Si la amistad te ha traido por aquí, eres bienvenido para compartir mis momentos de tranquilidad, aquellos que podré dedicar a este diario, sin guión, ni intención.
Y si es el azar lo que ha hecho que aterrices con un click en este blog, bienvenido también: si llegaste y encontraste algo que te sirva, mejor.

sábado, 11 de febrero de 2012

L A BÁMBOLA

Las canciones te traen recuerdos... ¿O los recuerdos te traen canciones? Supongo que todo a la vez. Hay ratos en los que, de repente, me viene una canción a la cabeza y la busco en youtube, pero ese momento es solo el inicio de un viaje. Como si de una madeja se tratara me gusta tirar del "hilo" del lado derecho de la pantalla. me refiero a los otros vídeos relacionados de alguna manera con la búsqueda inicial. Generalmente me ocurre, e imagino que no soy la única, que encuentro otra canción en la que no estaba pensando, pero que soy incapaz de no escuchar (ya que estoy) porque hacía mil años que no la escuchaba y la he encontrado como quien encuentra un tesoro: abro felizmente sorprendida los ojos , sonrío y me dejo llevar a otra época y vuelvo a otra gente con la que compartí un tiempo que ahora  parece un sueño maravilloso. Seguramente no fue ni mejor, ni peor, pero ya se sabe que "cualquier tiempo pasado..." 

Para que veáis cómo de extraño es, a veces, este juego al que me gusta dedicarme, hoy andaba buscando la versión original de una canción de la que me acordé el otro día: "Take a walk on the wild side" de Lou Ree.

Y, el recuerdo que me llevó a ella, a la original, fue un fin de semana en un pueblo de la alpujarra almeriense: Beires. Por supuesto, no es del pueblo del que me acuerdo, sino de la persona con la que estuve en él. Ahora que lo pienso, realmente él caminaba por el lado salvaje de la vida y, aunque pueda parecer atractivo, a mí me enseñó que no lo es para nada. Aquel fin de semana, no obstante, fue un remanso de paz en su camino, pero vimos una película que me dejó fría y esta canción formaba parte de su banda sonora. Nunca he olvidado la sensación que me produjo: vértigo y vacío.

Mientras recordaba esta historia (y también otra más divertida referente a la versión española de Albert Pla, con la que un amigo amenizaba ciertas reuniones, que también pudieran considerarse algo salvajillas) he visto en "la madeja" otro recuerdo: "La casa del sol naciente". Una  de las canciones preferidas de mi padre:  Lo siento, papá, por mucho que quisieras que me gustara la versión española de los Lone Star, yo sigo prefiriendo la original de The Animals. 

Pero, en cualquier caso, siempre que hago esto, me parece estar haciendo lo mismo que hacías tú el día que te ponías a sacar los discos. No se puede escuchar solo uno, ¿verdad? Imagino cuáles eran tus sensaciones, porque creo que te emocionabas recordando, igual que ahora lo hago yo. A saber a dónde te trasportaban a ti tus melodías. A mí me llevan muchas veces a ese rato y ahora sé que tú estabas viajando entonces a otro.

Pues he seguido tirando del hilo y me parece tener en la mano la funda del disco aquel que encontraste en "El Rastro" aquel domingo y que te hizo casi dar un brinco.



Así que me he puesto a escuchar "La orilla blanca, la orilla negra" de esa cantante italiana, creo, que tenía un apellido tan difícil de recordar para mí: Iva Zanichi. ¡Qué triste la letra! ¡Y qué triste que siga teniendo sentido también ahora! La verdad es que hoy el hilo musical no ha sido precisamente festivo, no.

De ahí he pasado a escuchar "La bámbola", en la voz de Patty Pravo, que fue como tú me la enseñaste y aquí me he parado a escribir.


Yo escuchaba esta canción sin que tuviera para mí más significado que el que a ti te gustaba, pero ahora también es banda sonora de mi vida, porque hoy, hoy, pudiera ser yo quien la cantara. Ando preocupada desde hace algún tiempo porque estoy pasando, tal vez, una de las épocas más apacibles en cuanto a emociones se refiere. Lo malo es que llegar a este estado de tranquilidad ha sido posible porque me he desencantado tanto con las relaciones vividas que no me apetece vivir ninguna más. Ni siquiera es miedo a que me hagan daño, es que creo que, con el tiempo, he perdido las ganas de dar el beneficio de la duda a ningún hombre, si hablamos del terreno amoroso. No echo de menos nada ese calor. Antes había días en los que sentía un agujero en la boca del estómago que me llenaba de angustia en un instante porque, de improvisto, me acordaba y necesitaba un abrazo y un beso, pero, lo cierto es que hace mucho que ni esos instantes aparecen. De hecho, tengo que hacer un esfuerzo para recordar qué era lo que me ha hecho, en tantas ocasiones, perder la cabeza por amor. "La bámbola" siempre me ha parecido una canción triste y amarga. Creo que lo es, ¿sabes? Pero no por el daño que le pudiera hacer ese chico a la protagonista de la canción, sino por el daño que hace perder la ilusión. De alguna manera, sé que esta tranquilidad en la que vivo es fruto de esa misma desilusión, así que no me siento orgullosa de mi paz. He consegudo llenar mi tarro de ilusiones con las que me proporciona el trabajo, pero soy consciente de que no será suficiente a largo plazo. Me gustaría volver a ser una ingenua, realmente me gustaría volver a tener ganas de enamorarme... Pero, lo cierto es que, cuando miro a mi alrededor, casi siempre acabo acordándome de todos a los que hoy pudiera cantarles esta canción. ¿Realmente alguno mereció mis lágrimas? Creo que no... Y tampoco creo que haya nadie que las pueda merecer.

Las canciones de la travesía de hoy me han llevado a reflexionar sobre esta parte de mi vida que parece estar en "stand by", pero no está mal, de vez en cuando, pensar en cómo están las cosas. Sigo escribiendo sobre ello, quizás esto sea esperanzador. Después de todo, si realmente mi corazón estuviera totalmente cerrado no habría sentido el impulso de soltar aquí la parrafada, ¿no? Sea como sea, el viaje musical que ha resultado de esto bien merece la pena. Espero que mis lectores lo disfruten y, una vez más, para ti, estés donde estés, papá, que las melodías te lleven todo mi amor.