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jueves, 19 de diciembre de 2013

ÉSTE, ÉSE, AQUÉL... ¿?

Los que me conocéis más de cerca (y todos los alumnos que han pasado por mis clases) sabéis que, a pesar de ser "de Ciencias", las palabras siempre han sido mi debilidad y nunca he descuidado el uso del lenguaje, sobre todo, a la hora de escribir. Y es que ser "de Ciencias" no es escusa para mancillar nuestra gramática y, en general, nuestro bello idioma. Ahora que además escribo por encargo para otros y no solo para mí, cuido aún más la ortografía y la puntuación. Yo he aprendido a escribir, leyendo, así que debo pensar que, tal vez, algún niño pueda aprender algo leyéndome a mí.

Por esta razón, hoy me encuentro redactando este post. Aunque no se ha dado el caso de que nadie venga reclamándome nada al respecto de faltas ortográficas en mis cuentos, estoy segura de que algún error habrá en ellos. Y digo error porque estoy segura de que, de haberlos, fueron lapsus provocados por mi mal uso del teclado de un ordenador (que la mecanografía no es uno de mis fuertes). Suelo revisar lo escrito, pero no siempre tengo tiempo para hacerlo concienzudamente, así que pido perdón por cualquier errata que podáis encontrar. No obstante, no es ése el caso de los pronombres demostrativos. YO LOS TILDO A CONCIENCIA.

Desde el 2010, la RAE contempla que los demostrativos no lleven tilde en ningún caso. Anteriormente, cuando los demostrativos hacían la función de adjetivos en la oración no se marcaban, mientras que sí lo hacían si su función era la de pronombres. Sin embargo, sé que no estoy comentiendo falta ortográfica al continuar tildando mis "éste, ése y aquél". Y es que, que yo sepa, hasta ahora, esta modificación sobre la acentuación de estos pronombres no tiene categoría de regla, sino de consejo gramatical. Y como los consejos están para seguirlos o no seguirlos, entiendo que estoy en mi derecho a rehusar tal orientación.

Hay quien justifica mi propia decisión diiciendo que por la misma regla de tres, no se debería tildar la palabra "dé" cuando hace las veces de verbo, y que entonces, "o todos moros o todos cristianos"; sin embargo, ésta no es mi escusa. También se aconsejó en el 2010 dejar de tildar la palabra "solo" en cualquier caso, y este consejo sí que lo sigo. Resulta que con esa palabra siempre tuve dudas y el hecho de que ahora no sea falta no ponerle tilde, me simplifica la vida :)  Pero solo porque a la hora de leer nunca me supuso una ayuda o todo lo contrario ver la palabra con o sin mi querida virgulilla. Mas no me pasa lo mismo con los pronombres demostrativos. Me explico:

Cuando leemos, a pesar de que tanto si son adjetivos, como si son pronombres los demostrativos son palabras llanas, no hacemos la misma fuerza al pronunciarlas. Cuando nos encontramos con un demostrativo acompañando a un sustantivo, por inercia tendemos a poner la fuerza de voz en el sustantivo que viene inmediatamente después, lo cual es lógico, que para eso el sustantivo es el núcleo del grupo nominal; pero si el demostrativo es un pronombre, nos detenemos a leer con más fuerza en él. Eso implica una sutil parada en nuestra lectura: la necesaria para enfatizar la palabra. Por esta razón, para mí, la tilde es como un semáforo, un aviso de que debo dar el golpe de voz justo ahí y no en la palabra contigua.

Así que ya véis, ésta es la razón por la que seguiré abogando por las tildes en los pronombres demostrativos. No solo porque sean palabras de categoría gramatical diferente a los adjetivos demostrativos, sino por una cuestión puramente pragmática (que para esto sí que  soy "de Ciencias"). Al menos, mientras que mis relatos no sean comercializados a gran escala y pueda explicar a mis lectores el porqué de mi elección, me mantendré en mis trece :P .Eso sí, hay que ser coherente, si empiezas escribiendo un texto eludiendo el consejo de la RAE, sigue hasta el final con este criterio. No vale hacerlo unas veces y otras no. Creo sinceramente que esta modificación a la antigua regla es un error y no soy la única que lo piensa. De hecho, la RAE tuvo que admitir no hace mucho el fracaso de este consejo gramatical.

 


Una cosilla más: me apunto explicar otro día algo muy práctico para desenredar el lío del uso de "la", "lo" o "le". Es que he visto los comentarios al respecto del link que os he puesto y creo que merece la pena hablar de ello en otra ocasión. Ya os contaré.

domingo, 8 de diciembre de 2013

EXCUSA PARA BRINDAR CON VINO

No sé ya los años que hace que no celebro el día de mi santo, al menos, no cómo hacía antes. Recuerdo grandes fiestas con muchos amigos reunidos en casa. Y es que como coincide con la Inmaculada Concepción, casi nadie conoce que este día también es mi onomástica. Por eso, yo me encargaba de que mis allegados no faltaran a la cita organizando un ágape por todo lo alto. 

Y es que la cosa tiene historia...aunque, la verdad, ahora ya no sé si mis recuerdos son el remanente de una realidad o solo es una fantasía que durante toda mi vida di por vivida. Lo digo porque a veces nuestro cerebro nos engaña; las cosas ocurren de una manera y nosotros las archivamos versionada. En cualquier caso, así es cómo yo recuerdo que pasaron las cosas y, a estas alturas de mi vida no voy a dudar de este archivo, por más que, tal vez, quizás, a lo mejor, no ocurriera tal y como lo fijé  en el hipocampo (o en la corteza cerebral como parece ser que en realidad ocurre según últimas investigaciones) Veréis:

Tal día como hoy se casaba uno de mis tíos. Alguien en la puerta de la Iglesia me preguntó mi nombre y luego quiso saber cuando era mi santo, a lo que yo respondí que no tenía. Entonces la señora me dijo que me lo pusiera el día que a mí me diera la gana y decidí que ése era tan buen día como otro. A partir de entonces el ocho de Diciembre celebré mi santo. Obviamente, como yo inventé la fecha, solo mis padres y hermanos me felicitaban llegado el momento. No obstante, en una ocasión, creo que andaba yo por séptimo u octavo de EGB, una compañera que ni siquiera era de mi círculo más íntimo, me felicitó tras el día de fiesta. Yo le pregunté sorprendida cómo era que sabía que había sido mi día. Ella me dijo que tenía una tía que también se llamaba Esther y celebraba el ocho de Diciembre su santo. No pude por menos que quedar algo perpleja por la casualidad, así que aún con más motivo, celebrar este evento se convirtió en algo importante para mí. De hecho, le daba mucho más bombo a esta fecha que al día de mi cumpleaños.

Mi hermana, pasado aún más el tiempo, me regaló una pegatina de estas que describen tu personalidad por tu nombre, tan solo porque fue la única que vio en la que se hacía referencia al ocho de Diciembre como onomástica del mismo. Y ahí la tengo, pegada en la puerta de mi dormitorio...

Ahora resulta que, desde hace unos años, Santa Ester está contemplado en el santoral  el veinticuatro de Mayo, pero oígan, con semejante historia, ¿cómo voy a cambiar ahora la fecha? Yo lo seguiré celebrando el ocho de Diciembre hasta que me muera. Eso, si lo celebro, porque lo de las fiestas hace ya un rato que pasó a la historia. De todos modos, este año he salido a comer con mi madre y una amiga suya. Me ha dicho mi madre que hacía muchos años que no podía celebrar mi santo conmigo porque siempre he quedado con alguien. Supongo que, como ella dice, eso bueno tiene que no tenga un céntimo para andar invintando a nada a nadie, porque así no me ha quedado otra que quedar con ella. Aunque se equivoca en un detalle: lo cierto es que hoy no hubiera cambiado el estar con ella por estar con otras personas. 

Hemos comido en un italiano, hemos brindado con vino tinto (que desde anoche tenía antojo y ahora me dejó jaqueca), hemos tomado el sol caminando por el paseo marítimo y después hemos visto una película, La vida de Pi, que sabía que les gustaría. En fin, ahora, para acabar de celebrarlo, ya que ellas se han marchado, estoy escribiendo este post mientras veo por skype a mi hermana decorando su arbolito de Navidad con galletas de mantequilla (que para no desentonar ya ha adoptado ciertas tradiciones alemanas). Y así, de vuelta al origen de la tradición de mi santo: celebración casi exclusiva con mi círculo más cercano. ¿Acaso necesito más?