Siempre me han gustado las pequeñas manualidades. Va por rachas, pero no es la primera vez que me pongo a darle una nueva utilidad a restos de telas, lanas o papel. Sin embargo, en esta ocasión, además de ser un entretenimiento, he de decir que me está ayudando sobremanera con mi problema de ansiedad, la verdad.
Todo empezó cuando para Navidad, en vista de mi escaso presupuesto para regalos (0€), decidí elaborar muñequitos de trapo para tener un detalle con algunos amigos. Deseaba que mis duendecillos del bosque se materializaran y les llevara a todos ellos mi cariño y, a ser posible, un poquillo de ilusión. No sé, supongo que es lo mismo que deseaba para mí al entrar en este recien estrenado 2014.
Lo cierto es que el año no ha empezado del todo mal. No quiero decirlo muy fuerte por si se jode, que todos conocemos la fábula de la lechera y el cántaro de leche, pero, por lo pronto, a mi hermano le han renovado unos meses más su precario contrato laboral, mi hermana acaba de salir sin percances de una operación (hoy mismo) y se ha alquilado por fin nuestra casa de campo, con lo que eso supone en cuanto a un ligero respiro económico se refiere. Yo sigo desempleada, atada a la lista de interinos que, un día más en esta semana, me da un poco de esperanza. Y esto último es lo que más en voz baja digo, porque cada vez que me animo y pienso que esta vez sí, se vuelve a dar la vuelta a la tortilla, así que como si no hubiera dicho nada, ¿eh?
A pesar de las buenas nuevas, no se va la sensación que desde hace más de un año siento cada día al despertar. Seguro que muchos de vosotros la compartís. Es ese vértigo que te deja sin aire en los pulmones cuando abres los ojos y que después se hace nudo en el estómago para mezclarse con el café. La incertidumbre, el no saber qué más hacer y por dónde tirar. Es sentir que el día se hace eterno para llenarlo con un solo pensamiento: necesito trabajar.
Gracias a mis cuentos he podido desconectar. Los días que debo ponerme a escribir para algún encargo son una bendición; pero ya sabía que enero sería un mes flojito en este sentido. Era de esperar después de las fiestas. Por eso, he tenido que inventar otra cosa y decidí continuar con las tareas manuales de las Navidades. Para no aburrirme, he ampliado poco a poco el repertorio y, al final, ya se ha convertido en rutina dedicar parte del día a coser o mezclarme con cola y pinturas. Me relaja. Hace que no piense más que a quién regalaré la siguiente muñeca o para qué usaré mi próximo artilugio de papel maché.
Por ahí ya me han dicho que venda "mis cositas". Bueno, no era mi intención, pero lo cierto es que como siga acumulando productos no sería mala idea. Además, aunque procuro usar cosas que tengo por casa, hay materiales como el fieltro, la cola, etc., que he de comprar, así que ahí lo dejo, quien quiera colaborar con mi terapia ansiolítica, no tiene más que pedirme que le haga algo. Eso, o traerme fieltro, cola o témperas cuando vengáis a verme. ¡Voy a llamar a esto DIYTERAPIA! Ja, ja, ja...
Los broches, llaveros y pendientes y anillos a 3€.
Las muñequitas Chispita ( perfumadas para el coche o algún espacio pequeño 2,50€.
Las fundas para móviles y las muñecas de trapo 4,50 € (tienen más tarea).
Y los artilugios en papel maché, dependiendo del diseño.
Y si, como muestra vale un botón, aquí tenéis toda una cremallera (esta frase era de mi padre, ¡ainnss!):
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