domingo, 19 de julio de 2015

SEÑALES DE VIDA



No pretendo andarme hoy con florituras verbales para intentar describir el concierto de anoche. Nada de lo que yo pueda escribir haría justicia a la poesía que derrama este señor en cada nota que resbala de sus labios, así que, tan solo quería hacer un pequeño apunte en este diario de momentos que no quiero olvidar para que cuando me relea, quizás, en unos años, me vengan al alma las sensaciones que me acompañaron en las más de dos horas y media del concierto de Aute que compartí ayer con mi amiga Rocío. 

Recordar que vivirlo con ella ha sido, como suponía, un gran acierto, pues, no debo olvidar que mi primer contacto con su música fue de la mano de ella. Por ahí sigue rodando aún el cassette aquel que me regaló con su selección de canciones preferidas , que habría reventado con los años de tanto escucharlo si no hubiera llegado el momento de pasarse a los CDs, el MP3 y los pendrives. No puedo olvidar las tardes de estudio  que se convertían en noche de tertulia en las que destrozábamos ( más yo que ella, por supuesto) un “Al Alba” que hacíamos nuestra y que en otras ocasiones me aseguró la sonrisa de mi abuelo, para el que éramos las mejores cantantes del mundo cuando pasábamos a visitarlo en el hospital, guitarra en mano, escapándonos de alguna tediosa clase en la facultad. 

Luego, llegó “Slowly”, que me devuelve a innumerables noches en Almería  revuelta entre las sábanas de una cama donde los sonidos de dos se mezclaban con las melodías tornándolo todo mágico, como en un sueño. Más tarde, una se despertaba y volvía a la realidad, pero eso no importa, porque con el tiempo, la realidad se desvanece y lo único que queda en la memoria es lo otro, la quimera. 

Anoche al escucharlo en directo (que para mí era la primera vez), me quedaba alelada a veces con la piel algo erizada porque más que nunca sentí eso que siempre he pensado de Aute, que canta caricias. Y es que la poesía  que escribe es bella, pero si además se recita con esa voz  y ese buen gusto que siguen imperturbables, entonces no queda otra que rendirse y simplemente disfrutar.  A pesar de ciertos indeseables que mostraron su mala educación demostrando que maleducados hay en cualquier rango de edad y a pesar de no estar en el auditorio más cómodo del mundo,  anoche disfrutamos de un estupendo concierto antológico que me ha hecho levantar esta mañana con una sonrisa en el corazón.


Agradecidas porque fuese un concierto de recuerdos, me parece que es oportuno devolverle a Aute el detalle dejando aquí de muestra una de las canciones nuevas, que, muy consciente de que el público que le acompañaba se quedó probablemente bailando “Slowly”, comentó que seguramente no la conoceríamos, pero que esperaba que dentro de algunos años también se la pidiéramos en los conciertos.  Yo la escuché el año pasado en mi primera sustitución después de mi maldita época de paro, de la mano de un compañero con el que compartí algunas horas muertas en la sala de profesores viendo videos y comentando las anécdotas que él guardaba de los conciertos a los que había asistido. Así que, una vez más, una canción de Aute se convierte en la banda sonora de un recuerdo maravilloso, porque aquella sustitución,  aunque corta, me supo a verdadera gloria. 


Mi amiga está a punto de despertar, hoy es otro día en el que tendré la suerte de su compañía así que no voy a gastar más segundos por aquí, que por más que me guste enrollarme escribiendo en  este blog, lo que más me gusta es lo que viene antes de que escriba: vivir este momento.  Ella lo merece… y yo también.   

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