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sábado, 16 de julio de 2011

NO ESTÁ HECHA LA MIEL PARA LA BOCA DEL BURRO

   ¡Con todos mis respetos para los burros! De hecho, creo firmemente que quizás los burros sean más dignos y capaces de apreciar tal manjar que alguna clase de personas. Entendiendo por miel, en este caso, conceptos como el diálogo y el respeto y la posibilidad de llegar a un buen entendimiento a través de ellos.

   Si me acerco con respeto a alguien y hablo con educación tratando de explicar mi postura, aunque contraria a la suya, confío en que, en primer lugar, me escuche y que quizás me contradiga, pero siempre con educación e igual respeto que con el que yo me acerqué.
   Si cumplo las reglas, si éstas se concibieron para mejorar la vida en comunidad, siento que estoy en mi derecho de esperar que los que en dicha comunidad viven, cumplan las mismas normas a las que también se deben. Pero se ve que peco de inocente pues, lo cierto es que, las reglas solo las siguen aquellos que no necesitan ni verlas escritas porque, sencillamente, nos basta el sentido común y el respeto por los derechos ajenos. No obstante, justo ese tipo de personas que carecen de estas conexiones sinápticas referentes a la empatía, aunque les tatuasen en en la piel unas simples condiciones para la vida comunitaria, se recrean una y otra vez en pisotearlas y, ya de paso, incordiar a sus vecinos. Además, si te atreves a decirles algo, te increpan, te insultan y te gritan que te vayas a vivir a un monte si te molestan... ¿No son ellos los que debieran pastar lejos de la civilización? Bueno, si pudiera, creo que les haría caso y me iría yo, que seguramente sería más feliz despertándome con los bucólicos sonidos del campo que con la chirriante voz de mi vecina.

   Desgraciadamente, dado que este debe ser mi lugar durante bastantes años, podréis adivinar quién sale perdiendo siempre en estos casos: Obviamente yo. Aún así, debo darme la vuelta, cerrar la puerta de casa y aguantarme con la frustración de no solo no haber arreglado nada, sino de haberlo empeorado, porque tras mis pasos de regreso me persigue por último una amenaza_ "Te la tengo jurada"_ que quisiera yo saber qué es lo que tendrá pensado, que no es que le tenga yo mucho miedo a los perros ladradores, pero he de confesar que esta mañana he ido a mirar las ruedas de mi coche...por si a caso. Y, como decía, a pesar de esto yo sigo en mis trece de que la educación ha de primar sobre la ignorancia y de que no se debe resolver  nigún asunto mediante ningún tipo de violencia, verbal o física. Me abrazo al orgullo de haber tratado de dialogar y de no haber entrado al trapo de más confrontación en vista de la imposibilidad de tal diálogo. Pero sigo sin conseguir que mis días y mis noches en este bendito lugar del  que decidí hacer mi hogar tengan la paz que perseguía. Si el incumplimiento de las normas no conlleva una sanción, ¿a cuento de qué vienen tantas reuniones y tantos mails informativos por parte de la administración de esta comunidad? El único consejo que he obtenido de la misma es que procure no buscar problemas...¡Ni que yo los buscara! Repito: No soy yo la que deja la basura en la puerta, no soy yo la que tiene unos perros que no dejan de ladrar y llorar, no soy yo la que habla y discute a voces hasta las tantas de la madrugada. Supongo que la siguiente opción es llamar a la policía...Bueno, no sé qué me retiene a hacerlo: el no querer llevar las cosas tan lejos o el que si lo hago y no encuentro la atención adecuada me quede aún más decepcionada... ¡Bah! Creo que va a ser más práctico buscar una farmacia de guardia, comprarme unos buenos tapones y...tomarme un buen vaso de leche caliente con MIEL, que templa el ánimo y ayuda a dormir.
   ...Lástima que la realidad de unos vecinos molestos no sea tan divertida como la ficción de los mismos:

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