mientras mis aciagos pensamientos pisotean, sin piedad, cada brote de esperanza
que trata de enraizar en mi árida y agotada tierra.
Esperando que la desazón se canse de caminar, para andar yo sola, sin su tediosa compañía
y enredando en las sábanas
pesares en cada vuelta desvelada, sin dejar de contar las horas para que me descubra el alba.
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