Y si estoy cansada, ¿por qué no duermo? Y si he dormido, ¿por qué tan cansada me siento?
Y si necesito tu abrazo, ¿por qué te aparto? ¿Por qué si no siento hambre, como, como un hambriento? ¿Por qué si quisiera volar, me cuesta tanto salir de mi encierro?
Ni siquiera lágrimas que limpien el polvo de mi desierto. Tan solo un llanto silencioso al que le gusta asomarse a mis ojos para enturbiar la poca luz que veo con ellos, desde esta oscuridad que no parece acabar.
Buscar y no encontrar. Desesperar, deseando no perder la esperanza y querer ser de otra forma, porque ser oscura no era lo que creía ser y ahora creo que soy. No recordar cómo se miraba de color. Y cargar con más piedras pesadas por no lograr hallar el Sol. Todos parecen saber cómo, todos me dan la receta, pero mis ingredientes están rancios.
¿Y si quiero gritar y la voz se ahoga en una garganta reseca de tanto haber gritado antes? ¿Y si quiero correr pero de cristal se han vuelto mis piernas?
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