domingo, 20 de noviembre de 2016

VÓRTICES DE ENERGÍA

Dicen, en algún lado lo leí, que hay puntos en el planeta donde la energía que emana de la tierra lo hace a un nivel más alto de lo normal. Y, según cuentan, esta energía es beneficiosa para nuestra salud y bienestar. La humanidad, desde siempre ha reconocido estos puntos donde la energía resuena con una mayor frecuencia como puntos de poder... vórtices del infinito.

En lo que a mi experiencia se refiere, puedo dar fe de que existen lugares que parecen haber sido dotados de una magia especial, que por el simple hecho de pasear por sus paisajes, te llenan el corazón de paz. Y, si tienes la fortuna de pasar algún tiempo allí, notas que te invade un buen rollo increible que te hace sentir ganas de vivir más y mejor. 

Un trimestre estuve en Órgiva, y experimenté esta sensación entre sus gentes. No sé yo si aquel maravilloso pueblo alpujarreño es considerado o no un vórtice de estos, pero desde luego, a mí me llenó de felicidad todos y cada uno de los días en los que trabajé y viví allí.

Ahora bien, yo soy de las que piensan que si hay cara, hay cruz; que si hay blanco, hay negro; que si hay luz, tambien hay oscuridad. Y por eso mismo, si hay lugares en la Tierra donde la energía crea remolinos de energía positiva, los hay también, sin lugar a dudas, donde la energía se revuelve en un ciclón de lo más perverso. 

No sé los motivos y dudo que mi preparación me permita dar con la solución a la cuestión, pero creo
que hay infiernos en el planeta, a mayor o menos escala. Uno de ello, a mi juicio, es la Línea de la Concepción. Ya dejé de vivir allí, ahora voy y vuelvo a diario para trabajar en ese instituto, que más que un centro educativo, parece una cárcel por horas, donde no sé quiénes son los presos, si los alumnos, o los profesores que nos vemos obligados a ejercer allí.

Estoy agotada. Los viajes, los madrugones, las seis horas interminables de broncas, los problemas infinitos de mi tutoría, una directiva que da asco, una orientadora que parece más bien el amo del calabozo y una gente, en definitiva, que está embrutecida y bañada por una especie de sal contaminada. Nunca me han faltado las palabras para expesarme por escrito, pero, aun siendo mi vía de escape habitual, no he tenido fuerzas hasta hoy para escribir y desahogarme, aunque lo haya necesitado como nunca. Incluso ahora que lo hago, dudo que pueda transmitir lo que siento. Tampoco deseo hacer una lista de cada historia que, por desgracia, vivo allí cada día. Primero, porque sería como vivirlas otra vez. Cuando le cuento a algún ser querido algo de lo que me ha pasado, noto que mi corazón se altera; así que, para qué tentar la suerte volviendo a contar aquí detalles. Segundo, porque ocurriría como cuando tratas de contar una situación que tuvo su gracia, pero solo cuando la estabas viviendo. Cuando la cuentas, sucede que te sientes ridículo porque a medida que relatas el asunto con toda la ilusión del mundo, te das cuenta de que los interlocutores no ven la gracia por ningún lado. En esto sería, supongo, que al revés. Hay que estar allí para entender la agresividad que percibo... y la agresividad de la que se está envolviendo mi propio ser, porque no soy ya casi capaz de mirar a mis alumnos con benevolencia o viendo en ellos lo que realmente son: víctimas de un bucle de mala educación que se hereda de generación en generación, y que no parece que pueda ser roto. Al menos, yo no puedo hacerlo y cada vez me doy más cuenta que intentarlo es absurdo, pero que no intentarlo también me hace mal, porque va en contra de todo lo que siempre he defendido que debe ser  profesor, como yo creía que era. 

El jueves pasado, en otro inútil intento de poner un poco de luz en la oscuridad de una de mis alumnas, la saqué de clase, para hablar en tutoría con ella, junto con la segunda orientadora del centro, que, como yo, es interina este curso allí. Baste con deciros que fueron tales las historias que la chiquilla me contó que ha vivido en los tres años que lleva en el instituto, que hubo un momento en el que le pedí que lo dejara ya, que volviera a clase porque yo no era capaz de escuchar nada más, literalmente le dije que no podía agunatar más mierda... Tenía ganas de vomitar y, desde luego, no pude desayunar nada en el recreo. Y eso que yo solo estaba escuchando. Ni por un momento me puedo imaginar lo que es vivir lo que ella ha vivido, lo que allí se vive día sí, y al otro también. Ahora entiendo que otro de mis alumnos, al comentar lo del pinchazo de mi rueda y la de los otros vecinos, dijera, sin que se le moviera una pestaña, que eso no es nada, que eso es normal... Mi pinchazo, comparado con que a su padre le quemaran el coche, o que a una chiquilla la encierren en el baño del patio durante más de hora y media por temor de recibir una paliza si no se desnuda; o padres, que ante la pelea de unos niños que no son los suyos, hagan la vista gorda y miren hacia otro lado, igual que lo hacen muchos docentes, debe ser sencillamente una nimiedad.

El viernes, me levanté contenta porque era viernes. Luego se me olvidó el día en el que estaba y, más tarde, de repente, me acordé de nuevo de qué día de la semana era y fue tal el júbilo que sentí, que pegué un grito. Y no porque tuviera grandes o pequeños planes para este fin de semana. De hecho, lo he pasado entero en casa, viendo pelis y a penas sin salir de la cama. Pero no estoy allí, y eso ya es la gloria. La verdad es que estoy tan agotada que no me apetece hacer otra cosa. Ayer sábado todavía salí a caminar un par de horas y disfruté de mi paseo y del sol, pero hoy domingo, como casi todos los domingos, solo de pensar que mañana a las cinco de la mañana tengo que levantarme para volver allí, la ansiedad me agarra y retuerce el estómago, atraco la nevera y me atiborro de todos los hidratos de carbono y grasas saturadas que pueda haber por casa. Al final, acabo peor de como empecé, porque tras la insana ingesta, el dolor de estómago, la pesadez y la culpabilidad están aseguradas. 

Anoche, me acosté relativamente temprano para ser sábado, porque también había madrugado, ya que tengo creado necesariamente ese hábito. Sin embargo, no conseguí dormir. Los viernes y sábados no tomo el lormetazepan que el médico me ha recetado hasta Navidad. Y ya es el segundo fin de semana que me pasa: sin la pastilla no concilio el sueño por más cansada que esté. Todo mi cuerpo está tenso, lo noto. El dolor de esta espalda contraída es cada vez más agudo. Me ponga como me ponga, me duele. Ya ni os cuento cómo están mis venitas trombosadas de la última zona del aparato digestivo... 

Mi médico de cabecera estaba dispuesto a darme una baja, pero le dije que no la quería. Más que nada porque solo pensar en que después tendría que incorporarme, ya me causa aún más ansiedad. De veras, no sé cómo voy a llegar a final de curso, aunque, desde luego, a este ritmo, no muy bien, me parece a mí. En fin, el jueves voy al especialista, por lo de las hemorroides, y tengo esperanzas en que me diga que debo operarme y que me den cita para la cirujía dentro del curso escolar, a ser posible, para después de Semana Santa, y poder darme de baja por ese motivo en el último trimestre, en el que imagino que ya estaré para que me recojan a cachitos. En este momento, que pueda ser así, sería mi mejor regalo de Navidad. Así que aquí me tenéis, rezando a Dios y a todos los santos para que la lista de espera me favorezca en este caso. 

Lo que más me preocupa, de cara al futuro, es que se me están olvidando mis buenos momentos en esta profesión. Mis alumnos de Salobreña, que tanto me inspiraron y que tanto me motivaban para trabajar y hacer actividades preciosas, me resultan ahora como un sueño lejano que nunca viví. No sé si volveré a ser esa profesora. No tengo ganas de estudiar y esforzarme por sacar plaza en las próximas oposiciones, no sé si quiero seguir haciendo lo que hago, y sin embargo, no veo, a estas alturas otro camino para mí. Así que tengo miedo de que ésta vaya a ser mi triste vida. La esperanza
de estar el próximo curso en algún sitio donde todo sea diferente y bueno, la veo ahora bastante difusa, porque, con seguridad, nunca será peor que La Línea, pero tampoco es el único destino problemático que existe hoy en día. Creo que en mi anterior post acababa diciendo lo mismo, pero es que es la cruda realidad. No sé lo que está pasando. En qué momento hemos perdido el rumbo tanto que estamos tan lejos ahora de aquellos valores en los que a mí me educaron.  Y, ¿dónde está la solución? A mí me escama que, hagamos lo que hagamos, los profesores parezcamos los culpables de todo. Ya me dirán cómo tratar de inculcar valores que muchos padres no ejemplarizan. Cómo ser imagen de respeto para los alumnos, si se nos falta al respeto desde todos los frentes. En vez de ahogarnos en más y más papeleo estéril, a mí me gustaría que esos lumbreras que idean leyes cada vez más alejadas de la realidad de nuestras aulas, vengan en persona a enseñarme cómo llevar a cabo tal empresa. Y a esos padres que se ponen en huega de deberes y que saben cómo hay que ser profes, que se vengan un día a demostrarlo. Que parece que viven en la inopia, coño. Y, perdón por el taco, pero a mí, señores, es lo único que me calma un poco la frustración: despotricar por toda la mierda que me están haciendo tragar.

No creo que vuelva a hablar de esta situación en este blog. No lo haré porque hablar más de ello, no lo va a solucionar y porque no debo gastar tiempo del fin de semana pensando en el instituto. Así me lo he impuesto. Puede que no haga nada especial en este maravilloso tiempo libre, pero me niego a volver a gastar mi nada especial en escribir sobre lo que me toca vivir desde las cinco de la mañana hasta las cinco de la tarde, de lunes a viernes.

Y bueno, ya son más de las ocho y media de la tarde del domingo: hora de drogarme para, con suerte, estar dormida a las nueve y despertar medio repuesta a las cinco para  volver a la guerra. Que tengáis buena semana...



domingo, 16 de octubre de 2016

BUSCANDO LA MANERA...

Hace unos dos meses que contaba en este cajón de mi vida que tenía, por primera vez, una vacante informatizada. Que aunque el destino no fuera el más agradable de todos los que podían tocarme, estaba contenta por la tranquilidad que esta vacante suponía en todos los sentidos. Pretendía aferrarme a esta visión positiva y, bueno, aún lo hago. Es solo que, en menos de dos meses, tengo que redirigir la forma en la que afrontar este destino, más parecido a una guarida de criminales que a una ciudad. 

Las primeras semanas fueron un shock, al darme cuenta de la clase de alumnado que campa en el instituto. Aunque contaba con tener alumnos problemáticos, nunca pude imaginar hasta qué punto lo son en este lugar. Sobre todo por la cantidad de ellos. Es agotador tratar, hora tras hora, con alumnos que no tienen interés en absoluto, que te faltan al respeto a cada segundo, haciéndolo por turnos, de tal manera que no tienes tregua. Alumnos cuya única forma de pasar sus seis horas diarias en el centro es tener como objetivo armar jaleo, provocar broncas entre ellos y sacar de quicio a todos cuantos pretendemos hacer algo por su futuro. Un futuro que, al parecer, solo nos importa a nosotros, porque lo que es a ellos, les importa un carajo... o, mejor dicho, la mayor parte, creen que no hay un camino mejor que la pasta que les da a sus propios mayores el trapicheo y el contrabando. En estas circunstancias, no tirar la toalla se hace casi un milagroso logro diario. Los primeros días era inevitable que pensara con desazón en todo lo que falta para final de curso. Luego, poco a poco, he ido logrando pensar tan solo en acabar el día, y, al ser la meta mucho más cercana, he logrado también una cierta tranquilidad. 
Decidí volverme a casa cada fin de semana, a pesar de que tanto viaje, añadido al alquiler, iba a suponer un nuevo reajuste de mi exiguo presupuesto, pero he comprobado que estar en casa de viernes a domingo, me serve para desconectar, y que tener el premio de volver el viernes hace que mi semana sea más llevadera, así que eso es lo que he estado haciendo para sobrellevar la situación.
Sin embargo, un nuevo evento ha vuelto a deshacer la frágil membrana de serenidad que me había creado. Tras pasar el día festivo del 12 de octubre encerrada en mi piso de la Línea (puesto que ya me parecía excesivo viajar también para un solo día a mitad de semana a casa), me dispuse a retomar la rutina a la mañana siguiente... Al coger el coche para acudir al instituto, me di cuenta de que tenía una rueda pinchada. Me puse bastante nerviosa, la verdad, porque por experiencias anteriores, los pinchazos suelen ser por algún tornillo clavado o similar, y en estos casos, una rueda no se desinfla en un día. Así que pensé que un alumno con el que la semana anterior había tenido un enfrentamiento, podía haber sido el artífice del pinchanzo... pero, mientras esperaba a la grúa, me di cuenta de que el mío no era el único coche pinchado. Hasta 12 coches más se veían con las ruedas desinfladas hasta el extremo. En algunos, más de una rueda afectada... Ya en el taller, donde la broma me costó 64 euros (que se multiplicará por dos en unos meses cuando tenga que cambiar la rueda pareja para pasar la ITV), coincido con otra vecina, la cual me cuenta que en su caso, es la tercera vez en un mes y medio que le revientan las ruedas. Ella lloraba de rabia. Yo, me eché a temblar pensando que el suceso no era algo puntual, sino que podría repetirse. 
Como es lógico, me personé en las oficinas de la policía nacional a poner la denuncia del caso. Y el señor policía, a mi pregunta sobre qué harían ellos, me contesta que no pueden hacer nada, que si mandan más patrullas por la zona, puede ser que sea peor, porque podríamos sufrir represalias... Mi cara de estupefacción seguro que hubiera a pasado a la historia de haberla fotografiado. Para lo único que me sirvió la denuncia fue para justificar las dos horas y pico que me retrasé aquella mañana en incorporarme a mi trabajo. Porque eso sí, aunque el centro sea una selva (y no de animales, que ellos sí que son civilizados), la rigidez es extrema en cuanto a que todos los papeles que haya que presentar para Delegación estén debidamente registrados. 

El resto de mi jornada laboral fue, como se puede uno imaginar, un estar sin estar, porque mi cabeza lo único que rumiaba incesantemente era qué narices iba a hacer para vivir tranquila. 

La decisión no se ha hecho esperar. Después que esa noche no pegara ojo temiendo un nuevo suceso vandálico, comencé a gestionar la posibilidad de compartir coche con otros compañeros y dejar el piso para comenzar a ir y venir de Málaga a diario. Advertí a la hija de mi casera de que estaba barajando seriamente esta posibilidad y, aunque trató de disuadirme, se mostró comprensiva. Cuando tomara la decisión final, me dijo, solo tendría que llamar a su madre, mi casera, para comunicárselo. 
Y eso hice ayer. Una vez asegurada, al menos, una compañera de viaje, y otra noche sin dormir, nerviosa por una nueva mudanza, por tener que esperar una semana más para poder hacerlo factible, etc., llamé por la mañana a mi casera y menos empatía, mostró de todo, sobre todo que también ella pertenece a ese lugar sin ley ni orden llamado Línea de la Concepción. No voy a transcribir la conversación porque tan solo recordarla hace que se me acelere el corazón, pero baste con decir que, al final, noté cómo me faltaba el aire de manera angustiosa y concluí colgando el teléfono pidiendo disculpas por no poder seguir hablando. 

Pensar si quiera que no pudiera abandonar el piso por haber firmado un contrato que me comprometiera me causó una crisis de ansiedad de las de aupa. No pude ni ir a urgencias, porque pensar en la sala de espera me puso aún peor. Me fui a la otra sala de urgencias: mi madre. Yo, que no sé estar nunca a la altura cuando ella lo necesita, con una forma de ser le causa más sinsabores que alegrías, nunca  encuentro un no por respuesta al revés. No merezco la madre que
tengo, pero no sabe nadie lo que agradezco tenerla. No sabe nadie el miedo que me da perderla y no sabe nadie el dolor que me causa no hacer las cosas a la primera como debiera hacerlas, sin saber tampoco explicarme por qué me sale hacer lo que hago, o decir lo que digo. Que mi arrepentimiento es el más sincero, pero que de nada sirve cuando una y otra vez, tan solo porque no me encuentro bien, sale ella mal parada por mi causa. De todo lo que estoy viviendo, sin duda, esto es lo que más me ha hecho llorar desde ayer. Sé que me perdonas mamá, lo que no sé es si yo sé perdonarme.

Anoche acabé el día en el hospital. Cuando regresaba a casa me dio miedo volver a pasar una noche más en blanco, así que decidí pasar por las urgencias, ahora que ya estaba dispuesta a esperar más o menos calmada el rato que hiciera falta. Fueron casi dos horas, aunque bien está lo que bien acaba: un diazepán y ocho horas y media ininterrumpidas de sueño... al fin.
Mañana es lunes y toca volver a la batalla. He quedado con la compañera con la que iniciaré este nuevo proceso de viajar a diario. Y, la verdad, llevo energías renovadas, porque pienso que aunque sea cansado hacer todos los días el trayecto, saldré ganando con respecto a mi descanso emocional, y, de paso, conseguiré ver un poco más de dinero a final de mes. Y, entre otras cosas, tengo ganas de gastarlo en llevar a mi madre a comer, en compartir con ella un spa en Ronda, que tiene muy buena pinta y, bueno, lo que a ella le apetezca. TE QUIERO CON TODA MI ALMA.

domingo, 18 de septiembre de 2016

...LUEGO EXISTO

Si Descartes tenía razón, mi existencia es indiscutible y, diría yo, tal vez más real que la de otros que no piensan tanto las cosas. Lo que no sé, es si Desccartes, después de mucho existir, llegaría a la misma conclusión que llego yo después de tanto pensar: aun a riesgo de ser menos real, preferiría no pensar tanto, porque lo que ya va siendo casi una plena certeza es que, cuanto menos se piensa sobre la vida, más feliz se es. 

Desgraciadamente, no he dado todavía con el botón ese mágico que debiera existir, sin duda, entre el corazón y el cerebro, para apagarlo a placer y evitarme el sufrimiento por discurrir sin medida sobre mi pasado, mi presente y mi futuro. Tampoco existen mecanismos que, cual anteojeras, me hagan mirar solo al frente, sin atender a más estímulos de luz que no provengan de esa única dirección. No, no he conseguido simplificar la infinita gama de colores de la que parece que está hecha mi mente a tan solo un blanco o negro, sí o no. Resulta que para todas las cuestiones que me plantea mi querida existencia, la respuesta suele ser "depende" y esto implica que lo malo, nunca es tan malo, ya que siempre hay algo positivo que me empeño en buscar; pero lo bueno, tampoco lo es al cien por cien, porque siempre hay algo negativo, que no puedo obviar. 

Queridos todos/as:

Vayan por delante mis más sinceras disculpas si, debido al carácter extrovertido que me acompaña desde nacimiento, hablo más de la cuenta de todo cuanto me acontece. Me disculpo si esta necesidad mía de largarlo todo, puede llegar a cansaros, porque es cierto que hace mucho que hay más de lo malo que no es solo malo, que de bueno, que no es todo bueno. Así que, puede ser que a aquellos/as de vosotros/as en los que además deposito más confianza, escuchéis mis palabras teñidas de más tristeza que de felicidad. Me disculpo si esto os hace mi compañía ingrata y os exonero de la obligación de la misma. En muchas ocasiones, yo misma he tenido el buen gusto de retirarme, cual ermitaña, para no ensombrecer vuestros pocos y ansiados momentos de ocio. Con el corazón en la mano os lo digo: no tenéis por qué estar a mi lado si no os viene bien o no tenéis cuerpo para escuchar la parte negra de mis sensaciones.

Pero, os lo ruego también con el corazón en la mano, el que se preste a compartir su tiempo conmigo, que deje ya de regañarme por mi forma de ver el mundo. Que ya bastante me flagelo yo a diario. Que si cuento lo que cuento, lo hago sin la menor intención de que nadie piense que está en su mano solucionarme la vida. Que lo único que necesito es expresar en voz alta mis miserias porque así me evito una úlcera y, de paso, la mayoría de las veces, la negrura deja paso a un gris o marrón más aceptable. Que tan solo pretendo hablar, porque gran parte de mi vida está en silencio a diario. No pido más que lo que en inmumerables ocasiones también yo he hecho por vosotros/as: escuchar, sin juzgar. Que un consejo deja de ser efectivo cuando se repite en demasía y se vuelve recriminación sin darse uno cuenta, en el momento en que, no importa lo que cuente, la única respuesta es la misma coletilla. 


Es domingo, y ahora experimento lo que muchos me habéis contado a veces sobre el malestar que se os pone en el cuerpo cuando cae la tarde, porque eso significa que mañana hay que volver al trabajo. Ni siendo niña yo había sentido eso, porque yo era de ésas raritas a las que les emocionaba que llegara el lunes para volver la cole. Ahora, soy como un niño de los normales, de los otros, de los del berrinche dominical vespertino. Y la angustia, en mi caso, toma forma de macuto que hay que hacer para volver a dejar mi casa... Me adaptaré, estoy en ello. Como me adapto cada vez que la ilusión de un encuentro es como nieve que no cuaja. Me adapto, aunque eso lleve un tiempo. Y, tal vez, el problema es que, ultimamente, hay que adaptarse muchas veces en demasiado poco tiempo... Pero, hasta a eso llegaré a adaptarme. No pasa nada. No será ni más facil, ni más difícil sin vosotros/as. Solo diferente; y también me adaptaré a eso. Sin embargo, no creo que pueda cambiar más de lo que ya lo he hecho; como tampoco cambiará el hecho de que os vaya a querer ni menos, ni más por eso.




viernes, 19 de agosto de 2016

DESTINO 2016-17

Hace ya más de una semana que conozco mi próximo destino. Por fin, este año me han dado una vacante "informatizada", así que estoy muy contenta de saber que trabajo desde el día uno de septiembre y que, poco a poco, hay un progreso en mi situación interina. A ver si con un poco de suerte, la próxima convocatoria es la mía y consigo la plaza...

Pero ahora, lo que toca es celebrar la vacante y celebrar que, aunque ha sido difícil, he conseguido ya piso. El destino es la Línea de la Concepción... Por ahí me dicen que si es que me quiero volver gadittana o algo así, jeje... Yo hubiera preferido, como es natural, quedarme en Málaga, pero así son las cosas; más vale buscar el lado positivo porque si no... Y positivo es que estoy más cerca que el año pasado, así que no echaré tanto de menos mi casa pues vendré más a menudo. Y positivo es que, una vez más, tengo la oportunidad de conocer un sitio nuevo, que seguro que me brindará nuevas oportunidades de aprender. Reconozco que estos días he estado muy nerviosa en el sentido más negativo, porque hasta que una no sabe dónde va a dormir se pasa un poco mal, y viendo los precios de alquiler que se manejan en la Línea, os aseguro que pensar en mi bolsillo también me tiene bien preocupada. Pero una vez que ayer ya hice mi primer viajito al pueblo para conseguir la casa y ya está hecha esa gestión, todo se ve desde una perspectiva más serena. 

En cuanto al pisito, decir que es el mejor sitio que he alquilado sería mentir. Es viejito, casi todos los muebles también, con cajones que se atrancan y puertas que no encajan, sin embargo, lo importante lo tiene: un sofá que no me va a dejar la espalda hecha un ocho, una cama cómoda, electrodomésticos nuevos en la cocina y baño también reformado, que puestos a que haya algo reformado en casa, mejor que sea eso. Es muy luminoso y tengo una terraza que da a la bahia, así que espero ver desde allí alguna que otra puesta de sol. También tengo dos habiaciones extra, cada una con dos camas, así que espero que alguno se anime a ver esa puesta de sol conmigo. Haremos una pizza en un horno de butano, de los de antes, y brindaremos con un lambrusquito. ¿Os apetece el plan? 

Me han dicho que la zona no es muy buena y realmente el aspecto de las viviendas de por allí no es el de una urbanización de lujo como mi casita de Chiclana, pero vaya, por lo pronto, ya he conocido a mis caseros, que han vivido allí toda la vida y siguen volviedo cada verano al que consideran su hogar... tan mal no se debe estar, ¿no?  Y desde luego, la ubicación es estupenda para mí: cerca del instituto, cerca del centro, cerca de la frontera con Gibraltar, playa en frente, Mercadona detrás, farmacia, ambulatorio... Todo a un salto de mata. Perfect!! (¿Qué? ¿No soy suficientemente positiva?)

Hablar del instituto no puedo habalr aún, así que me reservo el tema para una próxima entrada, una vez que haya empezado el curso. Referencias tengo, claro, y aunque es inevitable no hacerse a la idea de que no voy a tener otros "ÚNICOS", como en Salobreña, prefiero hacer el esfuerzo de no condicionarme por las referencias que otros me den. Al final, después, tienes que conocer a tus alumnos uno por uno y tratar de  sacar de ellos lo mejor que puedan ofrecer, del mismo modo que cada curso una debe tratar de sacar de una misma lo mejor que puedes dar. Solo espero hacerlo un poco mejor que el año pasado y así cada vez. A ver qué tal. Ya habrá tiempo de hacer valoraciones generales a final de junio. 

En fin, ya huele a aventura. Pero, en esta ocasión, me voy a permitir disfrutar del final de mis vacaciones con esta nueva sensación de paz que hasta ahora no había podido saborear, teniendo siempre la incertidumbre calando mis huesos hasta bien entrado Septiembre, esperando por un puesto. 

Lo cierto es que estoy pasando unos ratos muy agradables y, por cierto, tengo que agradecer esto a mi visita de estos días. Aunque en realidad llevamos todo el verano compartiendo momentos estupendos, por unos días, además, se queda en casa, haciendo posible que disfrute un poco más de esta nueva amistad. Ojalá solo sea el principio y que el hecho de que cada uno se vaya para la costa opuesta al final del verano, no suponga un fin. Pero si así fuera, solo quiero que sepas que lo he pasado muy bien y que conocerte me ha hecho un poquito más feliz. Me gusta la pimienta en casi todos mis platos y tú has sido la pimienta de mi verano, jeje... 

Bien, voy a continuar con mis cosillas. Hace un calor de averno, así que una duchita fría más se impone antes de dormir.

lunes, 15 de agosto de 2016

REQUIEM POR MI PIERCING

Pues sí, creo que después de diez años pegado a mi nariz, merece unas palabras de despedida al menos. 

Corría el año 2006, concretamente en el mes de julio de ese año, mi amiga por entonces, Natalia, me convenció para llevar un piercing, como ella, en la nariz. Era algo que me apetecía, pero en aquel momento, hacerlo para lucirlo a su lado me pareció un bonito detalle. Y es que en poco tiempo nos habíamos convertido en ineparables. La amistad no duró tanto como yo pensaba y ella pronosticaba, y no vale la pena entrar en detalles ahora sobre la decepción que me supuso, pero el piercing sí siguió brillando en el lado izquierdo de mi rostro durante todos estos años, y se ha convertido en parte de mí. Nunca aprendí a quitármelo, ni a ponérmelo, claro; y el otro día llegó el momento de lo primero. Me tengo que hacer una prueba médica en la que el piercing molesta, así que, no sin esfuerzo, me lo quité hace dos noches. Luego traté de colocarlo de nuevo, pero no lo he conseguido. Ya sé que puedo parecer bastante torpe, pero así soy yo. Y como lo mío no es aguantar dolor, después de unos cuantos intentos que me dejaron la napia roja y entumecida, decidí que, al menos por ahora, no habrá más adorno nasal. 

Reconozco que me siento rara sin notar mi joyita, que se dice pronto, pero en diez años pasan demasiadas cosas y todas las he vivido con ella de testigo: dejé de trabajar en la gasolinera para ponerme a opositar, logré entrar en la bolsa de interinos de secundaria y retomé mi vocación docente por fin, trabajando desde el 2008 en la pública. Pasé por el infierno de los recortes y el paro, y supe lo que era la verdadera felicidad el día que volvieron a llamarme para cubrir una nueva sustitución en Almería. También he descubierto que la felicidad hay que trabajarla, y que cuesta mucho en realidad. Porque desde que recuperé el empleo, el miedo a perderlo de nuevo siempre es una sombra que la empaña, aunque también es lo que hace que siga valorando la suerte de haber vuelto, a pesar de todo lo que pueda parecer a veces que me quejo. También he descubierto que, aunque muchos me digan que no debo quejarme, quejarme es bueno. Porque lo único que significan mis quejas es que sigo empeñada en mejorar mi situación, que no me he acomodado, que no creo que sea suficiente. Y bueno, si no pensara que fuera así, creo que todo se volvería muy aburrido, así que... todavía me queda mucho por luchar.

Mi piercing se ha mojado de muchas lágrimas en estos diez años: relaciones que no han funcionado, personas que me han dañado y amistades que, después de media vida, se esfuman, tal vez porque nunca debieron llamarse amistades. Pero también se ha adaptado a mi piel cuando he reído: muchas nuevas personas que he conocido, algunas que se han quedado ya conmigo desde entonces, llenando huecos del corazón que ellas mismas han horadado. Nuevos lugares a los que mi profesión me ha llevado, donde he vivido historias que de otra manera no hubieran pasado. 

En diez años pasan muchas cosas, y sobre todo, pasan muchas emociones. Una de ellas, sin ser algo malo, tampoco es del todo algo bueno: el apego. Sin ninguna duda, creo que lo más difícil de aprender para mí en esta vida es cómo amar sin que el apego me lastre, y si bien no puedo decir que haya descubierto ya cómo hacerlo, al menos puedo decir que reconocer la dependencia como algo no deseable, ya es un primer paso. Ahora toca trabajarlo. A veces me han obligado a hacerlo y os juro que no lo he pasado nada bien al tener que renunciar a gente o cosas que he amado con todas mis fuerzas, pero con el tiempo,tener que desprenderme de ello ha supuesto un crecimiento personal que no hubiera esperado. Así que cuando hace dos noches me quité mi piercing temiendo no poder volver a ponérmelo, como así ha sido, pensé que tenía dos opciones: ir a que me lo pusieran de nuevo, o vivir sin él aunque ahora me apene. Y puede que os parezca una tontería, porque en el fondo lo es, pero he decidido lo segundo sencillamente por hacer el ejercicio voluntariamente. 

Tal vez dentro de un tiempo, cuando ya pierda la importancia que ahora tiene para mí, vuelva a ponerme otro. Pero ahora, voy a acostumbrarme a mirar mi nariz desnuda de nuevo en el espejo y cada vez que vea mi reflejo sin brillito voy a decirme que he ganado contra el apego, contra esa manía de otorgar a otras cosas y otra gente que no sea yo misma el poder de hacerme especial. Independientemente del cariño que sienta o haya sentido por alguien, que no esté ya no puede hacer que me hunda. Mucho menos si se trata de las cosas que me hacen rememorar las vivencias con esas personas. El amor no es apego. El amor no te ahoga. En realidad, el amor que vale la pena es el que trasciende de las cosas, es el que te hace el corazón tan grande que ni un millón de millones de cosas podrían llenarlo. 

En fin, ya parece que se me ha ido la pinza divagando, pero sé bien por qué digo esto. Me lo digo. porque una vez más, este espacio no es más que una prolongación de mis convversaciones conmigo misma. Hoy un simple piercing me ha hecho reflexionar sobre lo que he aprendido no hace mucho, la verdad. Y aunque eso no quiera decir que mil veces más el apego tire de mí en otras ocasiones como la fuerza de la gravedad, trataré que la ausencia de mi piercing me recuerde las lecciones de estos años, sobre todo que siempre, lo mejor que me ha pasado es que no me pasara lo que esperaba que me pasara. O lo que es lo mismo, que no controlarlo todo es bueno, que el no apegarse a lo conocido es lo que me lleva a hacer nuevos descubrimientos y que este descubrir es lo que verdaderamente enriquece mi vida. Aunque de vértigo, aunque me sea tan difícil lo que para muchos parece tan fácil: dejarse fluir.

martes, 9 de agosto de 2016

MI SOL DE ALMERÍA

Hace una semana, a estas horas, llegaba a Almería para reencontrarme con mi amiga Mª del Mar. Hoy que, por fin, tengo un poquito de tiempo, vuelvo a hacer un stop en mi rutina veraniega para hacer mención a esta visita tan esperada. A penas veinticuatro horas para compartir "face to face" nuestras vidas, cosa que llevamos haciendo desde que Órgiva nos unió, aunque haya sido por teléfono. 

Una playa hermosa y una velada nocturna que se alargó hasta las cinco de la mañana. Me llevo el sol
de ese día en mi corazón y nuestra interminable charla que siempre me reconforta. Solo queria dejar por aquí escrito, lo que ya sabes tú  de sobra: que me alegro de conocerte, que eres una mujer estupenda y que, por más que no nos veamos, te has convertido en una de mis personas favoritas. Espero que tengas muy claro que siempre encontrarás una amiga en mí y que me alegraré de tu alegría y lloraré contigo si hace falta. Gracias por tu apoyo en algunos de mis peores días el curso pasado. Y gracias también por las risas, que son tan importantes.

Ojalá, aunque no sea con demasiada frecuencia, tomemos la costumbre de encontarnos de vez en cuando, porque te aseguro que hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un zumo de naranja y una tostada. Te quiero mucho, guapa. Te mereces lo mejor de la vida y lo vas a tener. Estoy completamente segura. Un abrazo, siempre.

sábado, 30 de julio de 2016

TRIBUTOS

Mis vacaciones de verano están ya en su punto medio. A un mes de que la rutina del trabajo se imponga, he hecho un alto en mis mañanas de arena, mar y lectura, y he cambiado tan agradable tarea por quedarme en casa al "calorcito" del ordenador. Pero algún día tenía que ser, que después lamentaría no haber dejado en mi álbum de recuerdos, la muestra de estas noches, que, sin duda, han puesto más notas de alegría a las, ya de por sí, anheladas vacaciones estivales. 

¡Qué bien lo he pasado cantando y bailando al son de las canciones de mi adolescencia, junto a Carlos y Fernando! Disfrutamos como hacía tiempo con La Hija de la Luna, que así rindió homenaje a Mecano. ¡Y qué gustazo volver a volverme loca con la música de mi vida entera, rememorando una vez más los momentos en los que The Beatles han sido la banda sonora de todos ellos! En esta ocasión, arrastré al evento a
mi sufrida hermana y también nos acompañaron Rocío y Luis, y Reme, a la que me alegré de ver inesperadamente a última hora. A pesar de no ser para mi hermana lo mismo que para mí, he de reconocer que la tía iba dispuesta a que yo lo disfrutara porque, vaya, bailamos antes de que nadie más se animara y cualquiera hubiera dicho que era una fan, fan... Gracias a los Escarabajos por exitir y hacer posible que alguien como yo, que nunca tuvo la oportunidad de asistir a un concierto real de los Beatles, lo pueda imaginar de esta forma. 







Os dejo unas cuantas imágenes de recuerdo, aunque lo mejor no está en este pequeño vídeo, lo mejor es justo lo que no está: cuando nos olvidamos de hacer fotos porque estábamos dando botes y desgañitándonos, rendidos ante la magia de las canciones que alguna vez, y siempre, nos han hecho volar.

lunes, 11 de julio de 2016

PEDACITOS I

Porque no siempre encuentro el tiempo y las ganas necesarias para encender el ordenador y pasar un rato frente a la pantalla, pero sí hay momentos de letras escritas en cualquier pedacito de papel, momentos de acordarte de alguien o de entenderte a ti mismo con una especial clarividencia . Porque en esta ocasión ha ocurrido así, un mes de junio que parece que no ha existido porque no haya escrito algo en este saco de recuerdos y sentimientos, y sin embargo, ha estado lleno de acontecimientos: Un estresante final de curso, con examen de oposiciones incluido, una vuelta a casa llena de ilusión por estar rodeada de mi gente, de mis cosas, de mi playa y de mi pueblo. Así que, aquí van los pedacitos que se me quedaron sin tener su propio momento, pero que momentos fueron, al fin y al cabo.

BAÑADOS DE FELICIDAD



¡Y pensar que aquel silencioso milagro ocurría cada día! Ese baile de colores y cielo se derrama sobre nuestras mejores horas de sueño. Y con nuestros ojos cerrados, nuestro corazón no siente que se pierde la maravilla. Pero, en la playa desierta, aquel amanecer de verano nos sorprendió amándonos; y, por fin, bañados de felicidad, nosotros lo sorprendimos a él mirándonos.



LÁGRIMA

Resbala, silenciosa, la muestra inequívoca de la derrota; húmeda materialización de la incontenible tristeza; sal luctuosa que escuece en cada poro de piel que baña.
Cae, tímida y solitaria por un momento; llama a sus hermanas que, sin dudarlo, acuden tras ella para convertirse en mi llanto: un río de sueños rotos.



PARTICIPAS
 
Y seguirás partcipando, no te vas a quedar tras la barrera, no puedes, aunque no sepas si tienes alguna opción de ganar, ya, a estas alturas, sabes que solo se pierde si no se participa. Porque no hay juego más incierto, no hay barco más dispuesto a cambiar de rumbo en cada soplo de viento, y el viento de tu historia es una masa de aire caliente que se arremolina desordenado cuando le golpea el frío, pero nunca sabes la forma que adoptará tras las tormentas. Solo sabes que, independientemente del destino, en cada remanso en el que has tenido oportunidad de rearmar la nave, has descubierto que los daños que creiste que tendría, ni fueron tan graves, ni fueron, después de todo, daños. Adquiriste más de lo que perdiste. Por eso, sigues adelane, participas, porque cada vez tienes más claro que ganar es una palabra sin sentido. Ganar es vivir. Solo eso. 


 




viernes, 27 de mayo de 2016

SHOW ME MY SILVER LINING



A veces, escuchas una canción mil veces y dices: «Me gusta», pero no le echas más cuenta. Y un día, la vuelves a escuchar y te paras a atender, no sólo a la música, sino a la letra. Curiosamente, la letra, ese día, es justo lo que necesitas oír. Entonces, la canción te enamora.

A veces, esta profesión que he elegido te deja amargura en el cielo de la boca. Sin duda, esta recta final de curso está siendo bastante empinada... La sensación de fracaso con ciertos alumnos que han ocupado hasta el tiempo de mis sueños, la ingratitud de la adolescencia, mi falta de serenidad ante ciertas situaciones...Bueno, ayer sentía el peso de una montaña entera sobre mi espalda.

Sin embargo, cuando peor están las cosas y ya sólo puedes decir que no puedes más, cuando bajas la guardia y permites que otros te ayuden, entonces, la carga comienza a perderse. Alguien, o algunos «alguien», te dan un abrazo de comprensión, saben exactamente lo que sientes, porque también ellos han sentido alguna vez exactamente lo mismo. Así que me muestran de nuevo mi rayo de sol y las lágrimas sólo dejan la sal en mi piel para limpiarla. Ahora tengo que mantener my silver lining. Y no voy a seguir el camino fácil. Abandonar no es una opción.

Gracias a mis compañeras Lucía y Cristina, por su empatía y a Rosario, por un abrazo sincero en el peor instante y, especialmente, a María José, por estar tan pendiente de mí desde que me conoció. A todas vosotras os dedico esta noche esta canción. Espero que os guste tanto como a mí.


domingo, 10 de abril de 2016

HERE COMES THE SUN

Aunque hoy vuelve a estar nublado y hasta ha llovido, está claro que la primavera está ya poniéndome el Sol en la cara. Es el tiempo en el que las ganas de pasarlo bien supera todo lo demás y este fin de semana ha sido el pistoletazo de salida. Mi "compi" (otra adquisición en esta aventura chiclanera) no había tenido una buena semana, así que el viernes me propuse estar a su disposición para alegrarnos el inicio de las jornadas de desacanso, así que tras mi previa visita al dentista en Coníl y un buen paseo que aproveché en darme por allí, me puse mona y me fui a recogerlo al instituto. Nos fuimos al Puerto de Santa María. Compi, te lo digo, esto de coger yo el coche, por la noche y a un
sitio que desconozco, nada más que lo hago por ti, jejeje. Pero no me arrepiento. Cenamos en un sitio muy chic, tomamos una copa en un barecillo donde no conseguimos bailar y conocí a un nuevo amiguito que, a pesar de ser, para mí, un chiquillo, me ha llegado al corazón en dos minutos. Me alegro de que, al final, decidieras venirte a Chiclana, porque ayer pasamos una tarde estupenda. Mi Aurorita y Paco también vinieron a hacerme una visita, así que, de manera improvisada, tuve la mesa del porche por fin llena de gente, disfrutando de una comida playera, más improvisada aún.

Y es que, aunque el Sol ya pica, el viento que siempre hace por aquí, no invita mas que a pasear un rato por la playa, lo de tumbarse en la arena a tostarse lo vamos a tener que posponer, aunque, nda nos impide tratar de colorear nuestra piel en un lugar más resguardado de Eolo, como pudo ser, de nuevo, el patio de mi casa de alquiler. ¡Qué ratito más a gusto, chicos! No hay nada como tomarse un cubata tranquilito, conversando y echando unas risas al Sol. 



Os puedo asegurar que tuve uno de esos momentos de felicidad del que eres consciente y, entonces, te lo callas, para disfrutarlo por dentro. Una amiga que, con el tiempo, me demuestra una y otra vez que tengo un tesoro; su amor, que me recuerda que todavía hay gente que se enamora; un "compi" que está claro que ya va a ser otro de esos tesoros: alegre, leal y loco; y un cielo de niño que me recuerda, en cierto modo, a la chiquilla que también fui. Alguien que cree que ya ha pasado por muchas cosas en su vida, pero que no sabe que acaba de empezar a sentir. Alguien que defiende sus valores con uñas y dientes, sabiéndose en posesión de la honestidad y haciendo de ella su bandera, sin que haya aprendido aún que su verdad, por más pura que sea, no es la única que existe. Me hace sentir una especial ternura, porque alguna vez, incluso ahora, de vez en cuando, todavía siento como él. Es precioso, y sé, por otra parte, que mucho habrá de aprender que, desgraciadamente, hará que la visión de su mundo de blancos y negros se llene de tonos grises intermedios, y no será malo, será madurar, pero, a veces, solo a veces, desearía que lo blanco y lo negro aún se distinguieran tan bien. Indudablemente, la suavidad de los grises, conocerlos y apreciarlos, hace que el espíritu se calme. Pero qué vitalidad hay en el radiante blanco, cuando además contrasta tan indecentemente con el absoluto negro. Así es más fácil huir de la oscuridad, ¿verdad?

Bueno, gracias a todos por este cóctel extraño que se inventó ayer en mi casa. Tal vez se repita o quizás nuca vuelvan a juntarse todos los ingredientes a la vez. Por si acaso, sirvan estas letras de recuerdo y, sobre todo, como os decía, de agradecimiento. Lo pasé realmente bien. Mil besos de chispeantes estrellas.


lunes, 4 de abril de 2016

MIGRAÑA, JAQUECA... O LA MADRE QUE LA PARIÓ

Nada que no ocurra cada mes... Jaqueca pre-menstrual que cada vez, por cierto, se hace más "pre", habiendo tenido ya la semana pasada un día gozoso de migraña punzante; y más "post", que tampoco descarto ya, por la experiencia, que haya algún episodio, transcurridos "mis días". ¡¡¡Arrrgggg!! ¡Que ésa es otra! Por si no fuera ya jodido pasar la puñetera jaqueca, más los dolores de ovarios que acompañan a mis benditas reglas, encima, si tengo a bien comentar (aullar) mi dolor delante de según qué compañero de género, obviamente, masculino, tengo que aguantar esa mirada (cuando se queda solo en mirada) despreciativa, como si el dolor que me está torciendo el rictus no lo mereciera. No voy a generalizar, que no me gusta, pero ya me guataría a mí ver a unos cuantos de estos pocos empáticos individuos de mi misma especie, padeciendo todos los meses lo que la mayoría de las mujeres tenemos que padecer sin dejar por ello de hacer nuestro trabajo como si no nos ocurriese nada. Está claro que no nos vamos a dar de baja cada mes por estar menstruando, y, señores, creo que bien he demostrado que, con dolor o sin él, no he faltado a mi trabajo nunca por este motivo; pero, cuando el umbral de ese dolor se traspasa... ¡joder!, ¡por menos sé de otros que sí lo han hecho!

Esta mañana de lunes me he levantado con el cuerpo agarrotado, signo premonitorio de lo que iba a ocurrir. He ido al tajo como siempre, a enfrentarme a la jauría que tengo por alumnos y he aguantado como una jabata hasta que faltaba un cuarto de hora para la salida de clase. Llegado este punto del día, la jaqueca había llegado a tal nivel, que cerraba los puños en torno a los brazos de mi silla y les decía a mis niños que por favor no gritaran (cuando tan solo estaban hablando), que me iba a estallar la cabeza. Lo malo es que el día no acababa a las dos y media. Como ya sabéis tengo este año también horario de nocturno, y los lunes vuelvo al instituto a las cuatro, saliendo a las siete y cuarto, aunque tan solo imparto una clase presencial. Pero, al llegar a casa con la intención de comer algo y meterme un ibuprofeno entre pecho y espalda, he vomitado un desayuno que mi estómago no ha sido capaz de digerir, por lo visto. Y a esto se le ha sumado un ligero mareo que pronto se ha convertido en casi un coloque psicodélico. Así que, en vista del panorama, he llamado al jefe de estudios y le he explicado la situación. Para mí es obvio que lo único que puedo hacer es apagar luces y cerrar los ojos, pero mi jefe me ha recordado que tengo que ir al médico para justificar mi falta laboral (que conste que ya he hecho hoy dos tercios de la misma)... y digo yo: si estuviera en condiciones de coger el coche, de estar bajo la luz de fluorescetes y aguantar en pie las horas que sean hasta que me atiendan en una consulta, en vez de ir a la consulta, iría a trabajar... que, por cierto, tardaría menos en acabar. 

En fin, odio tener que justificar este tipo de dolencias teniendo que ir al médico, cuando todo el mundo sabe que el médico lo único que te va a decir es que te metas en la cama y que "duermas la mona" con algún analgésico. Total, es lo que he tratado de hacer. En ese momento en el que hablaba con mi jefe, me dolía tanto que le he dicho que ya vería cómo solucionaba después lo del justificante de las narices.

Pero el sueño no ha sido para nada reparador y, por eso, desesperada y pensando que me tocaría pasar por urgencias mañana, perdiendo así un precioso tiempo del que no dispongo, me he dicho que mejor sería, después de todo, ir en busca del justificante, que no de la solución a mi padecimiento, a las jodidas urgencias. Y es que, como también sabéis, estoy fuera de Málaga este año, y no he querido hacer cambio de médico, entre otras cosas, porque estoy pendiente de ciertas citas en especialistas en Málaga que no me darían si no tuviera mi médico de cabecera en casa. De hecho, tengo cita a finales de mes, aprovechando que iré para el puente de mayo, por este motivo de incremento de intensidad de las migrañas.

Así que, a urgencias... He puesto en el gps la dirección que una compañera me ha dado, pero se ve que esta mujer no pisa la seguridad social, pues el gps me ha llevado a un centro médico, pero privado. A todo esto, como la dirección era de pleno centro, he optado por aparcar en un parking privado que me ha cobrado por el primer minuto 2,50€, claro que esto es la letra chica, que yo, con mis mermadas capacidades de hoy, solo he leído lo que el letrero gigante de la entrada del parking decía: 1,35€ la hora. Pero no adelantemos, que esto ha sido el remate de mi aventura hacia los servicios de urgencia en pos del justificante de los cojones.

Cuando he llegado al centro médico, no sin que antes un viento huracanado me haya roto el paraguas y consecuentemente la lluvia me ha calado hasta los huesos, la recepcionista me ha confirmado lo que el aspecto del lugar ya me había hecho deducir: que aquello de seguridad social, ni de coña. Pregunto entonces a la simpática chica dónde están las urgencias públicas y me indica... para desgracia mía, me tocaba caminar bajo la lluvia algo más. 

A lo lejos, vislumbro el icono de la junta de Andalucía que como un faro verde me guía hasta mi objetivo. Antes hay que cruzar un puente... el Puente Azul... en realidad, Puente del Quinto Centenario, pero ya se sabe que en los pueblos son más prácticos: ¿no es azul? Pues a qué tanto nombre rimbombante. Puente Azul y punto. En lo que a mí se refiere: El Jodido Puente. Y es que no he logrado encontrar el paso peatonal al otro lado en menos de cinco minutos. Esto puede parecer poco tiempo, pero no os olvidéis de que llovía, mi paraguas estaba inutilizado por la acción del viento y el parquímetro arruina-vidas seguía corriendo despiadado.

Ya en el otro lado, me hierve la sangre al ver la cantidad de espacio libre para aparcar del que dispone el centro y donde no hubiera tenido que pagar ni un céntimo, pero bueno, lo que importa es que ya he llegado y, con un poco de suerte, consigo pronto el papelito y descanso en paz...

Sí, sí... ¡Y una leche! Al llegar a la puerta del centro, me encuentro que está cerrado, y un letrero mediocre reza que el horario de tarde es de lunes a viernes a partir de las 20.00 horas... ¿¡URGENCIAS!? Yo es que no doy crédito. Si realmente tuviera una urgencia médica, tendría que esperar hasta las ocho para ser atendida. ¡Cuídense de no estar muriéndose en Chiclana! Aunque, todo hay que decirlo, desgraciadamente no es el único pueblo donde los recortes de una crisis que algunos se empeñan en decir que ya ha pasado, se dejan notar en cosas tan esenciales como la atención sanitaria  y la educación. Ole por España, sí señor.

La rabia me ha subido hasta las mismísimas neuronas inflamadas de mi encéfalo y la imagen de mi jefe de estudios se ha instalado en medio de todas ellas como si de una diana se tratase. En el camino de vuelta al coche que, tras reorientarme después del lapsus de conciencia temporal que he sufrido, he conseguido retomar gracias a una amable señora, cada punzada de dolor han sido dardos virtuales a la frente de ese capullo de jefe que me ha instado a ir a por el puto justificante, en vez de decirme, "métete en la cama y recupérate". 

En fin, he dejado a la amable señora en la puerta de su casa, que es lo menos que podía hacer después
de acompañarme hasta el coche perdido y de cambiarme un billete de veinte para pagar en la máquina del parking, que hasta eso ha tenido que ser un problema esta tarde. Luego, he cogido el camino de casa, y he pensado que  peor no podía estar después de la hora y media que ha durado esta pesadilla, así que, descartado un segundo ibuprofeno, le he dado una oportunidad a algo que nunca falla: una buena cerveza fría, ¡qué carajo! Y eso he hecho, tomarme una cerveza tumbada en el sofá y esperar a que la inminente menstruación llegara, a ver si así pasa ya la jaqueca pre-menstrual a la que tanta poca importancia ha dado mi estimado jefe de estudios. Mañana tocará volver a por el papelito que justifique mi única hora de ausencia de las siete que constaba hoy mi jornada. No, no me lo he montado bien, más me hubiera valido ir a dar mi clase vespertina.

sábado, 19 de marzo de 2016

RIMA VII. FELICIDADES, PAPÁ.

Desde otro ángulo, esto te dije aquel luctuoso día en el que te despedimos, desde otro ángulo, pero las mismas estrellas veríamos. Y así lleva siendo todos estos años, porque miro al cielo cada vez que te extraño, o miro hacia dentro, donde cada recuerdo es tan brillante como los mismos astros. No hace falta que sea diecinueve de marzo para añorarte, y para celebrar que tuve un padre al que admiré y quise y aún quiero sin importar el pequeño detalle de que estés muerto,  pero, supongo que influenciada por el bombardeo de publicidad de regalos para el día del padre, anoche, después de la cena con mis amigos, después que todos se fueran, mientras fregaba los platos, me empecé a acordar de todos los regalos que, de niña, te hice. Los del "cole", je, je, que no hay otros que se hagan con más ilusión. Una funda de fieltro para que llevaras tus zapatillas en tus viajes (que si no recuerdo mal, mamá tuvo que descoser y rehacer porque me salió hecha un asco), un barquito hecho con pinzas de la ropa, para meter cosillas de tu mesa de despacho (aunque siguieron habiendo muchos más clips bailando entre papeles que dentro de aquél artilugio destartalado)... Bueno, en el colegio estuve ocho años, así que ocho de estos "handmade", que además eran calificados para la asignatura de plástica. 

Pero, sin duda, el de sexto fue el mejor. Fue un intercambio que me dejó una sensación que nunca me ha abandonado. Uno de esos recuerdos con brillo de diamante, ya sabes. Hace poco que lo he comentado por aquí, pero hoy es, tal vez, mejor momento para rememorar aquel instante. No te imaginas las veces que tuve que repetir aquel dibujito, porque tu hija, precisamente dibujar, lo que se dice bien, no dibuja (si no me crees, pregúntale a mis sufridos alumnos..., que menos mal que ahora tenemos tecnología que suple mi falta de arte). De hecho, mi maestra fue quien me aconsejó que buscara un texto que me gustara e hiciera el cuadro, objeto de regalo de aquel curso, maximizando el texto y minimizando la ilustración. Así fue como me fui a mi libro de lectura: SENDA, y busqué algo que me gustara y que pudiera gustarte a ti, y así fue como me decidí por Becquer y su arpa.

La "seño" de sexto, mi querida Mariquina, fue la primera profe que hizo que me encantaran las mates, pero, aquel día del padre, tú fuiste quien me hiciste pensar sobre los mensajes ocultos de los poemas. Hasta de una poesía tan sencillita como esta, siempre, además de lo obvio, existen otras lecturas que dependen exclusivamente de lo que siente el que las lee. Eso fue lo que me enseñaste aquel día cuando, al abrir y ver mi regalo, tú me regalaste el resto de las rimas y leyendas de este romántico. 

He de decir, que soy más lectora  de prosa, lo reconozco, pero, de vez en cuando... bueno, de vez en cuando sigo buscando los mensajes secretos de las poesías. Hoy, para ti, como cuando tenía doce años, te vuelvo a regalar el arpa. ¡Qué no se olvide!


                 VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
 
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
 
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
                                               que le diga «Levántate y anda»!

jueves, 17 de marzo de 2016

CARRETERA Y MANTA...SEMANA SANTA

Mientras las vacaciones preferidas de cualquiera son viajar a alguna parte, las mías son, sin duda, volver a casa. Tres meses hace que no piso Málaga, que no disfruto de mi gente y que no respiro el olor de mi cama. En veinticuatro horas cojo coche y pongo rumbo al hogar. Una semanita que llevo esperando con ansia desde hace buen rato. He terminado de hacer la maleta, en la que me llevo el invierno que ya dejaré guardado en el armario y me traeré a cambio la fuerza nueva de la primavera.

Ya hay planes de reencuentros con los amigos de siempre, e ilusión por lo nuevo y los nuevos momentos. Gracias a todos por esperame con los brazos abiertos y un buen vino tinto con el que celebrar mi regreso. Será cortito, pero después de la semana Santa ya sólo queda el último tirón. Lo peor del curso ya ha pasado y hoy ya puedo notar como mi ánimo se viste de cambio.

No tengo muchas palabras hoy, sí buenas expectativas y sí una gran sonrisa. Hasta mañana. Tic tac, tic tac...

sábado, 27 de febrero de 2016

OLE, OLE, OLE, HE IDO A VER THE HOLE

Pues sí, hace a penas diez minutos que he vuelto de Cádiz, de disfrutar de The Hole en el teatro Falla. Así que super feliz. Original, transgresor, interactivo; fusión de circo y cabaret con números espectaculares, a la par que sensuales hilados con el humor... 
Realmente lo he pasado fenomenal. Luego, tapas y cañas en el barrio de la Viña rememorando las tres horas de sonrisa que nos ha brindado el show... Maravillosa forma de empezar el fin de semana, aunque realmente mi buen humor empezó ayer...

Hoy, a pesar de que las presiones que me acechan, siguen estando muy presentes, me he levantado con unas energías renovadas, y es que en esta vida interina mía, en muchas ocasiones, lo peor es sentirte lejos de todos y de todo. Hasta cuando la situación va bien, se echan de menos las buenas amistades, pero si además llegas a un bache en el camino, entonces todo se puede hacer muy cuesta arriba. Así que cuando alguien nuevo aparece y suena ese click en mi corazón que me dice: «encaja», sólo puedo celebrarlo y ser feliz. 

Llevaba ya cosa de un mes bastante de bajón. Hasta el último momento he estado indecisa en cuanto a ir a Málaga en este puente, pero mi bolsillo no anda boyante y tomé la decisión de quedarme. Pensaba quedar con un viejo amigo, pero al final me llevé la decepción de que no podría ser, así que no pintaba muy bien estos días de ocio. Pero, como suele decirse, si se cierra una puerta, se abre una ventana. Lo cierto es que la ventana viene acompañada de un aire fresco que me ha removido el alma. 

Lo mejor de recorrer Andalucía trabajando de Instituto en Instituto es que, a veces, sucede que encuentras perlas, ya lo he dicho en otras ocasiones. Así que ya puedo hacer una pequeña lista de personas que serán ya por siempre parte de mí. Algunas veces, el destino me permite volver a compartir físicamente momentos nuevos, otras veces les hecho de menos y hablamos por teléfono anhelando que entre nuestras palabras hubiera una caña de separación y no kilómetros de carretera, pero, el cualquier caso, cada cual en su momento, fueron uno de esos clicks que para siempre quedarán adheridos a mis sentimientos. No es frecuente, pero cuando ocurre, sucede repentinamente, sin esperarlo.

A veces, como ahora, después de un trimestre, un buen día, en una quedada como tantas de compañeros, de esas que se hacen por no estar solos, un comentario en una conversación inesperada, hace que sepas que esa persona va a ser una de esas perlas. Si además, como ahora, sucede en el peor momento del curso, cuando más sensible, irascible, agobiada y desubicada me encuentro, la perla vale el doble. 

Compartir contigo el desayuno ayer junto a la playa ha sido lo mejor que me ha ocurrido en este mes. Porque esas dos horas han sido el principio de una amistad y somos conscientes de ello. Por eso he brindado esta noche y ni la lluvia ha deslucido lo bien que lo he pasado. The Hole ha sido la guinda, pero aún no nos hemos comido el pastel.

Qué bueno que no te ha  resultado nada difícil hacer que me sienta bien. Qué bueno darme cuenta de que he hecho exactamente lo mismo por ti. Qué fantásticamente bueno es que nos salga sin más, porque te juro que en ocasiones lo más fácil parece ser lo más difícil. Así que es un alivio no tener que esforzarme por disfrutar de tu compañía. Voy a dormir, y me voy a la cama sabiendo que mañana, en cualquier momento, surgirá algo que compartir.  






Hay que entrar en el agujero para salir del agujero...