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sábado, 21 de marzo de 2020

MIS DÍAS DE CORONAVIRUS: séptimo día

Llevamos una semana de encierro. Trabajando en casa con un estrés que no me esperaba porque no es nada fácil atender a los alumnos a través de una plataforma digital. Y eso que yo la llevo usando desde hace años y mis alumnos están acostumbrados a trabajar con ella desde principio de curso. Pero claro, no todos mostraron interés en ella al principio, y como era solo una herramienta más de entre toda las que uso en mis clases, no ha sido necesario hasta ahora para realizar todas las tareas y aprobar para los que ni se registraron al principio. En este momento, estos alumnos son los que me están generando más problemas porque ni siquiera saben cómo entrar en la plataforma y yo no puedo indicarles cómo porque no puedo comunicarme con ellos de una manera que me entiendan Por otro lado, muchos que sí saben entrar y hasta ahora lo han hecho regularmente, se encuentran que no pueden acceder, tan solo porque las plataformas on-line están saturadas. Así que, entre una cosa y la otra, la impotencia de no poder resolver con facilidad estos problemas me ha tenido y me tiene de los nervios. 

Acabo de escribir en Facebook un mensaje para todos aquellos padres que se han dedicado a criticarnos por los deberes que hemos mandado a los alumnos como si fuéramos poco más que torturadores de sus hijos. Lo trascribo a continuación porque, si algo he de destacar de esta semana es el malestar que me han causado todos estos comentarios, aunque no se hagan de forma personal. 

Quiero hablar aquí a los padres que critican los deberes que los profesores han mandado. 

Quiero decir que la situación estaba pensada para dos semanas. La cosa ha cambiado y también tienen que cambiar las estrategias. Como profesora, cada día que pasa me siento más estresada y más asustada, pienso que mis alumnos, sin ser, tal vez, tan conscientes de la dimensión de las circunstancias que estamos viviendo, también pueden estar estresados y asustados, así que no estoy por la labor de estresarles aún más pretendiendo tener la misma rutina que en clase. Porque, por más que lo pretendamos, no es lo mismo. Si fuera igual, no haríamos falta como profesores.

 Ahora, no me tienen delante para interaccionar cuando explico, ahora no escuchan las anécdotas que les cuento para que la clase sea más amena, ni ellos me pueden contar las experiencias que han tenido respecto de los temas que tratamos en clase. 

Ahora, no me tienen para que les llame la atención cuando se despistan, que hasta las regañinas sirven para algo dentro del aula. Ahora, no tienen mis palabras de ánimo... 

Todo lo deben gestionar solos o, como mucho, con unos padres que también tienen que trabajar en casa en el mejor de los casos y a los que ponerse a hacer de profes les cuesta. Eran sólo dos semanas y además nos ha pillado a todos de golpe y tenemos que ir asumiendo que no se pueden hacer las mismas cosas, de la misma manera. 

También a nosotros nos falta la facilidad de poder coordinarnos. Por mucha intranet que tengamos, nada suple la comunicación y el intercambio de opiniones que ocurre en las reuniones, en la sala de profesores, en los departamentos y hasta en los mismos pasillos cuando nos cruzamos en los cambios de clase. Todo eso falta y en este brutal cambio, la primera directriz que recibimos de parte de la Delegación fue que nos niños tenían que seguir con su formación. Así que, en base a eso, hemos hecho lo que cabía esperar, mandar las tareas que se suponía estaban programadas para esas dos semanas, pensando que eran dos semanas... Pero no van a serlo.

 Vamos aprendiendo, como todos, a adaptarnos a lo que esta crisis nos va generando cada día. Yo he tomado una decisión después de una semana en la que he trabajado 300 veces más de lo que mi horario habitual dispone. Llevo sin dormir bien cinco días porque me desvelo pensando en cómo hacer mejor mañana las cosas, porque mi trabajo es tratar con el material más sensible que existe: los niños, sus hijos. Y no conozco ningún profesor que no sienta de esta manera, porque les voy a decir algo: puede que en alguna época fuera cierto eso de que "los profesores viven muy bien", pero en estos días, les puedo asegurar que eso no es nada cierto, sobre todo porque no sentimos el respeto ni de padres, ni de alumnos, ni de los gobiernos que, en vez de mirarse al espejo, inventan en cada legislatura una ley nueva, como si jugarán a las cartas con la educación.


Si ya de por sí la semana ha sido harto complicada para mí, he tenido que leer muchos comentarios en Facebook criticándonos por el tema de los deberes. Nadie sabe lo que cada uno de nosotros se está esforzando en casa por sacar esto adelante. Cada tarea que he mandado han de multiplicarlo por 180 en mi caso, ése es el número de alumnos que tengo y ésas son las tareas que, en cada caso, he de corregir. Así que, si por mí fuera, no mandaba ni una. Pero, si no se mandan tareas, también se nos criticaría por cobrar sin hacer nada, ¿no?



La cuestión es criticar. Éste sigue siendo el deporte nacional.



Miren, nosotros también tenemos familia, también tenemos otras prioridades en estos momentos, pero, al menos yo, pienso que todo esto va a pasar y no puedo parar mi vida. No quiero dejar que el virus se coma la poca normalidad que puedo tener, así que no me importa dedicarle a mi trabajo todas las horas de más que requiera. Pero, sinceramente, trabajaría más tranquila si sintiera que los padres valoran nuestro esfuerzo. Yo salgo al balcón todas las tardes a aplaudir la labor de los sanitarios, y me emociono cuando algunos de ellos comentan en televisión cómo eso les sube el ánimo. Yo no quiero que me aplaudan por mi trabajo, pero me encantaría no tener que leer más comentarios despectivos hacia nuestra labor. Eso ya sería una gran ayuda.



Nunca pensé que me afectarían tanto esta clase de críticas porque las llevo escuchando desde que era niña. Los profesores por aquí, los profesores por allá... Ya entonces me sentaba mal porque mi madre también era profesora y yo veía la cantidad de horas que trabajaba en casa, la de cursos de verano que hizo para seguir formándose en su profesión y los desvelos que, en más ocasiones de las que piensan, producen los alumnos. Pero ella me enseñó a no molestarme por esas cosas... Sin embargo, esta semana he llorado, lo confieso, porque a mí me ha tocado pasar esta cuarentena sola en casa y me meto en las redes más que nunca para sentirme acompañada y, sin embargo, cada vez que lo hago encuentro que alguien nos critica... Me siento atacada y ni siquiera me conocen, ni conocen mi dedicación.



Yo he tomado una decisión al respecto de cómo gestionar las siguientes semanas de reclusión, pero mi decisión está basada en el ensayo y error. A todos nos ha cogido esto por sorpresa. Nadie estaba preparado, no lo tenía previsto en mi programación, ésa que hacemos cada año al empezar el curso. Ahora nos tenemos que desviar de lo programado, pero nadie se ha parado en comprender esto. Lo más fácil y rápido es protestar y criticar. Y, por supuesto lo harán delante de sus hijos, lo cual fomenta aún más el, cada vez menos, respeto que nos tienen. No sé yo si esto es muy educativo... 


Tal vez, sería mucho más útil que esos padres que critican nos hicieran llegar sugerencias en vez de críticas. Tal vez, si pensaran que estamos en el mismo barco, igual llegáramos a buen puerto. No sé, es solo algo que se me ha ocurrido... Pero bueno, entiendo que en estos momentos hay que sacar los nervios de alguna manera y, quizás, cargar contra los profesores sirva para que se relajen. Bien está si les sirve.

Y así concluye el segundo capítulo de "Mis días de Coronavirus". Espero que la próxima semana sea un poquito mejor.

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