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martes, 6 de noviembre de 2012

RETOMANDO EL CONTROL


No sé dónde escuché o leí hace poco que si nos obligaran a vivir boca a bajo, en un principio nuestro cerebro lo percibiría todo del revés... Obvio, estaríamos boca abajo... Pero si permaneciésemos en esta posición durante tres días, nuestro cerebro adaptaría la manera de percibir el mundo siendo ahora esta percepción la que tomaría como normal... Y lo más asombroso es que para que la percepción de esta realidad fuese concebida como la normal, nuestro cerebro solo necesitaría tres días... 

Tres días. ¡Cómo lo que puedes tardar en colocar tus cosas después de una mudanza! Pues sí, se ve que aunque nos empeñemos en martirizarnos cuando nuestro mundo cambia a peor, fisiológicamente estamos preparados para adaptarnos a las nuevas circunstancias más rápidamente de lo que nos creemos. Todo lo demás es masoquismo. No digo con esto que por adaptarnos vayamos a ser felices (esto sinceramente creo que requiere un ejercicio algo más profundo), pero al menos, nuestra vida puede seguir sin mayores problemas de una forma satisfactoria desde el punto de vista funcional. Bueno, hay innumerables hechos experimentales que ratifican esta teoría, en algunas ocasiones podrían hasta ofender nuestra sensibilidad, pero la pura verdad es que ninguno nos escapamos de haber experimentado este hecho, para bien o para mal.  ¿Cuánto tiempo llevamos sufriendo esta maldita crisis económica? ¿No os da ya la sensación que lo normal es vivir bajo el yugo de los recortes? No digo que no deseáramos todos que no fuese así, incluso nos movilizamos y protestamos y nos indignamos y pataleamos y lloramos... Pero, nos hemos acostumbrado. Desgraciadamente, ya no me sorprenden las noticias, aunque sienta pavor ante las situaciones que estamos soportando y escuche con desagrado que alguien se ha suicidado ante el inminente desahucio de su casa, si me pilla la noticia almorzando, confieso que la comida me pasa del gaznate con el gesto torcido, pero sin mayor problema. Hasta cuando lo que ocurre nos afecta directamente somos capaces de interiorizar la situación como normal para poder sobrevivir. Por favor que nadie me entienda mal, yo creo que esta capacidad no es más que el instinto de supervivencia, cuando creemos que no podemos soportar más calamidades, nos demostramos que sí que somos capaces, la única manera de soportar un día más sin darnos un tajo en las venas es asimilar la situación y adaptarnos a ella. Solo así recuperamos el control y somos capaces de afrontar la dificultad a la espera de una situación ambiental más favorable. 
Yo creía que mi vida estaba ya encaminada de una manera más o menos estable, creía haber encontrado la manera de ser feliz volcando toda mi pasión en mi trabajo... No hace mucho escribía en este espacio cómo mi profesión era el viento para mis velas. Tras muchos devenires en los que mi vida emocional me ha traído no más que sinsabores, me adapté a la situación apartando de mí tanta decepción y centrándome en lo que sí dependía exclusivamente de mí. Amé mi trabajo por encima de todas las cosas y conseguí, por primera vez en muchísimo tiempo, sentir paz. Con mis días buenos y con mis días malos, pero os aseguro que estaba en paz por dentro. Y, de repente, mi mundo tranquilo se hace pedazos en medio de esta tempestad. He creído morir de pena cuando los temores de no trabajar este año en un instituto se hicieron realidad al llegar Septiembre, Octubre... Pero también para mí funciona esta capacidad cerebral de adaptación, así que supongo que estoy condenada a sobrevivir. La cuestión es tener una ilusión, por pequeña que sea, para seguirla como a una luz en la oscuridad. Lo malo es cuando te equivocas de luz, que a mí me ha pasado. Alguien que parecía especial llegó a mi vida recientemente y dejé que abriera la caja de Pandora de mis emociones, pensando que, si este año el trabajo no me haría feliz, quizás lo harían unos besos nuevos, una nueva amistad con la que compartiría ratos agradables con los que desconectar por unas horas de  la abrumadora realidad. Pensé que con eso cargaría pilas y estaría fuerte para ver algo de color en este mundo en blanco y negro que de nuevo tenemos que empeñarnos en pintar. Pero esa luz ha sido una falacia, tan fugaz que solo sé que existió porque otra vez he sentido el dolor del vacío, la sensación de ser timada que estas cosas siempre me han causado. 
Pero ahí están los tres días otra vez... He hecho el idiota, me he puesto en ridículo con estúpidos intentos de querer agarrarme a lo que no debía, he llorado por esta estupidez y por todo lo que se ha roto de mi planeta, pero tras tres días de pura desesperación, mi cerebro ya posiciona todo en su justo lugar. La situación se normaliza dentro de mi ser y sin poder decir, como ya comentaba al principio, que soy feliz, lo que sí puedo decir es que estoy en condiciones de sobrevivir. Voy a tirar para adelante, con mis días buenos y con mis días malos, pero con la certeza absoluta de que yo voy a ser una de las que sobrevivan en este medio hostil. ¿Cuál será la luz de ilusión a la que me agarre esta vez? Bueno, creo que en este momento he caído en la cuenta de que hay algo que me hace seguir... La curiosidad. Ayer, mi adorada Gea, a la que no le falta de nada en casa y más mimos no puede recibir por mi parte, encontró la manera de salir por una ventana hasta la calle con el consecuente conato de infarto para su dueña, lease yo, cuando no acudía a mi llamada y, al buscarla desesperadamente en casa, vi que había roto la mosquitera de la ventana, por la cual se dio a la fuga. Gracias a Dios, conseguí encontrarla sana y salva una planta más arriba de mi apartamento; la muy tonta no paraba de maullar lastimosamente al sentirse perdida, pero la cuestión es que esta gata, cada vez que tiene la ocasión, me protagoniza una Fuga de Alcatraz gatuna... A pesar de no saber qué encontrará fuera y por más que la experiencia le haya ya demostrado unas cuantas veces que en casa se está calentita y segura, lo lleva en los genes, le puede la curiosidad.Y yo ayer, tras el susto de perderle y que le pasara algo, me pregunté qué es lo que hace que estos animales sean tan dados a aventurarse a lo desconocido, como si no valoraran la estabilidad... No sé, supongo que también hay algo de mágico y atractivo en lanzarse al vacío sin red. Creo que ya va siendo hora de mirar un poco las cosas así. A mí me pica la curiosidad por saber qué me espera más allá de esto. Creo que mi ilusión ahora mismo es poder escribir en este blog algún día futuro que amaina la tormenta, que las aguas vuelven a ser calmas y que mi barco navega otra vez con rumbo definido, pero mientras tanto, voy a intentar descubrir qué de bueno puede haber entre tanto oleaje de incertidumbre. Ayer fue en mi clase de inglés, una compañera, al terminar la clase, me dijo que le parecía una tía con mucho ímpetu, muy alegre, con mucho desparpajo hablando en inglés. Yo pensé: "Madre mía, si tú supieses cómo estoy por dentro", pero también me alegré de que el simple hecho de estar en la clase, me animara tanto que se reflejara tan sinceramente en mí, tanto, que una desconocida tuviera la necesidad de darme su admiración. Me recordó mi alegría. Aún está ahí.

Puede que Laura Branigan dejara que le robasen su autocontrol, pero yo no estoy dispuesta a perderlo por más de tres días.

4 comentarios:

  1. Cielo, de las entradas q mas me han gustado, yo también voy a pasar el tercer día y me voy a ilusionar nuevamente y no voy a perder la fe en que todo va a pasar...um abrazo hermanita y me alegro de q escribas este blog..te quiero chatita...

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  2. ENHORA BUENA,TE PUEDES IMAGINAR LO QUE SUPONE PARA MÍ LO QUE ESTÁS DICIENDO. TE QUIERO

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  3. Sin palabras... gracias florecilla ;)

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