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lunes, 5 de diciembre de 2011

LUCI IN THE SKY WITH DIAMONDS

   Es curioso lo que ocurre cuando alguien que fue importante en tu vida deja este mundo, quiero pensar que para viajar a otro más amable. Cuanto más separados están nuestros caminos, a la hora de recibir la noticia del fallecimiento, más vertiginosa es la velocidad con la que viajamos en el tiempo para volver a vivir aquellos momentos que nos unieron. Los seres queridos que te han acompañado hasta el último aliento se quedan helados, congelados por dentro por el vacío inmediato de tu ausencia. Deben llorar porque ya no está la mano que hace unas horas aún acariciaba, aún se dejaba acariciar. Y comenzarán a llenar ese vacío frío con cada cálido recuerdo de ti, empezando por tu última sonrisa, por tu última palabra, por el último gesto, día a día, en un recorrido hacia atrás hasta recuperar toda una vida. Con el tiempo, esos recuerdos que hoy se bañan de lágrimas, serán un lugar seguro donde cobijarse. 

   Pero, cuando hace mucho que no tenías contacto con esa persona que hoy ha dicho adios, la pena no te ahoga las palabras, el dolor no late en cada poro de tu piel. Empatizas con los que sabes que ahora sufren la despedida, quisieras poder evitarles la tristeza, pero no hay dolor en tus recuerdos. Solo viajas a ellos para sentirte cerca, para sonreir al descubrir que, a pesar de lo lejos que creías estar, cuando alguien ha sido tan importante en algún momento de la vida, ya te acompaña casi a diario eso por lo que fue tan importante.

   Hoy me ha llamado mi madre  para darme la noticia de tu partida y me ha pedido que rece una oración por ti. Creo que no necesitas de ninguna oración para llegar a donde seguro tienes tu sitio más que reservado, pero, en cualquier caso, ésta es mi forma de hacerlo, mi forma de expresar que siento que ya no puedan tenerte a su lado los que más te quieren. Mi pobre forma de tratar de darles un consuelo imposible es contribuir a construir ese rincón de recuerdos de ti para cuando lo necesiten. Y de todos los que conservo, el más importante se remonta a la primera clase que tuve contigo. Fuiste mi primera profesora de inglés en el colegio. En aquella época no dábamos inglés hasta 6º de EGB y estaba emocionada por la nueva asignatura y deseaba empezar cuanto antes para demostrar lo que sabía de las clases particulares que había dado el año anterior (así de repelente podía llegar a ser). Realmente era para mí una aventura que quería emprender. Así que, aquel primer día del curso de 6º, con mi libro de inglés que olía a nuevo, te esperaba con ganas para estrenar mi cuaderno... Pero llegaste con tu sonrisa alegremente pintada, tu pelo ahuecado y, caminando con decisión, paseaste entre nuestros pupitres y nos diste los buenos días. Luego, comenzaste a preguntarnos nuestros nombres y a hablar de esto y aquello, sin ver yo el momento en el que comenzarías con la primera clase. Tan impaciente estaba que, al ver que pasaban los minutos...,  la clase entera, me atreví a interrumpir tu discurso levantando la mano y, cuando me preguntaste qué quería, te pregunté que cuándo íbas a empezar la lección, que íbamos a perder la clase. Bueno, aquel día no me diste mi primera lección de inglés, pero te aseguro que aprendí algo igualmente: Me dijiste que hablar con los alumnos nuevos el primer día para conocernos era más importante y que en ningún caso era perder la clase. 

   Me puse roja como un tomate, seguro, pero, ahora, cada año, cuando empiezo un nuevo curso, con cada nuevo grupo empleo la primera clase para conocernos, para que sepan de mí y yo de ellos. En cada primera clase, sin darme cuenta o siendo totalmente consciente, tu recuerdo me acompaña. No fue la única lección, pero emularte en esto siempre me acerca a esos días maravillosos de colegio. Un colegio en el que jamás podré pensar sin ti en él. Ojalá, cuando pase el tiempo, algún alumno mío albergue los sentimientos que tú has sido capaz de hacer nacer en muchas de las que hemos sido alumnas tuyas. ¡Qué suerte tan grande haber tenido el lujo de tenerte como profesora de vida! Has sido, eres y serás una de esas joyas que atesoro en mi corazón. No importa lo lejos que estés ya de este mundo, nunca se irá el amor que dejaste.

   Te despido con este recuerdo que a mí me acompaña siempre. Y te despido con esta canción que lleva tu nombre y que, como todas la de los Beatles, me ayudaron a aprender inglés. Nada triste, no creo que eso te hubiera gustado. Mejor de colores, mejor pensando que es un viaje alegre y que estarás en el cielo donde serás una estrella que brillará como un diamante para que nosotros sigamos contemplándote.


(A mi profesora Luci, nunca te olvidaré.)

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