viernes, 28 de marzo de 2014

PALMERAS Y AMISTAD

De chocolate Nutela, de dulce de leche, rellenas de nata... ¿Deliciosas, verdad? Menudo descubrimiento he hecho esta tarde en el barrio de las Delicias de Málaga. 

Igual de bueno ha sido mi regreso a casa. Nada más llegar hace dos semanas, sin ni siquiera deshacer las maletas, vino a visitarme un viejo amigo al que, las consecuencias que sobre mi ánimo ha tenido este último año y medio de paro, he tenido abandonado como a mí misma. Recuperar mi trabajo, lo digo una vez más, me ha devuelto las ganas de compartir momentos con todo el mundo. Y es que, los amigos están para lo bueno y para lo malo, pero hay veces que cuando lo malo se hace eterno, una se cansa de no tener otra cosa que contar, y fingir tampoco es una opción porque, ni es justo para alguien a quien llamas amigo, ni se tienen fuerzas para poner buena cara cuando crees morir por dentro. Sin embargo, después de desear volver a las aulas, lo segundo que más he deseado en todo este tiempo es compartir mi felicidad con todos ellos. 

La verdad es que no sabía lo hambrienta de buenos momentos que estaba hasta que, uno tras otro, estos momentos están llegando. Tras mis reencuentros en Almería, ahora es el turno de los reencuentros en Málaga.

¡Qué fantástico día contigo Monti! solecito, espeto y marisco, calorrr... y nuevos lugares que descubrí gracias a ti en mi propio pueblo: Érase una vez... una cena, y una copa con "salero irlandés" en una tabernita con encanto. ¡Qué buen sabor de boca se queda después de todo esto!

Y llega el inicio de una nueva semana y el teléfono suena: llamada de la delegación de Málaga. Casi no me creo mi buena suerte. Me dan un nuevo destino inmediatamente y además aquí. ¡Me quedo en casa! Comienzo a trabajar el martes y a poco más de un cuarto de hora de Benalmádena. Lo primero que me viene a la cabeza es mi amigo Carlos (mi otro Carlos). Hace ya mucho tiempo que no contacto con él. Tanto que le ha dado tiempo de tener una hija que va ya para los tres años y que aún no conozco. Pienso  en él porque me toca trabajar en un instituto de su pueblo. Por supuesto, se hace obligado un encuentro y esto ocurre ese mismo viernes. Tan solo media hora, en el rato del recreo, pero lo suficiente para que nos animemos a retomar antiguas y buenas tradiciones. Ya hemos quedado para una cena en casa del tercer miembro de "la santísima trinidad", como algunas veces nos llamó cierto profe de genética por nuestra costumbre de ir en trío a desesperarlo con nuestras preguntas. Ya está todo organizado para mañana. A Rocío le toca cocinar, a él le corresponde llevar el vino y yo les llevo las palmeras que hoy he comprado en la pastelería del barrio de Patri, a la que hoy le he devuelto la visita que ella me hizo justo hace una semana. 

También hacía un siglo que no nos veíamos. De hecho, desde que ella y Rocío me visitaron estando yo en Salobreña, allá por 2011. Por supuesto, volvieron a nuestra memoria aquellas irrepetibles tapas que nos ventilamos en Motril, y aquellos pasteles frente a la playa de Salobreña. Mojando nuestras memorias con una pinta y unos gin tonics en mi recien descubierta taberna, y espurreando nuestro inglés con el irlandés, hacemos planes de escapada para una fecha próxima a mi cumpleaños. Que sí, que este año sí que tengo ganas de celebrar...

La tarde se convierte en noche y va siendo hora de comer algo, así que siguiendo las sabias recomendaciones del barman, nos vamos a descubrir otro antro con encanto donde cayeron unas birras más y alguna que otra vianda a la que no pudimos poner ninguna pega. La conversación fluida, el ánimo relajado. Ningún sitio mejor que el sofá para terminar la velada degustando chupitos de whiskymiel y compartiendo más risas sanas. Uno más se apuntó al asunto de rebote "enriqueciendo"  la reunión y la cosa se alargó hasta las cuatro de la madrugada. 

Y una nueva semana de trabajo intenso, que estamos en vísperas de evaluaciones, y además encargos de cuentos que he de entregar. Pero trabajo con gusto, ¡con mucho gusto! No sé cómo lo voy a hacer, porque lo que no encuentro es tiempo para estudiar inglés, pero no puedo desperdiciar la oportunidad de cumplir mi promesa a Patri. En cuanto he salido hoy viernes del instituto, me he ido a conocer tu casa y a degustar la
comida que me has preparado y a catar un mosto que, de nuevo, nos ha hecho recordar a Salobreña. Ya tengo a mi ex-alumna, Lucía, gestionando algún sitio donde podamos pasar la noche en esa escapada que tenemos pendiente. Tras el postre compartido que, cómo no, ha sido una de esas palmeras rellenas de nata, hemos decidido acallar nuestras conciencias quemando algunas calorías con un buen paseo por
la playa. Se suponía que iba a llover, pero no ha querido la lluvia estropearnos el plan. Es más, el viento de la mañana se ha calmado y nos hemos atrevido a montar en bici... Va a ser verdad eso de que una vez que aprendes, no se olvida... Ni me he estrellado, ni he atropellado a nadie. Todo un logro. Así que la tarde ha resultado un triunfo y, por esta razón, no se me ocurre un postre mejor para mi cena de mañana que repetir con una selección de las mismas palmeras que tan buen humor nos han puesto hoy a mi amiga y a mí. ¡Qué más da si damos positivo en un control de azúcar! Una...,o dos, al año, no hacen daño. ¡¡A disfrutar!!
Y todavía no he podido celebrar con algunas personas con las que, desde el primer día a este regreso a mi vida, hubiera querido celebrar. Porque precisamente esas personas han sido las que más de cerca han vivido mi oscuridad, siento especial deseo de compartir la luz con ellas. Y, sin embargo, se
está haciendo difícil coincidir. Aunque el no haberlo hecho ya, supone que aún me esperan momentos gratos por delante. Mamá, hermanita, Carlos, Fernando, Reme, Pedro... A los de Almería, a los de antes, a mi Lucía, y a vosotros,  sabed que os quiero. Os quiero a todos con todo el alma. 

sábado, 8 de marzo de 2014

Y, ¿POR QUÉ NO? OTRA DE AUTE Y UN GIN TONIC

Mi mes en Almería está a punto de concluir. Quizás haya suerte y se prorrogue unos días más esta baja que cubro, pero lo más seguro será que el miércoles sea mi último día en el IES Fuente Nueva. De lo bien que me encuentro en el centro ya he hablado, pero como también dije, Almería me ha dado otra vez mucho más. Las nuevas vidas que se han incorporado a la mía me dejan ilusiones renovadas, retomar mi profesión me colma de felicidad, pero además, el reencuentro con viejas amistades ha abierto en mi corazón un túnel del tiempo para viajar a una época de la que siempre he conservado hermosos recuerdos. El bálsamo que supone el paso de los años hace que solo nos acordemos de los buenos momentos. Soy consciente de esto, y, aunque si trato de rascar en la memoria, puedo ver de lejos malos ratos en aquel entonces vividos, lo cierto es que, en la balanza del corazón, de todo aquello, lo que más pesa es lo bueno. ¡Muy bueno!

Luego, la vida continua y cada cual siguió su camino sin mirar atrás. Incluso si alguna vez le hacemos un guiño al pasado nos preguntamos cómo fue que personas tan diferentes encajaran tan exquisítamente. Eramos un puzzle perfecto, lo fuimos durante una fracción del Universo. En realidad, creo yo, no nos unió un trabajo, eso solo fue el escenario; nos unió la necesidad de encontrar hermandad, una familia. Que todos éramos más cosas, teníamos más historias, pero juntos formamos una isla salvadora.Y nos agarramos a ella con pasión e intensidad. Yo, al menos, me sentía así. Y al verlos de nuevo, a pesar de los cambios y los años, he vuelto a sentir aquella sensación de estar a salvo. Ha sido fácil volver a hablar con la misma confianza, como si tanta vida pasada, hubiese sido tan solo unos segundos. Esas voces olvidadas han sonado a música a mis oídos. 


Son innumerables los instantes que pude rememorar con María y con Sergio, mezclados con las maravillosas miradas de dos preciosas niñas que, de alguna manera, son fruto de aquella época. ¡Me encanta pensarlo así! 

Y con Antonio... bueno, al margen de las anécdotas que pudimos recordar, lo mejor ha sido notar la piel erizada, acariciada por el recuerdo de las emociones. Realmente, aquello que vivimos fue intenso. Ahora, desde la calma, la tranquilidad y la seguridad de la amistad, agradezco haberlo vivido. Jamás me arrepentí. 

Luego, la vida continuará y, aunque nos dijimos que esta vez no dejaríamos que pasara tanto tiempo para volver a vernos, quizás vuelvan a pasar años hasta que compartamos una nueva charla. No pertenecemos ya a la vida de los otros, pero verlos ha removido tan gratamente mi alma que debía dar las gracias. Gracias por acudir a mi llamada. Gracias por vuestras sonrisas y por amar, como yo, estos recuerdos. Sin duda una de las más bellas perlas que contiene el collar mis memorias.


Seguro que, como la mía, vuestra vida no es perfecta; pero os he visto bien y eso me hace feliz. Ojalá lo que venga por delante siga siendo amable para vosotros. Esto es lo que alguien que os quiere como yo os deseará siempre.

En estos momentos debería estar estudiando para mi examen de inglés del lunes que viene, sin embargo, lo primero que he hecho al llegar a Málaga ha sido rebuscar en el trastero mis cajas de recuerdos. Tenía que recuperar aquel pequeño escrito que te dediqué y que hizo que jamás volviera a tomar un gin tonic sin acordarme de ti, de la misma manera que jamás escucharé una de Aute sin pensar en noches mágicas.

"Uno...Dos...Tres cubitos de hielo en un vaso ancho; imagino que el vaso soy yo. Te observo verter la ginebra, veo romperse el hielo a su contacto y siento en mí romperse la barrera que la barra supone entre tú y yo. Estoy en tus manos...

El calor del alcohol se abre camino entre mis piernas, se empieza a notar mi deseo en mis pechos...

Cortas una tira de limón, me encanta mirarte al mojar el borde del vaso con ella; a veces levantas la mirada hacia mí cuando lo haces; tu rostro serio  y tus ojos penetrándome, y sigues torneando mi vaso. Quizás me veas sonreir en este momento; es por pensar en el secreto que guarda cada copa; y quizás me moje los labios porque esté pensando en ser el borde del vaso y ser el limón tu lengua y ser la barra tu cama caliente donde dejo en libertad la lujuria que provoca en mí tu cuerpo.

Se termina el rito cuando exprimes un poco de zumo, que me inspira la frustración de no poderte tocar más que con la imaginación y el recuerdo y, por fin, la tónica fresca y transparente que parece decir: <<Tranquila, te veré más tarde y daré paz a tus anhelos>>.

Levanto el vaso llevando a mis labios tus labios, me mojo de ellos; cierro los ojos con el primer sorbo llenándome de ti por completo, y quizás me veas después suspirar, quizás queriéndote decir: <<Te espero>>.