De camino al laboratorio escolar, tercera hora del miércoles: contaba impaciente los minutos para el fugaz instante en el que, con toda seguridad, su anhelante mirada se encontraría con los distraídos ojos verdes de ella. El resto de la semana era solo un molesto vacío que mataba entre textos y números sin importancia. Le flaquearon las piernas y quiso morir cuando vio la marca roja del calendario.
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