Por si fueran pocas las cosas que una tiene que hacer, ¿no?
Bueno, la verdad es que, en este caso, es algo que me debo a mí misma desde hace mucho tiempo, y parece que ha llegado la hora de ponerse a ello.
Veo pasar mis días, mis mese, mis años, deseando hacer cosas que luego no hago, porque siempre me imaginé haciéndolas en compañía. No es nada fácil llegar a la conclusión de que si no las hago sola, es posible que nunca las haga y, aunque pueda haberme sonado triste durante mucho tiempo realizar según que tipo de actividades sin nadie al lado con quien compartirlas, más triste me está sonando ahora pasar la vida sin haber disfrutado de todo aquello que me apetece y puedo permitirme.
Así que, tras intentar organizar una escapada con una persona con la que me hubira encantado vivirla, y darme cuenta de que hay poco o ningún interés, he decidido optar por no tomarme la cosa a mal y sencillamente, hacerlo de todas formas con el único y sencillo objetivo de darme el placer a mí misma y, de camino, sentir la satisfacción de superar esta barrera que, a priori, me echa para atrás.
Este fin de semana ha sido el inicio de lo que espero sean muchas aventurillas en solitario y he de decir que me ha sentado muy, pero que muy bien.
Tal vez la clave sea empezar por cosas sencillas, que a penas me cuesten. Desde luego, después de mi primer pasito de ayer, ahora tengo muchas ganas de lo siguiente. Así que, mejor no pudo haber resultado.
Supongo que es como cuando fui a la playa sola por primera vez, o cuando decidí que para ir al cine no me hacía falta a nadie. Ya no recuerdo lo que me costó aquellas primeras veces, pero la verdad es que, aunque no digo que no a un rato de playa o a una sesión de cine en compañía, disfruto enormemente de mi rutina playera-buen libro estival, y, por supuesto, de tragarme un dramón en el cine sin tener que aguantarme las lagrimillas. ¿Por qué cualquier otra cosa iba a ser diferente?
Tenía muchas ganas de visitar una pequeña fábrica de cerveza artesanal de aquí de Málaga y he estado no sé cuanto tiempo proponiéndolo a uno y a otro, pero ya sea por falta de tiempo o porque no apeteciera, la cosa la he ido aplazando y aplazando... Hasta ayer. Y es que, después de haber estado más de un mes sin apenas poder moverme, ahora que me encuentro bien y que encima hace buen tiempo, me parece un crimen desperdiciar los días que me quedan antes de incorporarme a "infiertuto" , por eso, llamé el viernes a la fábrica e hice mi reserva.
Me levanté, me arreglé (bien guapa que me puse), cogí mi coche y seguí las indicaciones del GPS hasta el garito en cuestión. Y a las doce en punto del medio día me reuní con el resto de la pequeña comitiva que íbamos a disfrutar de la cata de cuatro estupendas cervezas.
La visita no fue gran cosa en cuanto a lo que había que ver. Un lugar pequeñito, con unos cuantos
tanques donde se dan los distintos procesos para la elaboración del caldo, y la explicación del procedimiento por parte del peculiar socio del proyecto que nos instruyó, mientras el otro no menos particular socio, nos alegraba el espíritu repartiendo muestras de las distintas cervezas que fabrican, en rondas que cada vez se tornaban más alegres, fruto, sin duda, del achispamiento que la ingesta de esos zumos de malta y lúpulo iba provocándonos.
Para la cuarta y última cata, ya habíamos pasado a la zona de bar donde concluía la visita. Y para entonces, la conversación ya era muy amena con una pareja que estaba de celebración de aniversario y con los dueños del "changüai". Lo pasé bien. Y, por supuesto, ya tengo otra tarea pendiente, que será ir a seguir degustando alguna de sus especcialidades en el barecillo que tienen en calle Carreterías: La Madriguera. Abren a las seis de la tarde, muy buena hora para que yo me pase algún viernes después de pasar por la consulta de mi psicóloga, que es la que más me ha animado a que me enfrente a esto que me parecía tan difícil.
Así pues, conocer la cerveza Malaqa, ha sido la primera de mis incursiones en lo que creo que voy a llamar "Mis aventuras en solitario".
Para hoy tenía ya otra propuesta para mí misma, pero bueno, mi hermanita ha venido conmigo y, mira, genial. Hemos ido al Palacio de Ferias y Congresos a visitar la feria de muestras de productos ecológicos Málaga Natura. De allí hemos salido pendientes de un sorteo para que un chef venga a cocinar a nuestra casa, con un par de tarros de mermelada artesanal (la mía de zanahoria, naranja y jengibre que estoy dispuesta a replicar en mis fogoncitos) y apuntadas a un taller de cocina vegana en Nerja para el domingo que viene. Y lo tengo claro: si mi hermana no pudiera ir, me voy yo sola. No pienso desaprovechar ninguna ocasión de hacer mis deberes e ir cumpliendo con este reto. Probablemente no aprenda nada que no pueda aprender yo sola por internet, como me he demostrado con mis últimos experimentos culinarios, pero a lo mejor, tomo nota para se yo la que imparta estos talleres alguna vez, ya sea con alumnos (si es que alguna vez vuelvo a tener alumnos receptivos), o para gente que quiera aprender y comer cosas ricas y sanotas.
Pero antes del domingo ya hay algo pendiente en mi muro mental de tareas: el martes inauguro mi
temporada en el Lotero. Espero que no se fastidie el tiempo, porque es el día elegido para zamparme mi primer espeto después de un ratito de playa y lectura. No os pregunto si os apuntáis.
Feliz semana.
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