¡Nada de "duérmete niña, duérmete ya"! Yo me dormía con "Mamy blue". Al menos, eso me contaba mi padre... Y me lo creo, a la vista de como estaba el disco de rayado...
Papá, recuerdo el sonido de la aguja sobre el vinilo antes de que sonara la melodía y acompañándola todo el rato. Y recuerdo como siempre, en el mismo surco, nos reíamos, porque ya sabíamos que el disco repetiría incansablemente la misma palabra hasta que, con un pequeño golpe en le pick up (o come discos), hacías saltar la aguja para continuar escuchando. Lo que me hacía dormir, hoy ha venido a mis sueños para pensarte una vez más. ¡Cómo me gusta que aparezcas! Es curioso lo que hace el tiempo: no consigues olvidar, si no quieres, pero hace que los recuerdos lleguen sin dolor, al contrario, llegan como una suave y cálida manta a abrigarte y reconfortarte. Huelen a donuts recien hechos sobre la mesa del desayuno. Chisporrotean como el agua carbonatada con la que preparábamos refrescos caseros....¡De dónde sacaste aquella máquina! Saben a turrones de mil sabores en cajas de latón...¿Qué Navidades fueron aquellas? Lentos y tranquilos, como los caracoles que criaste aquella vez en tu despacho... Aquella habitación que era mágica: una mesa enorme, con tu órden caótico que traía medio loca a mamá y a ti loco cuando mamá trataba de limpiarla los sábados; aquellas paredes con estanterías hasta el techo repletas de libros; esos libros que amaste y que me enseñaste a amar. Los recuerdos vienen con la música de aquellos días que sacabas todos los singles y los escuchábamos uno tras otro, o en el coche, cuando nos cantabas hasta "La internacional". Desde luego, el repertorio era de lo más variopinto. Domingos de "rastro" donde hasta nos compraste unas mochilas militares para nuestro primer campamento (fuimos las más originales... y las de espaldas más doloridas). Mañanas de filatelia, buscando sellos para tu colección y comiendo cañadul. Huesos de santo...¿por qué me acuerdo de esto?
Papá, podría seguir enumerando hasta el infinito sabores, olores, sonidos e imágenes que me devuelven la felicidad de nuestro pasado, y doy gracias por tener memoria para hacerlo cada vez que necesito sonreir y estar contigo. ¡Qué curioso es esto del tiempo! Nos vuelve amnésicos para lo que no fue tan agradable e, incluso si recordamos algo menos bello, se envuelve de la misma calidez, porque el tiempo te hace mirar con los ojos del amor y te das cuenta de que existió otra intención de la que, en ese día, la tozudez y la inexperiencia de una niña no supo ver. Incluso los momentos duros pueden tener algo hermoso, las lágrimas no lo dejan ver, pero transcurrido este terapéutico tiempo me siento aforturada de haber contemplado tanta ternura y aprender de ella: jamás dejaré que se pierda de mi recuerdo la imagen que conservo del abuelo afeitándote aquel día... no he visto nunca tanto mimo.
Papá, una vez te escribí y te dije que seguiríamos viendo el mismo cielo, aunque desde distinto ángulo. Hoy quiero creer que es así porque hay tanto que quisiera que vieras de mi vida... Siento haberme vuelto oscura durante un tiempo y que te fueras entonces, sin llegar a conocerme ahora. No hice la cueva del pirata, pero este verano, sin cueva ni piratas, tu refugio se va a llenar de magia por unos días y espero que lo veas y lo disfrutes. No siempre lo demostré lo suficiente, pero sé que sabes lo que te he querido, y lo que te quiero, papá, porque aún hoy, incluso más que antes, me pregunto qué harías tú cuando he de decidir lo que es importante. Este mes de mayo está siendo un revulsivo. Tengo un volcán de recuerdos activo y en este blog están los resultados. También te hubieras aficionado a esto, estoy segura. No podías faltar en este diario hecho de trozos de mí. De hecho, fuiste el primer eslabón: "Si". Ruyard Kipling lo puso difícil, pero lo sigo intentando...
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