre y, por supuesto, a mí, ha sido y va a ser el eje central de una bonita historia.
¡Bendita la hora en que decidí escribir un mensaje en las redes sociales de tu hija Esther para hacerme con un ejemplar del libro para regalárselo a tu hermano Carlos!. Me hubiera encantado que lo hubieras visto cuando se lo dimos mi hermana y yo. Estábamos en casa de mi hermana María Ángeles, donde se lo dimos con la bonita dedicatoria de tu hija Esther, que leyó detenidamente, y con la excusa de que se le había olvidado “no sequé” en su casa, se fue a la calle para que no le viéramos llorar de emoción. Sé que te echa mucho de menos, tito, aunque ya sabes que los López no son mucho de expresar sentimientos…. Será ya la edad.
También quiero que sepas que ni Esther ni yo nos podríamos imaginar que una maravillosa consecuencia de tu libro iba a ser reencontrarnos con la ilusión que lo hemos hecho y conectar como hemos conectado. Tito, la prima Esther es alguien con una magia especial, estoy seguro de que estás profundamente orgulloso de ella por este libro, por la donación de los beneficios a la investigación del cáncer y por mil cosas más. Esther es de esas personas que uno siempre quiere tener a su lado, por lo que quiero pedirte que la cuides bien desde ahí para tenerla muchos años conmigo.
A veces, me gustaría decirle – medio en broma, medio en serio- a tu hija, ¿Prima, por qué no has transcrito el libro antes?. Pues hubiera supuesto empezar antes esta nueva historia gracias a tu libro.
Por último, haciendo gala de la cabezonería López, siento informarte que tu libro no ha finalizado con la carta de profundo y generoso amor de un padre a su familia.
Tu libro va a seguir escribiéndose en los corazones donde aún estás muy presente, porque tu libro va a ser el engranaje perfecto para completar un puzle en el que ya no me falta ninguna pieza. Te doy mi palabra. Ya te contaré…
Un fuerte abrazo para ti, para tito Pepe y para los abuelos. Con mucho amor, tu sobrino, Carlos López.