Bajo la tenue luz de la luna creciente de agosto, sus lágrimas se confiaban al mar fundiéndose con el rebalaje. Observando como desaparecía con discreción la huella de la ola rota hasta que una nueva inundaba una vez más su espacio en una sucesión infinita, comprendió que siempre estaría sola, que cualquier sensación de compañía es solo circunstancial. Tal vez esa certeza fuera a la que debía abrazar, para no hacerlo a la decepción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario