sábado, 19 de marzo de 2016

RIMA VII. FELICIDADES, PAPÁ.

Desde otro ángulo, esto te dije aquel luctuoso día en el que te despedimos, desde otro ángulo, pero las mismas estrellas veríamos. Y así lleva siendo todos estos años, porque miro al cielo cada vez que te extraño, o miro hacia dentro, donde cada recuerdo es tan brillante como los mismos astros. No hace falta que sea diecinueve de marzo para añorarte, y para celebrar que tuve un padre al que admiré y quise y aún quiero sin importar el pequeño detalle de que estés muerto,  pero, supongo que influenciada por el bombardeo de publicidad de regalos para el día del padre, anoche, después de la cena con mis amigos, después que todos se fueran, mientras fregaba los platos, me empecé a acordar de todos los regalos que, de niña, te hice. Los del "cole", je, je, que no hay otros que se hagan con más ilusión. Una funda de fieltro para que llevaras tus zapatillas en tus viajes (que si no recuerdo mal, mamá tuvo que descoser y rehacer porque me salió hecha un asco), un barquito hecho con pinzas de la ropa, para meter cosillas de tu mesa de despacho (aunque siguieron habiendo muchos más clips bailando entre papeles que dentro de aquél artilugio destartalado)... Bueno, en el colegio estuve ocho años, así que ocho de estos "handmade", que además eran calificados para la asignatura de plástica. 

Pero, sin duda, el de sexto fue el mejor. Fue un intercambio que me dejó una sensación que nunca me ha abandonado. Uno de esos recuerdos con brillo de diamante, ya sabes. Hace poco que lo he comentado por aquí, pero hoy es, tal vez, mejor momento para rememorar aquel instante. No te imaginas las veces que tuve que repetir aquel dibujito, porque tu hija, precisamente dibujar, lo que se dice bien, no dibuja (si no me crees, pregúntale a mis sufridos alumnos..., que menos mal que ahora tenemos tecnología que suple mi falta de arte). De hecho, mi maestra fue quien me aconsejó que buscara un texto que me gustara e hiciera el cuadro, objeto de regalo de aquel curso, maximizando el texto y minimizando la ilustración. Así fue como me fui a mi libro de lectura: SENDA, y busqué algo que me gustara y que pudiera gustarte a ti, y así fue como me decidí por Becquer y su arpa.

La "seño" de sexto, mi querida Mariquina, fue la primera profe que hizo que me encantaran las mates, pero, aquel día del padre, tú fuiste quien me hiciste pensar sobre los mensajes ocultos de los poemas. Hasta de una poesía tan sencillita como esta, siempre, además de lo obvio, existen otras lecturas que dependen exclusivamente de lo que siente el que las lee. Eso fue lo que me enseñaste aquel día cuando, al abrir y ver mi regalo, tú me regalaste el resto de las rimas y leyendas de este romántico. 

He de decir, que soy más lectora  de prosa, lo reconozco, pero, de vez en cuando... bueno, de vez en cuando sigo buscando los mensajes secretos de las poesías. Hoy, para ti, como cuando tenía doce años, te vuelvo a regalar el arpa. ¡Qué no se olvide!


                 VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.
 
¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!
 
¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
                                               que le diga «Levántate y anda»!

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