lunes, 6 de octubre de 2014

DE SANLÚCAR A SANLÚCAR Y, A LA VUELTA, MATALASCAÑAS...



Otro fin de semana de diez, y aún o ha terminado. Aprovecho un rato de relax en casa, mientras que mi visita trastea con su teléfono y formatea el mío antiguo.  Dentro de un rato iremos a recorrer el pueblo y a tomar unas tapillas, “a la fresquita”, que aunque estemos a cinco de octubre, ¿quién dijo otoño?, este fin de semana vuelve a ser agosto en el occidente de Andalucía.

Y así debía ser, claro; que el viernes tenía intención de coger coche y ya sabéis de mi animadversión a las carreteras que no conozco, así que la lluvia no era bienvenida y, como buena chica obediente, atendió a mis órdenes y se quedó en algún otro lugar (creo que escuché que en Granada diluvió…).
Así pues, minutos antes de que sonara el timbre para avisarnos a profesores y alumnos de que la parte laborable de la semana concluía, y antes de que la jauría de chiquillos asaltara el patio de camino a la salida del instituto, yo arrancaba  mi cochecito y tomaba, feliz, rumbo a Sanlúcar de Barrameda. 

Cuatro años y medio más o menos hacía que no volvía allí. Ahora, la escusa de visitar a un buen amigo en su convalecencia me ha brindado la oportunidad de reunirme, además, con mis antiguos compañeros del instituto El Picacho y volver a pasar un rato muy agradable con ellos, y sobre todo, volvérmelo a pasar pipa con mi amiga Aurora. No importa haber roto unos zapatos  camino de vuelta a su casa y haber acabado comida por los mosquitos como no recordaba desde mis días en Colombia, ha valido la pena gastarme el dinero en reponer mi cazado
y soportar durante una semana la comezón de las picaduras. He podido ver que mi amigo se recupera satisfactoriamente de su operación, lo cual me tranquiliza y me alegra sobremanera. Aún le queda por delante así que espero que mi visita haya cumplido su objetivo, que era darle todo el cariño y el ánimo que merece. Por otro lado, por fin le he devuelto a mi amiga la visita que le debía ya desde hacía años y he vuelto a hacer un poco el loco con ella, riendo, bailando y bebiendo, tras disfrutar de esa puesta de Sol mágica que tan merecidamente enorgullece a los sanluqueños. Hasta hubo tiempo para robarle a ese Sol unos cuantos rayos más para tostar nuestra piel al día siguiente antes de almorzar. ¡Qué bien me ha sabido ese rato de playa! Y es que, lo he dicho más de una vez, somos animales de costumbres y aunque nos adaptemos a otros hábitats, el que es de costa, costa quiere, necesita y desea. Si todo va bien y esta sustitución sigue yendo como debe ir, cumpliré la promesa a mi amiga y
volveré en otra ocasión a repetir otra parrandita como esta. ¡Qué bueno!
Regresé a Sanlúcar la Mayor el sábado a la tarde, con el tiempo adecuado para hacer una pequeña compra en el supermercado, darme una buena caminata para compensar los excesos alcohólicos de la noche anterior y para cocinar hasta un bizcochito para mi visita del domingo, eso, además de corregir los últimos exámenes que me dejé pendientes. Como es lógico, cuando caí en la cama dormí como una bendita, cosa que también es motivo para congratularme dadas mis habituales noches insomnes.
Esta mañana, tempranito, mi primera visita malagueña, me informaba de que ya se hallaba en camino, lo cual me ha hecho despertar con una sonrisa ante la certeza de otro día de gustosa compañía. 

Diez y media de la mañana, mi amigo ya ha llegado y comienzo por presentarle a mi megafantástica amiga-mami-casera. Siendo domingo no es fácil encontrar una farmacia abierta y resulta que las picaduras lepidópteras del rato en Bajo de Guía han pasado a ser bultos dolorosos e incluso algunas se han convertido en ampollas del quince, así que recurrí a mi benefactora para que me proveyera de antihistamínicos. Así hemos tenido la ocasión de ser agasajados, además, con unas buenísimas lentejas caseras que disfrutaremos sin duda el lunes a la hora del almuerzo.
Luego desayuno con churros en un lugar con solera, compra de unos buenos bocatas y carretera y manta (bueno, mejor dicho toalla) hacia Matalascañas, que ha amanecido un día más espléndido y no perdonamos un buen bañito de Sol, mar y arena blanca. Exentos de la masificación propia del verano, da gusto disfrutar de la playa y como no podía ser de otra manera, tenemos sesión de fotos para dejar constancia del hecho y poner los dientes largos a más de uno (pero sin maldad, ¿eh?, todo de buen rollito). 

Cuando el fresquete nos hace recordar la estación del año en la que estamos, recogemos bártulos y tomamos de regreso la carretera de Hinojos porque me siento melancólica de cierto paisaje que frecuenté cuando trabajé en Paterna del Campo y, queriendo mi amigo satisfacer mis antojos, sale de la cómoda autovía para senderear por aquellos lares.
De vuelta en casa, merendola con mi bizcocho casero y por fin
llegamos al punto en el que empiezo esta narración. Solo que en realidad, empecé a escribir ayer. Nos llegó la hora de ducharnos, ponernos guapetones como aquí hacen los domingos por la tarde y salir a pasear por las calles de Sanlúcar. Nuestro paseo nos llevó hasta un barecillo donde nos atrapó un concierto que no esperábamos y del que disfrutamos mojando el gaznate con un par de cañitas mientras abríamos el apetito y augurábamos un gran futuro (bueno, un futuro, al menos) a Carlos Peralías, que nos hizo destrozar alguna que otra canción de aquel Alejandro Sanz de antaño.

Y, un poco más tarde, y algo más achispados, por fin consigo ver abierta la tabernita a la que quiero llevar a todo el que venga a visitarme: La Buena Vida (probablemente el único lugar del pueblo donde te sirven otra cerveza que no sea Cruzcampo). ¡Qué lástima
que haya que madrugar mañana! Volvemos a casa, aunque mi amigo también se queda a pasar el lunes, así que genial, seguiré echando unas buenas risas. 

Aunque hay que trabajar desde la biblioteca, lo cierto es que se hace mucho más ameno en compañía, y, encima, se rinde más. Ahora, tras haber acabado las tareas que tenía previstas, hasta me da tiempo  concluir el resumen de este fin de semana y a incluirlo una vez más en el baúl de recuerdos que es este blog. ¡Qué afortunada me siento siempre que tengo la oportunidad de vivir unos días tan agradables! Contároslo  es compartir esa alegría, es dar las gracias por sentirla y es deleitarme de nuevo con los momentos vividos. Ojalá que siempre escribiera en estos términos. 

Publico en unos segundos, pero he de ser rápida, porque aún quedan horas para disfrutar de este lunes y queremos seguir haciéndolo. Tal vez busquemos un paseo donde nos pille una buena perspectiva de la puesta de Sol de hoy sobre los campos de Sanlúcar la Mayor y quizás más tarde tengamos invitadas a cenar en mi casa con la que cerraremos la jornada. Mañana, aún habrá un desayuno con “buenos días”, una sonrisa y un beso de despedida. ¡Hasta la próxima!

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