Y el cursor parpadea un buen rato esperando que las palabras justas, y en este caso
cobra especial importancia lo de "justas", se abran camino desde el corazón
hasta las manos que las teclean... Nuevo parpadeo que me acucia... Vamos allá.
Supongo que lo primero es pedirte disculpas por tener que venir a éste, digamos
"disco duro externo", para reordenar los sentimientos que se enredan
últimamanete como la hiedra entre mis prolongaciones neuronales. Estoy segura de
que lo correcto sería sentarme frente a ti y conversar sobre lo que pasa, pero
definir lo que pasa no es fácil, para empezar y, por otro lado, me da miedo que,
el no disponer del tiempo que me permite el monólogo de un post, haga que mis
palabras se tiñan del sentimiento inadecuado y expresen una intención
equivocada. ¿Qué cómo sería posible esto si fuera sincera? Oye, pues sí, tienes
razón, pero, no; es que, cuando hay sentimientos encontrados es lo que pasa y
encontrar el equilibrio entre ellos es un asunto harto complicado. Por lo menos,
para mí.
No estoy triste. No estoy enfadada. No siento envidia. No estoy
decepcionada. No siento angustia. No me siento sola.
Tal vez empezar aclarando esto ya es un gran paso. Al menos te dará una idea (y a mí) del tono con el que
lato en este instante. Pero me desvelo a menudo últimamente porque sé que no
puedo, como tal vez pretendía, no hablar de la "nueva normalidad" en la que me
encuentro, o nos encontramos.
Siento desconexión.
¡Hostias, qué pedazo de musa invisible me acaba de soplar en el oído! Creo que no hay una palabra mejor para
definir lo que brutalmente ha estado zarandeándome en el centro de este huracán
emocional. Es esto: desconexión.
Tú y yo conectamos un buen día y durante mucho
tiempo ha habido un flujo ininterrumpido de energía que retroalimentaba las dos
baterías que éramos las dos. No ha importado nunca la distancia física, era una
conexión inalámbrica super potente. A veces, cuando llamo la atención a algunos
alumnos charlatanes, les digo "pero, chiquillos, ¿si os veis a todas horas, qué
os queda por contaros? ¿No podéis callaros un ratito?" Luego, sonrío para mis
adentros porque sé perfectamente lo estúpido de esta pregunta. ¡Claro que
siempre hay de lo que hablar cuando se comparte tanto a diario!
Precisamente
cuando compartes a diario es cuando no dejas de tener necesidad de contar. De
contar con esa persona en cada instante que vives, y cuando no estás con ella,
la piensas en lo que haces y te dices, "luego se lo cuento", o, todavía mejor, le
envías un mensaje o una foto para hacerla presente en ese momento, para que eso
que has hecho o has dicho o has visto, sea también en su compañía. Cuando existe
esa conexión, a veces, no llamas por teléfono un día, pero solo porque sabes que si llamas
vas a estar al menos una hora hablando porque, aunque el día anterior ya
hablasteis una hora, volverá a ocurrir igual, pero hoy tienes que hacer y no
debes perder esa hora, pero si eso, cuando termine, llamo...
Sin duda, sabes de qué te hablo.
Lo curioso es que pasa lo mismo en sentido inverso.
Cuando se espacian los contactos, poco a poco te acostumbras a no contarlo todo, porque,
en realidad, qué era lo que contabas, cada instante, cada chorrada. Es eso de
que si no te lo cuento en el momento después ya pierde su gracia, o su rabia, o
su tristeza o su importancia. Porque la mayoría de las cosas que nos ocurren,
con el filtro del tiempo, son banales. La pasión está en el instante, no en el
resumen semanal.
Podría sentirme mal porque, a pesar de que, como una rutina
impuesta, no faltas en llamarme, al menos, una vez a la semana, la desconexión
de la que te hablo ha venido provocada por tu parte, pero no puedo sentirme mal
porque lo comprendo y porque, mira, se ha hecho realidad aquello que deseé para
ti hace ya algunos años:
Sigo pensando igual.
Aunque tal vez Órgiva solo fue el escenario. Lo que nos
unió realmente es que teníamos algo profundo en común: Un corazón dañado de
forma parecida. Luego, además, las dos compartimos la profesión y,
desgraciadamente, la agonía de las oposiciones, pero, sabes tan bien como yo que
fue lo otro lo que encendió el interruptor. A partir de ahí se activaron muchos
otros circuitos, nos conocimos de verdad, nos empezamos a querer y eso ya no
tiene vuelta a atrás. Somos AMIGAS, así, con mayúsculas, de ésas que se tienen
pocas, de ésas que seguro sabes que van a estar ahí cuando realmente haga falta.
Cuando realmente haga falta...
No lo dudes. Yo no lo dudo.
Pero, lo cierto es que en este momento no te hago falta. Supongo que tus instantes, aquéllas
chorradas del día a día de las que hablaba antes, los compartes con quien ahora
ocupa tu corazón y no puedo más que alegrarme infinitamente porque has
conseguido eso que tanto has anhelado. Supongo que, una vez compartido el
instante con esa persona, no cabe repetir la hazaña conmigo, y menos a través de
un teléfono. Por primera vez la distancia desluce nuestra compañía. O tal vez
ocurriría igual aun viviendo cerca. No sé por qué pasa, pero pasa. Y yo he
aprendido a asumir que esto es así. Como muy acertadamente me dijiste no hace
mucho un día que estaba de "bajoncillo" sin darte cuenta, lo que necesito es
encontrar a alguien en mi misma situación. Pero yo ya te encontré a ti. Aunque,
efectivamente, ya no estás en mi misma situación. Tú ya no puedes ser la persona
que está al otro lado de mis momentos, con la que comparto todo. Tengo la
sensación de que te sientes culpable por dejar de serlo y aquí estoy,
escribiendo esto para que sepas que no tienes que sentirte culpable de nada.
Debes vivir tu historia como la sientas. No la manches con sentimientos de
abandono. Pero no manches tampoco nuestra amistad con obligaciones autoimpuestas
nacidas de ese estúpido sentimiento de culpa. No me llames una vez por semana como parte de una
rutina en tu horario: "cumplir con amigas". Llámame cuando quieras, para lo que
quieras, pero no así, que tal vez no sea tu intención, pero es lo que parece.
Solo llámame cuando te nazca, cuando verdaderamente te nazca.
Yo estoy bien. Tal vez mi corazón no ha sanado gracias al amor de alguien a quien me hubiera
gustado conocer, pero ha sanado encontrando una paz en mí misma que no creía
posible. He aprendido a aceptar los cambios negativos para mí de una manera más
amable. Y para mí, no lo voy a negar,ha sido un cambio negativo que dejes de contar conmigo a diario
y tener que dejar de contar contigo como lo hacía hasta hace bien poco, pero
estoy en proceso de acostumbrame. Tal vez por eso, y no por otra cosa, aunque me
nazca, no levanto el teléfono últimamente. Pero es que ni tú puedes responderme
como antes, ni yo quiero sentirme ridícula esperando la misma respuesta, así que
deberás concederme un tiempo para que ser yo la que llame y notar que no es un
buen momento no me suponga un mini-drama, que es lo que ocurre si cuelgas o me
emplazas a otro momento.
Tampoco puedo forzarme a estar en la "misma situación" que tú para sentir que podemos compartir dicha situación, cosa que en algún
momento se me ha pasado por la cabeza y hasta he hecho infructuosos intentos. No
sé si alguna vez ése será mi camino pero, sin acritud, no deseo una pareja en mi
vida que pueda destruir lo que he conseguido y no tengo muy claro que sean tan
fuertes los cimientos de mi edificio emocional aún. Lo que sí tengo claro más
que nunca es que para que eso no suceda, de existir un camino en pareja para mí, me
lo encontraré sin más, no buscándolo por motivos equivocados.
Sencillamente, desde la paz de la que te hablaba, he comprendido que no te necesito. Ni a ti, ni
a otras personas a las que quiero y con las que me ha pasado algo parecido. No
os necesito a ninguno, precisamente porque sé que es tan fuerte a estas alturas
el amor que hemos forjado que, si REALMENTE te necesitara, sencillamente,
estarías.
A veces, observo a mi gato cuando duerme junto a mí. Lo siento tan a gusto con su cabeza acoplada en el hueco entre mi barbilla y mi clavícula que me da mucha pena moverme cuando siento la necesidad, por no romper ese momento. Pero, tarde o temprano, la necesidad gana y cambio de postura perturbando la suya. Protesta. Luego, sin más, oye que le llamo y, a veces viene en seguida, otras, hasta se va de la cama y vuelve más tarde, pero siempre me busca y, a tientas, consigue adaptar su cuerpo a un nuevo espacio, pero junto a mí. Y vuelve a ronronear tan a gusto como antes. Cada hora, cada noche. Un gato da muchas lecciones así, sin saberlo.
Me parece que la amistad hace lo mismo, se va adaptando a los nuevos
huecos. Solo hay que confiar en que siempre estará ahí, junto a ti.
En este blog tan íntimo que solo yo leo como no lo publique en el "face" hay varias entradas dedicadas a ti por varios motivos y, aunque todas
ellas podrían haber sido conversaciones, este lugar es mi memoria. Además de una
forma para mí más sencilla de expresar lo que de otro modo seguramente no
conseguiría con acierto, es una forma de no olvidar una vida, una forma de
querer y por eso tú estás en él. Espero que así lo entiendas. Espero que así me entiendas. Un abrazo, siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario