viernes, 31 de octubre de 2014

OTRA VEZ EN BLANCO...

Se van, impasibles, sin mostrar compasión. Se van, pero antes se pasean alrededor, burlándose, mofándose. Se ríen al pasar, se van, pero no lo hacen en paz, dejan tras su rastro la angustia, preguntas, pasiones, deseos y lamentos, ideas, ilusiones, reproches, preguntas, ¿ya lo he dicho?, bueno, es que siempre hay algunas más; y cuando acaban, las preguntas, digo, vuelven para asolar nuevamente, para devorar, para devorarme por dentro, hacia dentro, hasta dentro... 

Se van por más que trate de retenerlas, por más que suplique que se queden, y cuanto más me quejo, cuanto más lloro su marcha más rápido se alejan, se pierden, pero les da igual, solo siguen su camino aunque no tengan destino, sin objetivo. Se pierden sin más, sin ningún provecho. ¡Qué desperdicio! 

Casi me rindo, después de tanto luchar por atraparlas sin ningún éxito, por fin el agotamiento me vence, casi, pero todavía, desde el abismo de donde jamás regresan, lanzan su grito acampanado una vez más, para que no caiga del todo, para que no me consuele el sueño, para que aumente mi angustia por la aurora, para que no olvide que se están yendo, para que continúe lamentando que luego vendrán otras, las del día después de esta noche insomne, las que desearé no tener que pasar, que también me torturarán, éstas NO queriendo irse, haciéndose eternas, golpeando su tic tac en mi cabeza hasta creerme enloquecida. 

Minuto a minuto, segundo a segundo, inexorablemente, las horas se van.


(¡Menuda siesta voy a tener que darme mañana! Son las cuatro y media de la madrugada y mi desperador ha de sonar a las siete...¡Voy a morir!)


miércoles, 22 de octubre de 2014

CON MIS PASOS

A lo lejos, alrededor, todo parece desarrollarse a cámara lenta, desean, ellos, los detalles, que los perciba sin perderme ninguno, parece que esperan que me acerque para terminar de producirse. Mi sombra, mi cómplice alargado, que lo es más y más a cada paso, me mira cuando yo la miro y aunque no puedo ver sus ojos sé lo que siente, lo sé aunque a veces quiera quedarse detrás. Ahora está ahí, justo detrás y las dos, sin pararnos, ella y yo, sentimos la brisa caliente, nos ha atrapado, nos abraza por un instante y nos rebasa, ahora abraza lo que hay por delante. Arranca un puñado de hojas de un arbusto y ellas caen, es que es otoño, aunque hoy el otoño esté jugando a esconderse. Las hojas, ocres, desprovistas ya de vida, se desprenden, tranquilas, sin traumas, flotan, se alejan suavemente sin lamentarlo, igual que, pienso, mis sueños, se desprenden y se alejan porque es otoño aunque aún sienta el calor en la piel, aún. El calor no engaña al viento del otoño, ni a las hojas que saben que han de dejar de vivir, ni a los sueños que no deben ser más que eso, sueños.

sábado, 18 de octubre de 2014

BURBUJAS DE SENSUALIDAD



 La música siempre nos hace sentir, aunque nunca antes la había sentido así. Cada tema un regalo que ha sido, al final, una travesía inolvidable. Gracias por este  viaje inesperado.

"Escucho el gorgoteo dentro del cristal mientras el vapor se abre camino impregnando con su sabor mis sentidos. Cuando me aclimato a la extraña realidad que descubro, pasa la inquietud y me acomodo sobre él. Recuesto mi cabeza sobre su pierna, mi boca deja de hablar para que hablen los besos, dejo de oír el ruido para empezar a escuchar la música y cierro los ojos para mirar con la piel. Dejo que esa música se haga grande, inmensa, que se despedace en mil sensaciones que penetran por cada poro entre él y yo.

Sus manos se aprietan en torno a mi cuerpo, como si yo fuese el instrumento del que tuvieseque extraer esas notas, ese timbre, tal y como él las está percibiendo. Mientras, yo, en cambio, transformo el ritmo y la melodía en danzas que solo yo imagino, a veces melancólicas, otras alegres, ligeras como nubes o con la fuerza de la crudeza. Vuelo. Lo siento todo fuera de mí como si estuviera ocurriendo muy lejos. Sin embargo, todo ocurre con una intensidad inaudita justo dentro.

Su voz me devuelve al tiempo. Lo escucho, sonrío y un segundo más tarde vuelve a acompañarme al infinito. Me acompaña en silencio y deja que sea feliz para mí.



De pronto, los bailes de mi cabeza mueven mis pies. Primero siguen el ritmo sin levantarse, pero la necesidad los hace abandonar el recato y, por fin, convencen a mis caderas, a mis manos, que se unen en lo clandestino, allí bailan mis dedos. Los suyos se les unen en esa cálida sala de baile. La música retumba en mi vientre. Me rindo ante ella, me rindo ante todo. Definitivamente deseo levantarme y bailar. Bailo ante su mirada atenta pero mis ojos continúan cerrados. Yo sigo contorneándome egoista, solo para mi disfrute. No controlo mis movimientos, no los estudio, no los decido. Solo vuelo a pesar de no dejar de rozar el suelo.

No hay de qué preocuparse. No lo abandono. Pronto mi boca también desea danzar en él. Lo hace rítmicamente, delicada, pero demostrando firmemente que anhela acompañarlo. Nos acompañamos en ese Universo paralelo que hemos creado donde la materia y la energía no son más que pura sensualidad."

lunes, 6 de octubre de 2014

DE SANLÚCAR A SANLÚCAR Y, A LA VUELTA, MATALASCAÑAS...



Otro fin de semana de diez, y aún o ha terminado. Aprovecho un rato de relax en casa, mientras que mi visita trastea con su teléfono y formatea el mío antiguo.  Dentro de un rato iremos a recorrer el pueblo y a tomar unas tapillas, “a la fresquita”, que aunque estemos a cinco de octubre, ¿quién dijo otoño?, este fin de semana vuelve a ser agosto en el occidente de Andalucía.

Y así debía ser, claro; que el viernes tenía intención de coger coche y ya sabéis de mi animadversión a las carreteras que no conozco, así que la lluvia no era bienvenida y, como buena chica obediente, atendió a mis órdenes y se quedó en algún otro lugar (creo que escuché que en Granada diluvió…).
Así pues, minutos antes de que sonara el timbre para avisarnos a profesores y alumnos de que la parte laborable de la semana concluía, y antes de que la jauría de chiquillos asaltara el patio de camino a la salida del instituto, yo arrancaba  mi cochecito y tomaba, feliz, rumbo a Sanlúcar de Barrameda. 

Cuatro años y medio más o menos hacía que no volvía allí. Ahora, la escusa de visitar a un buen amigo en su convalecencia me ha brindado la oportunidad de reunirme, además, con mis antiguos compañeros del instituto El Picacho y volver a pasar un rato muy agradable con ellos, y sobre todo, volvérmelo a pasar pipa con mi amiga Aurora. No importa haber roto unos zapatos  camino de vuelta a su casa y haber acabado comida por los mosquitos como no recordaba desde mis días en Colombia, ha valido la pena gastarme el dinero en reponer mi cazado
y soportar durante una semana la comezón de las picaduras. He podido ver que mi amigo se recupera satisfactoriamente de su operación, lo cual me tranquiliza y me alegra sobremanera. Aún le queda por delante así que espero que mi visita haya cumplido su objetivo, que era darle todo el cariño y el ánimo que merece. Por otro lado, por fin le he devuelto a mi amiga la visita que le debía ya desde hacía años y he vuelto a hacer un poco el loco con ella, riendo, bailando y bebiendo, tras disfrutar de esa puesta de Sol mágica que tan merecidamente enorgullece a los sanluqueños. Hasta hubo tiempo para robarle a ese Sol unos cuantos rayos más para tostar nuestra piel al día siguiente antes de almorzar. ¡Qué bien me ha sabido ese rato de playa! Y es que, lo he dicho más de una vez, somos animales de costumbres y aunque nos adaptemos a otros hábitats, el que es de costa, costa quiere, necesita y desea. Si todo va bien y esta sustitución sigue yendo como debe ir, cumpliré la promesa a mi amiga y
volveré en otra ocasión a repetir otra parrandita como esta. ¡Qué bueno!
Regresé a Sanlúcar la Mayor el sábado a la tarde, con el tiempo adecuado para hacer una pequeña compra en el supermercado, darme una buena caminata para compensar los excesos alcohólicos de la noche anterior y para cocinar hasta un bizcochito para mi visita del domingo, eso, además de corregir los últimos exámenes que me dejé pendientes. Como es lógico, cuando caí en la cama dormí como una bendita, cosa que también es motivo para congratularme dadas mis habituales noches insomnes.
Esta mañana, tempranito, mi primera visita malagueña, me informaba de que ya se hallaba en camino, lo cual me ha hecho despertar con una sonrisa ante la certeza de otro día de gustosa compañía. 

Diez y media de la mañana, mi amigo ya ha llegado y comienzo por presentarle a mi megafantástica amiga-mami-casera. Siendo domingo no es fácil encontrar una farmacia abierta y resulta que las picaduras lepidópteras del rato en Bajo de Guía han pasado a ser bultos dolorosos e incluso algunas se han convertido en ampollas del quince, así que recurrí a mi benefactora para que me proveyera de antihistamínicos. Así hemos tenido la ocasión de ser agasajados, además, con unas buenísimas lentejas caseras que disfrutaremos sin duda el lunes a la hora del almuerzo.
Luego desayuno con churros en un lugar con solera, compra de unos buenos bocatas y carretera y manta (bueno, mejor dicho toalla) hacia Matalascañas, que ha amanecido un día más espléndido y no perdonamos un buen bañito de Sol, mar y arena blanca. Exentos de la masificación propia del verano, da gusto disfrutar de la playa y como no podía ser de otra manera, tenemos sesión de fotos para dejar constancia del hecho y poner los dientes largos a más de uno (pero sin maldad, ¿eh?, todo de buen rollito). 

Cuando el fresquete nos hace recordar la estación del año en la que estamos, recogemos bártulos y tomamos de regreso la carretera de Hinojos porque me siento melancólica de cierto paisaje que frecuenté cuando trabajé en Paterna del Campo y, queriendo mi amigo satisfacer mis antojos, sale de la cómoda autovía para senderear por aquellos lares.
De vuelta en casa, merendola con mi bizcocho casero y por fin
llegamos al punto en el que empiezo esta narración. Solo que en realidad, empecé a escribir ayer. Nos llegó la hora de ducharnos, ponernos guapetones como aquí hacen los domingos por la tarde y salir a pasear por las calles de Sanlúcar. Nuestro paseo nos llevó hasta un barecillo donde nos atrapó un concierto que no esperábamos y del que disfrutamos mojando el gaznate con un par de cañitas mientras abríamos el apetito y augurábamos un gran futuro (bueno, un futuro, al menos) a Carlos Peralías, que nos hizo destrozar alguna que otra canción de aquel Alejandro Sanz de antaño.

Y, un poco más tarde, y algo más achispados, por fin consigo ver abierta la tabernita a la que quiero llevar a todo el que venga a visitarme: La Buena Vida (probablemente el único lugar del pueblo donde te sirven otra cerveza que no sea Cruzcampo). ¡Qué lástima
que haya que madrugar mañana! Volvemos a casa, aunque mi amigo también se queda a pasar el lunes, así que genial, seguiré echando unas buenas risas. 

Aunque hay que trabajar desde la biblioteca, lo cierto es que se hace mucho más ameno en compañía, y, encima, se rinde más. Ahora, tras haber acabado las tareas que tenía previstas, hasta me da tiempo  concluir el resumen de este fin de semana y a incluirlo una vez más en el baúl de recuerdos que es este blog. ¡Qué afortunada me siento siempre que tengo la oportunidad de vivir unos días tan agradables! Contároslo  es compartir esa alegría, es dar las gracias por sentirla y es deleitarme de nuevo con los momentos vividos. Ojalá que siempre escribiera en estos términos. 

Publico en unos segundos, pero he de ser rápida, porque aún quedan horas para disfrutar de este lunes y queremos seguir haciéndolo. Tal vez busquemos un paseo donde nos pille una buena perspectiva de la puesta de Sol de hoy sobre los campos de Sanlúcar la Mayor y quizás más tarde tengamos invitadas a cenar en mi casa con la que cerraremos la jornada. Mañana, aún habrá un desayuno con “buenos días”, una sonrisa y un beso de despedida. ¡Hasta la próxima!