Para ser sinceros, lo de sufrir en silencio nunca ha sido mi estilo. Creo que nací quejándome, como Dios manda, y posiblemente seré una vieja cascarrabias cuando me llegue el momento, pero seguro que de lo único que no sufriré jamás será de una úlcera en el estómago. Quejarse hace que se relajen las glándulas gástricas, así que, al menos, mi mucosa estomacal está en buen estado 😊.
Así pues, la mayoría de los que me conocéis sois conocedores de mis problemas de insomnio, de mis migrañas menstruales, de mi asma extrínseca y, como no, de mis más famosos problemas de estreñimiento que tanta causa de mofas ha sido en más de un viajito... Y es que, podéis decir de mí lo que queráis, pero más de una vez nos hemos reído recordando mis infructuosos intentos de hacer de vientre cuando hemos estado por ahí... Dolores y molestias que han quedado en la memoria como anécdotas de aventuras. Y es que, a pesar de pasarlo fatal con todo esto y quejarme, vuelvo a repetir, como Dios manda, también soy la primera en reírme de lo ridícula que a veces puedo llegar a ser...
Y, desde luego, si hay un problema que me acompaña desde mis más tiernos quince años, es sin duda el de mis venas trombosodadas en la parte final del recto, que asociado, evidentemente, al anterior problema señalado, convierte al acto de defecar, en un auténtico suplicio, no menor, faltaría más, que el de sentarse después en culquier lado.
La necesidad, pues, de no sufrir en demasía, ha hecho que, con los años, mi alimentación se haya convertido prácticamente vegetariana, huyendo de los productos refinados y adquiriendo, cada vez con más fruicción, el buen hábito de comer sano, así como el no menos sano hábito de caminar cuanto menos una hora casi todos los días y hacer, las no poco despreciables, cien abdominales diarias que ayuden a mi tránsito intestinal; que siempre he tenido claro que el ejercicio físico es más una cuestión de salud, que no de estética.
Gracias a todo esto, mis tormentosas compañeras han estado a raya la mayor parte del tiempo. Nos costó, al principio llegar a un acuerdo, pero tras las primeras lacerantes crisis, comencé a conocerlas y antes de que se enfadaran, ya ponía yo remedio en forma de pastillita de daflón, o versiones varias de cremas antihemorroidales... Al final, años en los que estar estaban, pero sin estorbar demasiado: siempre a raya.
Curioso es que otra "línea" haya sido el motivo del que se salgan de madre. Pero aquí estoy: probablemente mañana a estas horas ya esté libre para siempre de mis torturadoras. Escribo para calmar un poco los nervios ante la cirugía de mañana, y, cómo no, para compartir con vosotros por última vez este padecimiento. Aún me quedan por delante días de dolor, pues todos me han aleccionado sobre lo jodida que será la recuperación. Las palabras excatas de mi cirujano han sido: "prepárate a sufrir". No obstante, también me ha dicho que una vez pase todo, me alegraré enormemente de haberles dicho adiós de una vez por todas y me preguntaré por qué no me he operado antes. Me aferraré a este pensamiento en los días que vienen y a ver si hay suerte y no es para tanto... Me aferraré a eso, y al beneficio añadido que el descanso de adolescentes linenses va a suponer para mi psiquis. Que no hay mal que por bien no venga.
¡Ea! , pues lo dicho: Mañana me operan y aunque nunca las he "sufrido en silencio" precisamente, dejaré de sufrirlas en cualquier caso. Estaré en casa de mi madre los primeros días tras la intervención para que me cuide un poquito y sobre todo, cómo no, para poder tener a alguien a quien calentar la cabeza con mis quejas 😉. Cuando esté totalmente recuperada me voy de cañas con el primero que se ofrezca para celebrarlo.
Gracias a todos los que ya me habéis mandado ánimos para mañana. Ya os pondré al día del postoperatorio en cuanto tenga ánimo de coger el ordenador. Besitos.