No quedan ni 48 horas para que finalice el año, así que no podía demorarme más en escribir si de dejar esta promesa cumplida se trataba. Y bien, ¡cumplida está!: papá, tu libro está publicado, la presentación fue todo un sentido homenaje en el que un buen puñado de gente que te quiso hizo posible que estuvieras de nuevo entre nosotros y toda la primera edición se ha vendido. Ahora, tus palabras vuelan solas y a saber a dónde llegarán. Ojalá que lejos.
El uno de diciembre pasado nos invitaron a mamá y a mí a las instalaciones del CIMES donde hemos destinado los beneficios de esa primera tirada de ejemplares de "¿Dónde estás, papá?". Pudimos conocer el trabajo que allí se realiza y nos explicaron exactamente en qué se destinaría nuestra aportación. Se trata de un proyecto de investigación sobre biopsia líquida. ¿Te imaginas poder detectar un tipo de cáncer con tan solo un análisis de sangre? Y además, detectarlo de manera precoz, muy muy pronto, incluso anticiparse a las recaídas. ¿Te imaginas que estas técnicas sirvieran para dar un mejor y temprano diagnóstico e incluso hacer que los tratamientos fueran más personalizados y menos invasivos? Pues en esto están trabajando estos investigadores y en eso es en lo que nosotros hemos colaborado en esta ocasión. Nosotros y todos los que han comprado hasta ahora tu novela, por supuesto.
Para todos ellos, y para los que lo harán en adelante, dejo aquí la reseña que en la web del CIMES consta como recuerdo de nuestra contribución, que a su vez esperamos que sirva para llegar a más personas que quieran formar parte de esta causa a través de la lectura de tu libro, que me parece a mí una muy buena forma de hacerlo, ¿verdad?
Como mi intención es seguir donando, os voy a recordar cómo podéis adquirir un ejemplar de "¿Dónde estás, papá?" a partir de ahora, ya que, como os dije al principio, ya se agotaron todos los de la primera edición que pudimos ofreceros de manera personal. Aunque ahora no seamos mi familia y yo quien os lo entregue, tan solo tenéis que hacer vuestro pedido cómodamente on line y os lo llevarán a casita en un pis pas. Tenéis varias opciones, pinchad en la que prefiráis:
A través de TODOS TUS LIBROS, donde además de poder hacer el pedido on line, puedes, si lo prefieres, encargarlo en una de las librerías físicas asociadas. Solo accede desde el link y pincha en "Ver disponibilidad" para localizar una librería cercana a tu localidad.
Y si ya tienes el tuyo, no olvides que REGALAR también es una gran idea.
Para terminar:
Como novata que soy en esto de publicar un libro y como hija orgullosa de su padre, me hace mucha ilusión ver escritas reseñas de la novela, así que también quiero compartirlas con vosotros:
Ésta es una opinión que he encontrado en "Todos tus Libros".
A poco de que se cumpla el mes desde que presentamos oficialmente el libro de mi padre, "¿Dónde estás, papá?", encuentro un buen momento para escribir un poco sobre cómo fue el evento.
Creo que todos los que estuvimos podemos decir que, sin duda, la palabra que mejor resume cómo fue es EMOTIVO. La presentación del libro fue todo un homenaje a mi padre. Realmente ése era mi deseo y creo que se cumplió con creces, gracias a la asistencia de personas que lo conocieron, lo trataron y lo quisieron. Gracias a todos por esa asistencia, nos sentimos muy acogidos.
Especialmente, gracias a los que intervinisteis, a los que me trajisteis vuestros recuerdos y me los regalasteis. De verdad, sentí muy vivo a mi padre esa tarde.
Aquí os dejo un par de imágenes de estos regalos (aportados por Juan Balebona).
A la izquierda, un ejemplar del periódico o boletín mensual de la Asociación de Vecinos "Pablo Picasso" de la barriada de Jardín de Málaga, en la época en la que mi padre fue su presidente.
Abajo, el montaje original del concurso del Torneo de Dominó que tuvo lugar en la Torre Aragón (nuestro bloque), durante el mes de agosto de 1984.
También quisimos, y así fue, una ocasión para homenajear a mi madre, sin la cual nada, absolutamente nada, hubiera sido posible, ya que sin ella a su lado, mi padre no podría haber escrito esta obra.
Gracias, una vez más al colegio de mi vida. Gracias a "La Goleta" por cedernos su salón de actos y dejar que, después de tantos años, sea de nuevo la Virgen Milagrosa testigo de este momento tan importante en mi vida.
Gracias también, cómo no, a Antonio Ortega, por acompañarnos en representación de la editorial Exlibric. No me voy a cansar de decir lo buena que ha sido y está siendo esta experiencia de vuestra mano.
Y gracias a Rocío Lavado, por partida doble: por acudir en calidad de amiga, como siempre lo has hecho en los momentos clave de mi vida, desde que te conozco; y por hablar como hablaste, en nombre de tu Laboratorio, explicando tan bien y tan facilito eso tan importante que hacéis.
Aquí un "chiqui- resumen" del encuentro en vídeos. Lamentablemente el audio no es el mejor del mundo, pero no quiero por ello no incluirlo, pues no quiero jamás olvidar esto.
PRESENTACIÓN 20 DE OCTUBRE, 2023
Momento dedicado a nuestra madre:
Momento en el que comenzó lo mejor: la interacción con los asistentes...
En fin, si como muestra vale un botón, ahí lleváis una buena cremallera...
Se queda mucho grabado y guardado en mi Drive, pero sobre todo se queda muchísimo grabado y guardado en mi corazón.
Ya se han vendido todos los ejemplares de la primera edición y estoy con los trámites para hacer esa primera donación con la que queremos colaborar en la lucha contra el cáncer, pero ojalá el libro se siga vendiendo y el año que viene pueda contaros que podemos hacer una nueva aportación.
No hacen falta excusas para regalar un libro, pero ahora llegan las fiestas navideñas, así que, por si te hace falta una excusa, qué mejor que la Navidad. Si ya tienes tu ejemplar, regala otro a alguien. Y si aún no lo tienes, no lo dudes: lee las reflexiones de mi padre y colabora al mismo tiempo con una buena causa.
Te dejo el enlace directo para adquirir el libro desde la web de Exlibric.
“¿Dónde estás, papá?” es más que un libro; es un viaje emocional que trasciende las generaciones. Escrito en 1987 y rescatado más de tres décadas después, este manuscrito guarda los pensamientos y sentimientos de un padre, plasmados en palabras que cobran nueva vida en las manos de su hija. En un día crucial para la nación (el 23 de julio de 2023, día de elecciones), la hija finaliza la transcripción de la obra, preguntándose si este acto es un guiño del destino o una conexión trascendental con su padre.
La historia nos lleva a reflexionar sobre los lazos familiares, el paso del tiempo y las decisiones que modelan nuestro futuro. ¿Es posible encontrar respuestas en las palabras de alguien que ya no está físicamente con nosotros? ¿O es acaso la búsqueda misma la que nos da sentido?
Este libro es un tesoro para todos aquellos que buscan entender las complejidades de las relaciones familiares y la impermanencia de la vida. Atrévete a abrir sus páginas y encontrarás no sólo las palabras de un padre, sino también las respuestas a preguntas que tal vez ni siquiera sabías que tenías.”
Ésta es la sinopsis que mis editores han realizado del libro de mi padre que hoy ya está a la venta. Acompáñame en este capítulo de "Batiburrillo" y de "Día a Día" para saber un poco más de la aventura que ha sido publicar esta obra…
Antes que nada, quiero deciros que el deseo de publicar este libro de mi padre es algo compartido por toda la familia. Era algo que mis hermanos, mi madre y yo queríamos hacer desde hace muchísimo tiempo. Luego, vino mi promesa: hacer este deseo realidad en el momento en el que consiguiera mi plaza en el cuerpo docente de secundaria y bachillerato. Y, aunque la cosa se ha demorado más de lo que hubiera querido, por fin llegó el momento y este verano he podido embarcarme en esta tarea.
Quiero agradecer a mis editores la ilusión con la que han acogido este proyecto. Decidí publicar con Exlibric por ser una editorial malagueña: están en Antequera. Quería tener la posibilidad de conocer personalmente a la gente en la que iba a depositar mi confianza y no me he equivocado. Vuestro trato ha sido en todo momento profesional y familiar a la vez. Me emocioné con la valoración que Rocío Giménez hizo de la obra, que fue el pistoletazo de salida para empezar a hacer realidad este sueño. Cuando Carlos (Torres) se reunió conmigo para hablar del contrato, no podía dejar de sonreír. Disfruté de la visita a vuestras instalaciones y allí, por fin, le puse cara a Carlos (Rodríguez), que es, sin duda el que me ha acompañado hasta ahora en todo el proceso, enviándome las primeras pruebas de maquetación, etc.
Un momento especial ha sido, para mí, cuando Carlos me envió las opciones de cubierta para que eligiera. En esa cubierta ya se veía impresa la sinopsis que os he leído y, no sé, supongo que leer algo que otra persona, al margen de mi propia familia o yo misma, ha escrito sobre el libro de mi padre me ha hecho latir fuerte el corazón.
Me fui con esa energía a caminar esa mañana por el paseo marítimo y mirando al cielo nublado y al mar, como en la misma portada del libro, me dije que esté donde esté mi padre ahora, volverá a tener voz en el mundo gracias a este libro.
No sé cuántos te escucharán, papá, ni cuándo exactamente, ni dónde, pero ese misterio forma parte de la belleza de publicar un libro. Como soñar es gratis, quisiera soñar que este libro será leído primero por mucha gente que te apreciaba y que esa gente querrá, tal vez, incluso regalar un ejemplar a otras personas, y que entonces te leerán desconocidos que podrán dejar de serlo. Tal vez, reciba sus mensajes en ese rinconcito que he preparado para recibirlos y pueda leer sus opiniones o sus sensaciones, o sus anécdotas. No sé, tal vez acabe conociéndote de una forma nueva a través de ellos. ¿No te parece bonito? Yo creo que sí que te gustaría. Y ése es el ánimo con el que, desde un principio, decidí ponerme manos a la obra. Por ti, y para mamá.
Estoy ansiosa por ver a mi madre con su ejemplar entre las manos. Espero, mamá, que disfrutes de volver a leer el libro, pero ya hecho libro de verdad. Que aunque ya te sabes la historia, nunca la has leído de esta manera. Y, desde luego, espero que lo poco que hay dentro que no conoces, lo recibas con el amor con el que está hecho para ti. También tú estás invitada a dejar en esa biblioteca virtual aquello que te apetezca decir. Que tus recuerdos enriquecerán sin duda ese espacio. Te queremos infinito, mamá, aunque en demasiadas ocasiones no sepamos hacer justicia a ese sentimiento.
Quiero dar las gracias a mis hermanos por permitirme hacer esto posible de la manera en la que he considerado que es mejor. Decidir que los beneficios de la venta de esta obra sean para contribuir a la labor del CIMES, el Centro de investigación medico sanitaria de Málaga, en su empeño de buscar mejores métodos de diagnóstico y tratamiento del cáncer, no ha sido casual. Creo que nuestro padre era una persona generosa y altruista, que lo demostró en numerosos momentos de su vida y que se sentiría orgulloso de nosotros por hacer que, de esta manera, pueda demostrarlo una vez más. Creo que mi madre es, del mismo modo, otra persona volcada en ayudar a todos los que la rodean, por lo que, al contarle cuál era mi intención, no dudó de que era la mejor forma de poner en valor la historia de este libro. Pero no podía haber sido así si mis hermanos no lo hubieran aceptado. Y debo decir que, de hecho, mi hermano pretendía que el libro se distribuyera de forma totalmente gratuita, con la intención de que las reflexiones de mi padre fueran compartidas como si de un software libre se tratara. De tal palo, tal astilla, no me diréis…
Bueno, nene, yo creo que, con un poco de suerte, a papá lo leerá mucha gente, y ese precio justo al que mis editores y yo hemos llegado, servirá para algo muy bueno. Así que espero que te sientas orgulloso de ser parte de esto.
Cuando hablo de familia, casi siempre me refiero al núcleo interno de la misma, mi madre y mis hermanos, pero, en esta ocasión, sin pretender desmerecer a otros miembros, me refiero también a mi tío Luis. Tito, te quiero dar las gracias por estar junto a nosotros. Tengo recuerdos de ti desde que era una enana, ésos muchos más felices que aquel en el que nos levantaste de la cama para que fuéramos contigo al hospital, porque había llegado la hora. Pero, así es como se conforma el cariño duradero, cuando pasa el tiempo y te das cuenta de que una persona forma parte de tus recuerdos en los momentos buenos y también, sobre todo, en los malos momentos.
La publicación de este libro también es para ti. Poco sé de las millones de anécdotas que tienes con mi padre, pero sí sé bastante del amor de hermanos. Fuiste un gran hermano para mi padre; yo diría que mi madre te quiere como a tal, y eres un gran tío para nosotros. Te queremos.
Antes de terminar este capítulo, quiero agradecer, sin duda, a mi amiga Rocío Lavado y al resto de su equipo, dirigido por el Dr. Emilio Alba, la labor que desempeñan en el Laboratorio de Biología Molecular del Cáncer del CIMES. Me llena de orgullo y satisfacción (como diría Aquél) que “¿Dónde estás, papá?” esté vinculado, aunque sea de una forma muy pequeñita, a ese gran trabajo que hacéis. Contigo, Rocío, he llorado mucho la pérdida de mi padre en aquellos años de facultad. Tú lo conociste. Me dio la sensación de haber puesto la última pieza de un puzzle cuando, al hablar contigo, supe que el Laboratorio en el que investigáis vosotros debía ser el beneficiario perfecto de mi deseo, del deseo de mi familia.
Amigos, conocidos y desconocidos, gracias por escuchar este capítulo de Batiburrillo “¿Dónde estás, papá?”. Animaos a adquirir un ejemplar de este libro a través de la web de Exlibric: Estoy segura de que no os dejará indiferente su obra. Gracias por leerle a él y gracias por escucharme (o leerme) a mí.
Ayer fue la boda de mi hermana y Jose. Este post es solo para dejar aquí el brindis que les dediqué, para que puedan tenerlo y leerlo de nuevo cuando quieran. No obstante, voy a aprovechar para dar las gracias a mi madre, por ser el sostén de toda mi familia, por acoger a Jose como lo ha hecho desde el minuto cero, que no por hacerlo fácil tiene menos mérito. Gracias también por aceptar mi beso después de haberte "obsequiado", una vez más, con las consecuencias de mis tensiones y gracias por tu beso en un momento cualquiera de la boda, solo porque sí. Por más que sea lo menos cariñosa del mundo, siempre los aprecio.
También quiero dar las gracias a mi tío Luis, el padrino. Ya sé que mi hermana lo ha hecho y estará, de hecho, agradecida toda su vida por aceptar llevarla al altar. Te aseguro, tito, que no podía ser de otra manera. Y ya te dije ayer que te libras de otra porque yo no me voy a casar nunca, pero si no, ya sabes que te tocaría repetir el paseillo. Te queremos, de todo corazón.
Y, bueno, también quiero dar las gracias a alguien que ayer acompañó a mi corazón. Gracias, Francis. Ayer te necesitaba y no pudo ser más perfecta tu forma de hacer que me sintiera bien en todo momento. Cuando llegué a casa me sentía muy afortunada de tenerte como amigo. Y, aunque no es que quedemos mucho, te juro que lo siento así desde hace ya muchos años. No me quiero poner muy cursi, pero siempre eres como una brisa fresca. Hasta cuando me regañas, lo eres, porque es tu cariño sincero lo que mueven tus apreciaciones. Te quiero, amigo.
Dicho esto, Irene y Jose, os dejo aquí las palabras que ayer compartí con vosotros delante de todos, los muchísimos, que quisieron estar junto a vosotros en vuestra boda.
"Bueno, chicos, por fin ha llegado el día.
Aquí estamos, celebrando vuestra boda.
Ya podéis relajaros y dejar que estas horas pasen disfrutando sin preocuparos de más organización, preparatorios, bla, bla bla. ¡Amén, qué alivio! Brindo por eso.
Pero también quiero brindar por algo más.
Quiero brindar por vosotros, para desearos toda la felicidad que ya os toca.
Me parece que nadie me negará que si cada uno de los que estamos aquí pudiéramos pagaros en “monedas de felicidad” tan solo una décima parte de lo que vosotros habéis contribuido a la nuestra en algún momento de nuestras vidas, entonces seríais mucho más que millonarios.
Por narices tenéis que ser una pareja afortunada siendo como sois, tan solo con teneros el uno al otro. Pero yo espero además que todo el Universo se alinee de una vez para que vuestro viaje a partir de hoy sea tan liviano como navegar con el viento de popa y sin grandes tormentas que superar.
Jose, le vendiste la moto a mi hermana… y ha sido una de las mejores ventas de tu vida, ¿a que sí?
Eres una BUENA PERSONA. Es una breve frase, pero creo que es realmente lo que te define. Y aunque sea breve la frase, significa mucho si es verdad. Cuida a mi hermana. Cuidaros mutuamente.
No deis por sentado el amor y el respeto del otro. Tanto una cosa como la otra hay que ganárselas cada minuto de cada día. El amor debe ser un trabajo a tiempo completo. No lo olvidéis.
Eso sí, es un trabajo puramente vocacional, por eso siempre es grato, aun en los días en los que no apetece tanto trabajar.
Irene, ¿qué te digo que no te haya dicho ya en estos 48 años que llevamos conociéndonos?
Desde 1975 has sido mi hermana, pero recuerdo perfectamente el año en el que nos convertimos en AMIGAS. ¿Te acuerdas de Pinarillos´89? En aquel campamento de verano entre maños muy locos supe que nunca más podría pensar en ti sin sentir que eres mi mejor amiga.
Solo espero que tú sigas sintiéndolo también así el resto de los años que nos regale esta vida.
Quiero verte sonreir y compartir tu felicidad, pero también seguiré estando muy cerca cada vez que necesites un pañuelo (o un saco de boxeo, lo que sea más necesario…)
En fin, no pienso sacar aquí la lista interminable de anécdotas compartidas. Cuando ya es tan larga, en vez de hacerme reír, me hace pensar que vamos teniendo una edad…
Prefiero pensar que todavía queda mucho hueco en el folio para anotar historias nuevas.
Sé feliz en este capítulo que empiezas hoy con Jose. Que, a decir verdad, tampoco es que el día de mañana vaya a ser distinto al de ayer solo por haber cambiado hoy vuestro estado civil, ni tampoco porque ahora ya no estéis viviendo en pecado (creo que a Dios eso ya no le interesa mucho).
Pero bueno, sí sé que la ILUSIÓN es importante y eso es lo que hoy habéis querido compartir con todos nosotros. Eso sí es lo que marcará la diferencia.
Ayer leí un artículo de estos que últimamente te encuentras por todas las RRSS hablando sobre las cinco claves de la felicidad. A mí este tipo de psicología enlatada que pretende solucionarte la vida haciéndote una lista como si de los mandamientos divinos se tratara, me enfada sobremanera, pero como volvía a estar insomne, me picó la curiosidad sobre cuál sería esta vez el TOP TEN, bueno, TOP FIVE, que todavía tiene más mérito, de la FELICIDAD.
¿Te apetece saber cuál de ellas es la “número uno”? Quédate conmigo. Hoy en BATIBURRILLO y en DÍA A DÍA, "EL NUMBER ONE DE LA FELICIDAD".
Debo decir que el artículo tenía más razón que un santo. Claro que no decía nada que no fuera tan obvio que me parezca a mí relevante como para ser motivo de interesante lectura. No obstante, no es mi intención destriparlo. Critico las listas que pretenden ser una receta infalible para conseguir la felicidad porque, la mayoría de las veces, se convierten en sí mismas en un motivo de infelicidad. A menudo, casi de manera inconsciente, el lector interpreta la lista como los criterios de un examen y, conforme lee y observa que no cumple alguno de esos ítems, va quitándose puntos hasta darse cuenta de que está suspenso en felicidad, así que, lo más probable es que finalice la lectura más desanimado de lo que empezó. O sea, más lejos aún de esa ansiada felicidad.
Pero dejando un poco de lado mi crítica a las listas lowcost, me voy a quedar con o que a mí me pareció el mejor de los consejos para ser feliz: “No hagas aquello que no quieras hacer de corazón”. Mmmmmm, claro que sí, elemental, querido Watson.
Justamente llevo todo el verano sufriendo una ansiedad que no correspondía con el estado de felicidad en el que debería estar sumida tras haber obtenido mi plaza y el motivo no es otro que incumplir este gran mandamiento. Pero, vamos a ver, alma de cántaro, ¿es que de verdad se puede no hacer cosas que no quieres hacer?
Que conste que, como ya he dicho, estoy totalmente de acuerdo con las claves de ese artículo, pero es que me parece una utopía. Sobre todo, porque se enfrenta a otra de las claves de la felicidad que propone el mismo artículo, que es socializar. Desde mi punto de vista y sobre todo desde mi experiencia, ser un ser sociable y no hacer cosas que no deseas realmente de corazón son dos trenes enfrentados en la misma vía a toda leche: una catástrofe inevitable.
Cuando eres consciente de que te hace falta crear vínculos con otras personas para sentirte bien, también compras el paquete de hacer cosas a veces por esas personas que no te apetecen demasiado o incluso nada; y si descubres que cuantos menos gestos para cumplir con los deseos de otros, mejor estás, también deberás asumir que eso implica tener cada vez menos vínculos con otros. Bueno, también está la opción de ser un “jeta”, que supongo yo que realmente es la verdadera clave, pero que como no queda bien, no lo dicen así en los articulitos estos: me refiero a ése o ésa que se las da de peazo amigo/amiga, que sin haberse pringao en nada aparece en el último momento y su sola presencia ya le vale la medalla porque, como era casi imposible que estuviera allí, estarlo ya es motivo de agradecimiento infinito, pero la fiesta ya estaba montada, la mudanza ya estaba hecha o el regalo ya se había ido a comprar por otros… No sé si me explico. ¿Tú conoces a alguien así? ¡Yo seah!
Como yo suspendí en primero de jeta y me quedé repitiendo el curso hasta que me echaron por imposible de esa escuela, resulta que, según el artículo que me ha hecho tanto reír esta madrugada, yo jamás de los jamases seré feliz. Pero como no me da la gana de que me echen de la escuela de la felicidad, mejor escribo al respecto, que es mi modo de mandar a la mierda lo que fastidia. Y mirad, esto sí que es un GRANDÍSIMO CONSEJO PARA SER FELIZ: MANDA A LA MIERDA ALGO DE VEZ EN CUANDO, que sienta de cojones.
Por más que, poco a poco, he ido reduciendo el número de personas por las que renunciaría a hacer SOLO lo que me salga del corazón en cada momento, nunca consigo dejar el marcador a cero. Siempre hay, afortunadamente, alguien en tu vida que merece que no solo hagas lo que te nace, sino que también haces no que no te nace desde un principio, porque te nace hacerlo por ser ese alguien quien es.
Pero, ojo, una cosa es eso, que con relativa facilidad encajas porque sabes que te hace feliz el mismo esfuerzo, ya que, repito, esa persona es de tus elegidos que lo merecen, y otra es caer en trampas. Sí, sí, en trampas….Os voy a contar una historia.
Érase una vez una chica, como tú o como yo, que cada vez es más feliz porque a lo largo de su vida, ha ido superando etapas, consiguiendo con mucho esfuerzo lo que ha creído que realmente deseaba. Por el camino se dio cuenta de que su definición de felicidad era su paz. Conseguir aquello que le reportaba paz en cualquier aspecto vital, era ir por el camino correcto. De hecho, puede decirse que vio claramente un buen día que la felicidad no era su meta, sino que la felicidad era recorrer ese camino de baldosas amarillas limpio de obstáculos que ocultaran esos dorados adoquines.
Por esta razón, no de la noche a la mañana, pero sí con el devenir de los tiempos, fue dándose cuenta de que debía de desprenderse de deseos materiales que no hacían más que generarle ansiedad. Se dio cuenta de que lo que la hacía infeliz no era no tener ese objeto de deseo, sino el desearlo y no poder tenerlo. Se empezó a preguntar sobre la necesidad real de aquellos objetos y al realizar un análisis honesto, pudo llegar a la conclusión de que, la mayor parte de las veces, sino todas, la única necesidad que observaba no surgía hasta que no se comparaba con otros que los tenían.
Cuando fue consciente de esto, dejó de desear con tanta avidez esos objetos. De repente, barrer esos deseos de su camino de baldosas, no solo le daba paz, sino que, para colmo, le reportaba poder: el poder de estar por encima de banalidades a las que otros están esclavizados. Se sentía en paz, libre y poderosa.
Luego que hizo la primera limpieza de objetos, aprendió que barrer es un trabajo que nunca debe dar por hecho. Siempre iban a volver a asaltar su camino dorado mercachifles tratando de venderle necesidades que no tenía, pero cuando el barrer de una buena mañana se convirtió en un hábito, le resultaba más fácil no dejarse encandilar.
Luego tuvo que aprender a hacer una limpieza más difícil: la de la gente. Al principio creía que cuanta más gente estuviera con ella en su perfecto camino de oro, más felicidad tendría, pero se dio cuenta de que mucha de esa gente, lo único que hacía era ensuciar su sendero. Que no sabía muy bien cómo lo hacían pero que, en las partes llanas, siempre estaban, pero, en las cuestas, cuando necesitó ayuda para subirlas, por más que miraba, siempre se le perdían la mayoría.
Así que, pensándolo bien, se dijo que no perdía nada por dejar de esforzarse en ayudar a esa gente a subir sus cuestas. Lo más que podía pasar era que dejaran de estar presentes en las rutas gozosas. Y así fue, con el paso del tiempo, se dio cuenta de que estaba bastante más sola incluso en los tramos donde antes habría estado su camino lleno de gente para celebrar sus logros.
Aunque, curiosamente, no se sintió más sola. Lo que ocurrió fue que pudo dedicar más tiempo de calidad a disfrutar con la gente que quedaba para celebrar. Eran celebraciones menos ruidosas, pero se escuchaba mejor la música. Y, por otra parte, eran menos las veces que tenía que apartarse de su camino para ayudar en las cuestas de los otros. Y, por si fuera eso poco, se sintió más poderosa aún al jactarse del valor de las personas que aún quedaban en su vida. Así que comprendió que esa limpieza también había sido útil: más en paz, más libre, más poderosa y más, mucho más feliz.
Como ya hizo con los objetos, analizó la verdadera necesidad que tenía de cada una de las personas que había querido tener a su lado. Entendió que el amor no es un acto incondicional, como le habían tratado de meter en la cabeza: que el amor de uno se lo tienen que merecer, no es algo que se regale sin más.
Sobre todo aprendió que el amor, bien entendido, empieza por uno mismo y que por esa razón, si aceptas que te traten mal en respuesta al amor que tratas de dar, solo consigues devaluarte y te desmerecerán. Así que no, dejó de medirse por el amor que creía poder ofrecer, para empezar a dedicarse el amor que creía merecer así misma. Tan solo tuvo que limpiar cada mañana bien su espejo, hasta ver en el reflejo su prioridad: su paz.
Pero, como ya os he contado, tras su selección natural, afortunadamente aquella chica contaba con personas que nunca se habían ocultado en las partes duras del camino, que se congratulaban de sus logros y estaban dispuestas a celebrarlos con ella y que respondían a su amor con el mismo amor. Por esas personas, le nacía hacer cosas hermosas, pero también haría lo que no le apeteciera si lo requerían. Tan solo por hacerlas felices. Porque si algo les hiciera felices, también compartiría esa felicidad, así pues, aunque no hubiera muchas personas de esa clase en su vida, no fallaría.
No obstante, recientemente se ha dado cuenta de algo que lo complica todo si no se anda con cuidado. Alguna de esas personas, tienen en sus propios caminos muchos obstáculos que no han barrido y, sobre todo, mucha gente ruidosa de la que no ha aprendido a desprenderse, de la clase jeta. La clase jeta tiene una gran habilidad como ya he contado de desaparecer en las cuestas, pero también tienen otra habilidad aún más interesante, es de quinto de jeta, por lo menos, que es hacer que alguien que ha seleccionado en su camino a esa persona en común, crea que debe ayudar en esa parte de la cuesta soportando la carga de dos, aunque esa carga sea una necesidad generada de manera superflua por la jeta.
Sé que os hecho un lío con tanta metáfora, pero vaya, os lo simplifico: la jeta de turno tiene la ocurrencia de hacer algo que cree que su amiga X, a la que llama del alma, necesita, cuando en realidad, no lo necesita en absoluto. La jeta se lo cuenta a la amiga Y, sabiendo que, para esta última, es imposible decir que no si se trata de cubrir una necesidad de la amiga X , a la que ella tiene como una de sus pocas personas preferentes. Como consecuencia, la amiga Y se hace cargo de todo, sin recibir ya más ningún apoyo de la jeta, que plácidamente esperará al último momento para aparecer y llevarse el amor y agradecimiento de la amiga X por haber cubierto una necesidad que ni siquiera sabía que tenía.
Lo que ocurre es que la amiga Y, esta vez, ha tenido que pararse a analizar la situación porque la paz de su camino de baldosas amarillas se estaba poniendo en grave peligro. Ha vuelto a sentir una ansiedad que no le correspondía y teniendo ya el buen hábito que tiene, ha llegado a la conclusión de que este no es uno de esos momentos en los que le corresponde a ella desviarse de su camino para ayudar en ninguna cuesta de nadie, es más, cree que efectivamente, ya lo ha hecho, de otras maneras en este trance; pero, cargar con los antojos propuestos por la jeta, no. Eso, si esta persona quiere, que lo haga ella. Hoy se ha dado cuenta de que incluso puede colaborar porque pudiera resultar agradable para la amiga X, pero una cosa es colaborar y otra cargarse ella con el trabajo de las dos, así que, considerando que en nada ayuda a X si ella siente ansiedad, ha decidido no dejarse llevar por los subterfugios de jeta. Esta vez, si tan amiga de alma es, que se lo curre ella solita. Que no es a jeta a quien tiene que ayudar, que es y siempre será a X.
¿Qué cómo termina esta historia? Pues no lo sé, en ello estamos. Esta madrugada que, como digo, he llegado al punto álgido de ansiedad de este verano, he salido a caminar a las tres de la mañana, desesperada por no poder dormir y, durante las dos horas que he estado calmando a base de cardio mi cabeza, he llegado a la conclusión de que mi ansiedad estaba provocada por haberme creado la obligación de hacer por alguien algo que no me nace del corazón, y que esta ocasión sí es una de las que perfectamente puedo, Y DEBO, no hacerlo. Porque ese alguien no lo necesita, ni me lo ha pedido y porque, aunque pudiera ser de su agrado, es otra persona quien lo ha ideado, pero que luego, se ha quitado de en medio, así pues, lo lógico es que, si le nace a ella, que lo trabaje ella. Que yo con gusto me sumaré a lo que organice, pero no seré yo quien se cargue con más estrés, que, para colmo, me hace parecer que tengo afán de protagonismo, que incluso así lo ha insinuado.
Por lo pronto, le he escrito para informarle que rehúso seguir organizando sus ideas por la ansiedad que el poco apoyo recibido me está generando, y que delego en ella, que para algo fue su ocurrencia inicialmente.
Han pasado más de diez horas y no tengo el gusto de que ni si siquiera se haya dignado a contestarme, así pues, me ratifico en mi decisión y en la percepción que de esta persona, como graduada en "jetalandia", ya me he hecho.
El 12 de julio me desperté con un mensaje en el grupo de VOLUNTARIOS GABpor el que supe que había que asistir a una camada de cuatro gatitos recién nacidos que, al parecer, habían sido abandonados por la mamá.
Como estoy de vacaciones, sabía que tenía el tiempo necesario para dedicarme a ellos y, aunque me daba bastante miedo por mi inexperiencia con lactantes, no me hizo falta mucho para decidirme a intentar cuidarles y salvarles. Nos repartimos el trabajo entre dos compañeras. María se hizo cargo de dos y yo de los otros. Además, María, que es toda una experta, me asesoró sobre cómo tenía que proceder para tener más oportunidades de éxito.
Tal vez, sabiendo lo difícil que es que salgan adelante, no debí ponerles nombre a los dos chiquitines que acogí, pero pensé que lo primero que tenían que tener estos dos pequeñines para tener más posibilidad de sobrevivir, era mucho amor. Por eso, debían dejar de ser solo dos gatitos más, debían ser MIS gatitos, con su identidad bien definida para nunca olvidarlos. Cloudly, gris, me recordó a un día nublado; y Sunny, pelirrojo, por el contrario, sería el día soleado que nace cada día de verano.
Pero el amor no es suficiente. Esto es lo primero que te recuerda y te enseña cuidar de algo tan delicado: que por mucho amor con el que emprendas la tarea, no tienes asegurado que vaya a salir bien.
Cloudly, aguantó una semana. Sunny se ha ido al cumplir la tercera. Tampoco han sobrevivido sus hermanos a cargo de María. Sospechamos que, desgraciadamente, nacieron ya con algún problema, genético o vírico, que ha ocasionó el abandono de su mamá y el fatal desenlace a pesar de nuestros esfuerzos.
Aunque desde el principio sabíamos que esto era una posibilidad muy probable y que debía estar preparada, es duro verlos vivos en un momento y al rato siguiente ver que se les escapa la vida. Y, como si llevaran en mi vida desde hace mucho, siento la necesidad de ofrecerles mis palabras como despedida, y necesito mi despedida para calmar mi pena.
Del 12 al 19 de julio, 2023: CLOUDLY
¡Qué corto ha sido tu paso por este planeta! Tan solo una semana de haber venido al mundo y anoche te fuiste dejándome tu último aliento en mi pecho.
Supongo que así son las cosas, Cloudly, pero no voy a permitir que tu breve tiempo
caiga en el olvido, por eso te escribo estas letras. Mi pequeña nube parda, mi suave
día gris, de esos que te gusta estar en casa;
he intentado que tus días junto a mí fueran agradables. Te he cuidado con la esperanza
de verte crecer y de que fueras la fortuna para una familia que te amase después de mí,
pero no ha podido ser. Dejas lágrimas en mis ojos
porque tu corazoncito latiendo se ha metido en el mío y cuando se paró, cansado, fue
inevitable lamentar que tu pequeña alma me dejara así. También has dejado solito a
Sunny, y creo que, aún sin haber abierto
sus ojitos, te extraña, porque ya no encuentra la piel tras la huella de tu olor.
Ojalá, desde ese arco iris donde descansáis los inocentes, estés ya velando por tu
hermanito y que él consiga lo que tú no has podido. Ayúdame, corazoncito.
Mi pequeñita Cloudly, gracias por estos días. A pesar de todo, no me arrepiento de
haberte tenido.
Eres una nueva lección en mi vida, bonita. Aunque ha sido dolorosa tu marcha,
sé que soy capaz de llevar a cabo esta tarea y tal vez pueda ayudar a otros como tú
a sobrevivir y empezar una buena vida. Ojalá el primero sea tu hermanito.
Te oiré maullar desde el próximo arcoiris. Y hoy, cuando ya pensaba que Sunny saldría adelante, también él me ha dejado,
como tú, de repente.
Del 12 de julio al 1 de agosto, 2023: SUNNY
Se multiplica por mil la tristeza, cuando se cumplían hoy tres semanas de tu nacimiento, Sunny. Cuando ya te he visto abrir los ojitos y con ellos me has mirado para enamorarme. Cuando ya me ronroneabas cada vez que te acariciaba, cuando ya buscabas alguna parte de mi mano para darme tu cariño a mordisquitos.
Creía que me dolería la despedida al dejarte al cuidado de otra mamá, pero ya no pensaba que la despedida sería perderte para siempre. ¡Oh, Sunny, cómo siento que no hayas vivido más! ¡Cómo puede algo tan pequeñito dejar un vacío tan enorme! Qué poca fortuna habéis tenido tú y tus hermanitos. Ojalá, al menos, ahora estéis todos juntos y sea la eternidad inmensa felicidad para los cuatro.
Agradezco cada minuto que he pasado cuidándote. Aunque tremendamente breve, ha sido precioso tu tiempo y sé que sabes que no he podido darte más mimos y más amor.
Cuando pensaba que solo sería vuestra mamá de paso, he sido vuestra única mamá. Así que a mí me corresponde lloraros, pensaros y recordaros.
He vuelto a casa con el transportín vacío, he recogido tus cosas y he tratado de descansar. Pero todas estas noches, has dormido a mi lado y ahora no estás, así que no he soportado tumbarme en la cama sin que vuelvan a llenarse de lágrimas mis ojos. Por eso, escribo como lo hice para Cloudly, para acompañarte un ratito más en tu viaje al arcoiris, para decirte adiós, para decirte hasta siempre. Mi achuchable criatura dorada.
¡Cómo le hubiera gustado a mi padre esta biblioteca virtual!
Por favor, deja tu opinión sobre el libro, cualquier recuerdo que tengas de mi padre que quieras compartir si lo llegaste a conocer, lo que sea que te mueva... Mis hermanos, mi madre y yo estaremos encantados de leerte y de contestarte siempre que podamos.
También tienes la posibilidad de comentar lo que otros lectores, amigos, hayan escrito. ¡Ojalá esto se convierta en un verdadero forum!
Si eres el primero, no lo dudes, ¡rompe el hielo! ¡Adelante!
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(Para los que prefieren escuchar en vez de leer, aquí tenéis la versión narrada publicada en Batiburrillo)
Va a ser verdad eso de que los escritores (los artistas, en general) crean sus mejores obras inspirándose en sus penas y miserias. Yo no me considero escritora (ni artista en general), pero, desde luego, escribo. Y lo hago, como ya sabéis, en este blog para descargar mi mente que, de no tener esta salida, explotaría a veces de tanto barruntar. Pues bien, esperando con ansias para poder contar la historia feliz que llevo queriendo vivir desde hace más de una década estaba y hoy que, ¡por fin!, puedo contarla, no tengo claro cómo hacerlo. Básicamente porque, lo cuente como lo cuente, no voy a poder transmitiros toda la felicidad, el alivio, la ligereza de espíritu y el amor por mí misma y todo cuanto me rodea que me hincha el pecho. Parece que hoy he aprendido a respirar por primera vez y siento el aire fresco y limpio al inspirar. Parece que mis ojos reciben la luz nítida como nunca, todo está hoy más intensamente coloreado. Las voces de los que me felicitan suenan melódicas y las vibraciones de esas ondas sonoras generan automáticamente en mí una sonrisa sincera al viajar a través de mi oído.
Aún no he podido dormir del todo bien ni todo lo que necesito, pero esta vez porque la emoción me ha mantenido despierta rememorando el instante en el que ayer recibí, ¡por fin!, la confirmación de que he obtenido plaza, la plaza que se me ha resistido durante más de una década, tal y como os relataba al final de la catástrofe que supuso la última convocatoria, en 2021: LA AGONÍA DE UNA PLAZA.
Lo cierto es que, desde aquella vez, aunque casi sin darme cuenta, caí en una depresión que, indudablemente, se ha manifestado brutalmente durante este curso al tener que volverme a enfrentar al proceso de oposición. He tenido que empezar de cero una nueva programación con una nueva ley. Fue una locura, mucho más de lo que ahora debo y puedo contar. Aún así, lo hice finalmente y además, así lo creo, hice un gran trabajo. He podido poner en práctica esa programación en el aula y, para poder hacerlo, a la par que realizaba el documento de programación en sí mismo, he creado un libro digital para los alumnos, puesto que, por los contratos estos que realiza la Junta y demás, la LOMLOE se ha implantado en este curso en los niveles impares, pero los chicos no han tenido libros de texto adaptados a la misma, así que, como ya he dicho, lo he elaborado yo para ellos sin descansar fines de semana, ni en las vacaciones de Navidad. Y así conseguí llevar a cabo mi propósito y tener el libro terminado y la programación al llegar enero.
Luego, a estudiar compaginando el tiempo no lectivo con lo propio de las labores docentes, incluyendo los quebraderos de cabeza que mi implicación con el alumnado me suelen generar, acentuados en esta ocasión por la exacerbada sensibilidad que me ha acompañado este curso. Nada de esto quiero ahora volver a detallar (podéis visitar y leer entradas anteriores para haceros una idea), más que nada porque la lectura de esta entrada sería eterna y, sobre todo, porque lo ÚNICO que quiero hoy es SENTIR y DISFRUTAR sin sombras de esta LUZ.
Sin muchas expectativas, debido nuevamente al número de plazas disponible para Biología, "eché los papeles" en noviembre para un procedimiento extraordinario de CONCURSO DE MÉRITOS encaminado a la estabilización de interinos. Como no esperaba tener suerte por ese camino, para mí fue un trámite que quise olvidar tras realizarlo para seguir centrada en la preparación para la oposición de este año, pero, para mi gran sorpresa, a finales de marzo, me vi bien posicionada en el baremo provisional. Tan poco lo esperaba, que mi primera reacción fue horrible. Lloré amargamente pensando que, como no era para nada algo definitivo, al final me quedaría fuera, como la última vez, y encima, durante el tiempo que habría que esperar para la resolución definitiva, iba a ser muy difícil concentrarme en seguir estudiando como si nada, con lo cual, peligrarían mis posibilidades para superar los exámenes convencionales de la oposición, después de todo el esfuerzo que ya llevaba hecho.
Ha sido un infierno esta espera, solo el que lo ha vivido lo sabe. El examen es dentro de dos días. Efectivamente, hace ya más de un mes que me resulta imposible estudiar absolutamente nada y no ha sido hasta ayer mismo que, por fin, ha salido esa lista, maldita y bendita lista, en la que consta que he sido seleccionada definitivamente y tengo la plaza 30 de las 52 que había disponibles para mi especialidad por este procedimiento.
Aún queda el papeleo, aún queda saber dónde trabajaré el año que viene y aún queda esperar para tener un puesto definitivo, pero hoy YA TENGO PLAZA. La primera consecuencia de esto es que el domingo no me tengo que enfrentar al examen, ni tendré que enfrentarme a la exposición y defensa de mi programación. Me sabe a miel pensarlo. Tampoco tendré que pasar por el año de prácticas, lo cual implica que el año que viene podré disfrutar de mi trabajo al cien por cien sin el peso que eso también supondría. O sea, después de más de una década, por fin me podré dedicar a mi docencia y disfrutar plenamente de mi trabajo. ¡Me acaba de dar un subidón de azúcar, vaya !
La siguiente consecuencia inmediata es que hoy viernes comienza el primer fin de semana en todos esos años que NO TENGO QUE ESTUDIAR. Me voy a celebrarlo con mi madre. Ni ella se lo cree.
Y, luego, tan solo espero dormir, celebrar, VIVIR.
Estoy tan agradecida a todos los que habéis rezado por mí, me habéis soportado, me habéis animado, me habéis consolado y mostráis vuestra sincera alegría por mí (habéis sido tantos que no puedo esta vez nombrar solo a unos pocos porque sería injusto) que no sé tampoco como expresarlo. Es imposible pagaros. Solo puedo decir que espero tener la ocasión de celebrar esto en algún momento con todos y cada uno de vosotros, ya me vaya la vida en ello. ¡¡Mejor si me va la vida en ello!! Os quiero.
Son casi las seis de la mañana y llevo ya dando vueltas en mi cama y en mi cabeza, una vez más, sin poder conciliar el sueño. Escribo, como siempre aquí, para mi desahogo, para no volverme loca, porque no sé de qué otra manera acallar el orgullo herido por la injusticia que, una vez más, parece ser la ganadora en esta mierda de mundo.
La semana pasada, el innombrable del que quisiera no acordarme, fue a interponer una queja contra mí a Delegación solicitando mediación en el asunto referente al alumno X por el que acabé grabando un podcast, que no quiso tener nunca otra intención mas que hacer autocrítica sobre las ocasiones en las que profesores y padres metemos la pata al gestionar conflictos con nuestros alumnos y/o hijos. Pretendía ser una reflexión con un mensaje positivo que no era más que asumir que todos podemos cometer errores y que pedir perdón nos hace ser mejores personas y tal vez, hacer que nuestro pequeño mundo, el único que podemos controlar, sea más amable.
Pero el "compañero", al cual no nombro en ningún momento, come ajos y se pica. En vez de leer que lo primero que hago es empatizar con la situación que él vivió y en vez de tomar mi mensaje como una nueva oportunidad de pedir disculpas y quedar como un Dios, escucha con los ojos cegados por un ego que no le cabe en el cuerpo y lleno de rabia, que dudo que fuera de dolor, toma la decisión de buscar la manera de HACERME DAÑO.
Como digo, se ha tomado la molestia de interponer una queja a Delegación y ayer, lunes, para empezar bien la semanita, después de un fin de semana igual de "bueno" sabiendo que me esperaba esta visita, un inspector vino a "mediar" en la situación. Lo de mediar es un eufemismo, claro. Por si las comillas no lo dejan claro.
No he tenido la oportunidad de saber en qué términos se ha redactado la queja por parte de mi compañero, tan solo creo que el señor inspector me ha leído, digamos, el final de la misma, en la que solicita la mediación y requiere que yo retire el podcast de las redes en las que estaba publicado.
A medida que pasan las horas, más me convenzo de que si yo tuviera acceso a ese escrito, podría ser yo la que tuviese razones para ir a Delegación a interponer una queja o denuncia por injurias, pero claro, eso son elucubraciones mías...
Luego, el inspector tiene a bien escucharme y entiende que, efectivamente, nunca fue mi intención hacerle daño , incluso pude leerle una carta que una desconocida me ha hecho llegar a la antigua usanza, dejándola en mi buzón, en la que me da las gracias porque tras escuchar el podcast con su hijo, les sirvió para arreglar una mala convivencia que se había instalado entre ellos. La carta es emocionante, os lo juro, pero es tan solo una muestra de todos los comentarios que me han llegado acerca de mi podcast. En ninguna de las notas que he recibido, ni de familiares, amigos, profesionales..., nadie, repito, nadie ha hecho referencia a la mala praxis de este tío; en todos los comentarios lo único que se me transmite es la valentía con la que yo hago MI AUTOCRÍTICA. Así de clara queda reflejada la intención de lo grabado en el podcast. Por tanto, el inspector concluye que no hay motivo de abrir ningún expediente contra mí, pero me "aconseja" que retire de todas formas el podcast, que ya el hecho de que él refleje en su informe que no ve motivos para la apertura de ese expediente, es una forma de no darle la razón a mi compañero. (El caramelito para que te calles la boca, niña, pero tu compi se lleva lo que quiere... o a lo mejor quería más: ¿echarme del centro?).
Así pues, tras todo lo que expuse, y un poco cansadito ya de mí, supongo, el inspector me da unas opciones para proceder:
1ª_ que acepte retirar el podcast y así no hay motivo de abrir ningún expediente contra mí.
2ª_ que siga adelante y que sea lo que tenga que ser.
Os juro que si no fuera porque ya llevo un mes perdido de estudio, que no os olvidéis que este año estoy otra vez con la tortura de las oposiciones y porque, de hecho, al rellenar la instancia debo marcar una casilla en la que declaro que no tengo ningún expediente abierto que me separe de mi labor docente, me tiro de cabeza a la segunda opción. Pero aunque hasta el inspector me dice que tengo todas las de ganar y ese expediente finalmente se cerraría a mi favor, no tengo la certeza absoluta y, por tanto, puedo hasta poner en peligro mi derecho a opositar. Esto al margen de que tirar para delante con el expediente supone alargar el proceso y la tortura en la que me veo inmersa, perdiendo un tiempo que es oro para mí y mantener un nivel de ansiedad que ya no puedo controlar noche tras noche.
Así que obviamente, opto "voluntariamente" por retirar el podcast de las redes sociales sin contrapartida alguna para el profesor, tan solo, eso sí, con mi "recomendación"de pedirle disculpas al alumno delante del resto de la clase por la forma en la que redactó en parte que le supuso la expulsión (que ni siquiera ha podido constar como exigencia en lo que se suponía una negociación, que es lo que se entiende que es una mediación, ¿no?: llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes en pos de una mejora de la convivencia). En realidad, también pedía que me pidiera disculpas a mí por haber llegado al punto de quejarse en Delegación, lo cual sí que es un ataque directo contra mí. Eso, que me perdonen, no tiene otra posible lectura. Pero esta petición ni consta como "recomendación", ¿para qué?, si todos los presentes sabíamos que no iba a acceder. O sea, que ya está arreglada la convivencia, ¡ea!
Ya no podéis escuchar el podcast en Spotify, aunque veáis el enlace en facebook, y en instagram y twitter no he dejado ni el rastro del enlace siquiera. Pero resulta que un blog no es una red social y como lo que él individuo ha solicitado es la retirada del podcast de las redes, me he comprometido justo a eso. Pero ni el texto es un podcast, ni mi blog es una red social, así pues, el que quiera leerlo lo va a seguir teniendo aquí, al menos, hasta que, si se da cuenta, vuelva a tocarme las narices con otra queja en Delegación.
Ahora, que para la próxima ya he aprendido algo. De la reunión de ayer salí llorando con una mezcla de sentimientos indefinida, supongo que, como decía al principio, herida en mi orgullo por darle lo que quería, sabiendo que no solo es que mi orgullo quede humillado sino que el suyo se va a acrecentar y que, por tanto, su actitud prepotente volverá a imponerse en su trato con los alumnos cada vez que le dé la gana. Inocentemente, pensé, que la tal "mediación" en la que se buscaba "el equilibrio" supondría que tras mi entrevista, habría otra con él en la que le pusieran algunos puntos sobre algunas íes, pero, sinceramente, NO ME LO CREO, porque entre otras cosas, cuando yo me fui de allí, su horario laboral ya había terminado, por lo que más bien creo que la tal "mediación" fue una pura pantomima en la que lo que se pretendía era quitarme las ganas de empezar una lucha, siendo, como es evidente, más fácil convencerme a mí de retirar el podcast, que a él de seguir encojonado y luchando, tal vez, por que me echen del centro.
[...]
Escribo tras haber pasado ya al día después. De hecho, estoy a punto de irme a la cama a tratar de dormir de una bendita vez. Pero antes de hacerlo, sé que no lo conseguiré si no inserto en esta parte de mi discurso una RECTIFICACIÓN AL PÁRRAFO ANTERIOR, que por otra parte, el pensamiento que me llevó a escribirlo fue en gran medida el motivo que me desveló tan inoportunamente anoche, porque mi mente dolida y aturdida ya después de tantos días sin descanso, llegó a pensar que hasta mi director y el inspector me habían manipulado, que igual después se dieron una palmadita en la espalda diciendo lo bien que lo habían hecho, y tal vez, si eso, el director hablara otro día con el innombrable (entiéndase innombrable por un calificativo que no voy a escribir, pero lo dejo a vuestra elección y/o imaginación). Tal vez en esa conversación le dijera que ya estaba todo solucionado, que la imbécil ésta que suscribe había colado por el aro y que puede seguir siendo el magnífico profesor que es. Igual ,lo celebraran con unas cañas el viernes a la salida.... Las malas noches tienen esto, que destilan las confusiones, aunque a veces los líquidos separados sean muy tóxicos. Anoche quería gritar porque en el fondo he sentido que se me ha sometido a la CENSURA, pura y dura.
De hecho, el inspector me dio un consejo para la próxima vez que quiera expresarme libremente: "que ya que tengo el don de la palabra, que LO NOVELE". Vaya, como si estuviéramos de nuevo en la época franquista y tuviera que hacer canciones de revista.
Tal vez en otra ocasión siga el consejo, porque me gustan los recursos literarios, pero HOY NO, HOY NO ME DA LA GANA. YO NO SOY LA QUE HA HECHO ALGO MALO, NI LA QUE HA TENIDO LA MALA LECHE DE CARGAR CONTRA UNA COMPAÑERA CON LA CLARA Y ÚNICA INTENCIÓN DE HACERLE DAÑO.
No obstante, esta vez, publico en este blog mío que es personal, al que poca gente se asoma porque a casi nadie le gusta leer tanto hoy en día y, en realidad es solo mi saco de gritos. El agujero negro que se traga toda mi angustia. Está desvinculado de mi blog profesional, o sea, desde aquí si se puede acceder a "En mi otra clase", pero no a la inversa. Y si publico este enlace será únicamente en facebook donde tan solo tengo amigos, pero vaya, ni ésa es la intención.
Sin embargo, como decía, hoy es el día después y, aunque me sigo sintiendo destrozada y no me ha quedado más remedio que pedir cita a mi médico de cabecera porque me paso más tiempo del día llorando que con los ojos secos, debo decir, para no faltar a la verdad y porque me hacía falta una dosis, aunque sea pequeñita, de justicia que, cuando he llegado hoy al insti y he pasado por el despacho del director para decirle que ya he retirado religiosamente el podcast de las redes, me ha hecho sentar, me ha notado la cara de enfado, cosa que le he confirmado, pues en nada estoy de acuerdo en haber tenido que retirar mi grabación sin recibir si quiera a cambio una disculpa por el proceder del innombrable y a tenor de la única opción viable que tuve. Como digo, me ha hecho sentar, así que le he preguntado abiertamente sobre mi clarividencia nocturna sobre la NO entrevista posterior con "la otra parte", pues, como ya he comentado, comprobé que, por su horario, ya no estaría en el centro.
Me he llevado una grata sorpresa al saber que, efectivamente, como sospechaba, aun a sabiendas de que el inspector estaba allí y tenía intención de hablar con ambos, al llegar el fin de su jornada, se dio el piro, sin preguntar si quiera por si le iban a reclamar su presencia. Pero le salió la huida cobarde como el tiro por la culata, porque le llamaron por teléfono y tuvo que dar media vuelta para cumplir con la entrevista.
No voy a entrar en detalles, primero porque son largos y segundo, porque sigue siendo mi intención no cargar contra él más de lo debido, pero tras lo que me ha contado el director, me ha quedado claro que, a lo largo de la entrevista, se le fueron bajando los humos y aunque no va a consentir en pedirme las disculpas que merezco está dispuesto a redactar un escrito en el que se retractará de lo que dijo en Delegación, sean cuales fueran las barbaridades que se le ocurrieran.
Bueno, el "dire" me ha dicho que conociéndole, es lo más parecido a una disculpa, aunque eso sí, aún sigue esperando que yo me disculpe con él (anotad el dato) de la misma forma que lo he injuriado, o sea grabando un nuevo podcast. Claro que el inspector, al parecer, le hizo ver que ya estaba bien de tanta gilipollez de pedir lo que no corresponde (obviamente me he permitido una versión libre de las profesionales palabras que seguro tuvo el señor inspector, claro).
Yo, de todas formas recelo de ese escrito, que por cierto no entregará en persona en Delegación, como si tuvo a bien hacer con su queja. Se le dará registro de entrada en la administración del centro y lo enviará el director para añadir al papeleo que ha generado este "issu", lo cual refleja la cobardía nuevamente de este pusilánime ser. Y como digo, recelo, porque no creo que lo haga movido por "disculparse" de alguna manera conmigo, sino porque prefiere eso antes de recibir una negativa a su petición por parte de la Inspección de abrirme un expediente.
En fin, qué decir, sea como sea la cosa, a mí me da exactamente igual. Me conforma que ayer se removiera incómodo en la silla al darse cuenta de que, en caso de abrirse incluso ese expediente, no las iba a tener todas consigo, ni mucho menos.
Esta entrada no la va a leer nadie, o casi nadie, y mucho menos ese inspector o mi director. No es mi
deseo que traspase los muros de mi universo más íntimo, pero igual que gritaba hace menos de 24 horas una cosa, hoy también quiero a gritos DAR LAS GRACIAS a ese inspector por haberme escuchado y haber empatizado conmigo aun sin dejar de salirse de su papel en ningún momento, porque hasta tuve dudas de que todo cuanto conté hubiera servido de algo. Y, sobre todo, gracias a mi "dire", porque a pesar de estar en una posición muy difícil, me ha apoyado como ha podido hasta el final y ha compartido mi dolor. Se lo dije en un mensaje, se lo dije ayer, en presencia del inspector y lo digo ahora también: Gracias por existir.
Indudablemente su actuación en este caso podía haber sido mejor en algunos aspectos, pero tanto él como yo misma no podíamos ni imaginar que esto tomaría las dimensiones que ha llegado a tomar.
También tengo que agradecer el apoyo que he recibido de una compañera, Amanda, que, desde luego, me ha dado un motivo para echar de menos a alguien del centro en el caso de no trabajar ahí el curso que viene. Sinceramente, he dicho muchas veces que no no voy al trabajo para hacer amigos, pero, en el fondo, es infinitamente más agradable tener a alguien con quien poder compartir más que un hola en los cruces de pasillos. Saber que puedo contar con ella es una de las pocas cosas buenas que he sacado de todo esto.
Por supuesto, no me puedo olvidar en este rosario de agradecimientos a mi compañero José Julio, que, aunque ya no trabaja en mi mismo centro, es un compañero de esos que se merecen las mayúsculas. Por cierto, para el que piense que tengo algo en contra de los matemáticos, José Julio lo es, pero de los buenos, coño. Siempre me das ímpetu, empuje y fuerza cuando hablo contigo, y ya son muchas las veces en las que lo has hecho, o sea que me arruinaré en cañas el día que me ponga a pagártelas. Además por partida doble, porque a tu mujer, Lidia, le debo las mismas por permitir que le robe su tiempo contigo con las largas charlas a las que te someto cuando te llamo (no son nunca llamadas de menos de una hora, mon Dieu!).
Y, bueno, esta mañana he llamado al sindicato para que me explicaran si tengo o no derecho a saber los términos en los que se redactó la queja de las narices y me han explicado que la normativa dice que no. No lo veo ni medio normal, la verdad, pero es lo que hay, pero, al margen de esto, la llamada ha sido atendida por un compañero, Fernando, que también ha tenido que aguantarme un rato llorando y que, finalmente, me ha dicho que aunque no me conoce, si estuviera aquí me daría un abrazo. Gracias, Fernando. Lo he recibido igualmente. A lo mejor me paso algún día por la sede para dártelo en persona, caray.
Por último, quiero dar las gracias a mi familia, a mi madre, que no me quiere ni preguntar, para no molestarme pero que es la primera en preocuparse, y a mi hermana, claro. Y, sobre todo, debo dar las gracias a mi amiga María del Mar, porque ésta si que me aguanta a diario. Mi compañera de piso telemática. Con la que no siempre estoy de acuerdo y con la que he discutido mucho al respecto de este asunto en varias ocasiones por no ver las cosas de la misma manera, pero que se atreve a decir lo que piensa y con la que me atrevo a decir lo que pienso sin temor a que esto rompa lo que nos une, incluso cuando mi tono ha sido más alto de lo que debiera. Puede que a veces ni me comprenda o no la comprenda a ella, pero nos esforzamos en hacerlo y sobre todo, nos queremos. Eres "Mi Persona", citando a Anatomía de Grey.
Y, ya está, aquí traslado lo que ya no existe en redes. Sigo sin incumplir los acuerdos a los que me comprometí. Pero esto ha formado parte de mi vida, me ha causado un dolor inmenso y no quiero olvidar lo que viví, ni cómo lo sentí, que en el fondo, esto es este blog también: ese diario "secreto" al que puedes volver para recordar aquello que de alguna manera te marcó.
NI TÚ NI NADIE
De fondo estaba escuchando “Ni tú ni nadie” mientras mi cabeza andaba procesando hechos sucedidos recientemente que me han removido en lo más profundo.
Ahora, repito en mi cabeza aquel estribillo que tantas veces, en fiestas, he coreado con amigos y desconocidos: “¡Qué difícil es pedir perdón!” Y hoy, me pregunto: ¿tan difícil es? Me lo pregunto a nivel personal, pero también como profesora: ¿Soy yo tan infalible que nunca debo pedir perdón a mis alumnos?
Ya seas un alumno, un compañero docente o un familiar, me gustaría que me acompañaras en esta reflexión. Bienvenidos a este capítulo del Guante Azul, “Ni tú ni nadie”.
Dar clase es cada vez más difícil, os lo aseguro. Aunque no va de esto este capítulo, debo decir esto de antemano. Y no por justificar nada, sino porque es una realidad. No obstante, la dificultad en las relaciones entre profesores y alumnos hoy en día es la misma que la que observo en el resto de relaciones personales. No sé qué nos pasa, qué se ha instalado en el mundo que la susceptibilidad está a la orden del día, en todo momento y en cualquier situación. Y lo que pasa en una clase es fiel reflejo de lo que acontece en la vida cotidiana. Es como un subsistema. Una minisociedad dentro de la gran sociedad.
Generalmente, como quiero pensar que les ocurre al resto de mis compañeros, gestiono bien mis clases, pero debo confesar que, a lo largo de los años, he acumulado no pocas ocasiones en las que no he tenido las mejores formas ni palabras con una clase en concreto para resolver algún conflicto. La paciencia tiene límites y los profesores no estamos hechos de un material diferente a cualquier otra persona, lo mismo que ocurre con los padres. Así que, hay veces en la que la cosa se nos va de las manos y una vez toman ese rumbo que nunca hubieras deseado es difícil parar y volver a empezar desde la calma. Porque, por desgracia, no hay un interruptor mágico que de repente haga rebobinar y borrar ese instante en el que debiste optar por el camino de la serenidad, de la buena gestión. Cuando esto ocurre, te encuentras de pronto ante más de 30 alumnos y, o sigues hacia delante, o crees que te van a comer.
Me ha pasado. Es lamentable y lo confieso avergonzada. pero luego, cuando te vas, cuando llega la quietud acompañada del malestar, de la culpabilidad de no haberlo hecho bien siendo tú el adulto, entonces, siempre acabo optando por lo que mi verdadero ser me dicta…
Llega el siguiente día, la hora de volver a entrar en esa clase y un poco vas temblando, la verdad, pero segura de hablar con el corazón, yo pido disculpas. Y en ese momento la paz me invade. Porque no importa que llevara todas las razones del mundo para abroncar a mis alumnos el día anterior, ni siquiera importa si alguno de ellos se comportara de manera impertinente, lo que importa es que mis razones se evaporaron cuando perdí las formas, sobre todo porque soy yo quien debo dar ejemplo de todo lo contrario. Por ese motivo, por encima de todas mis justificadas razones, yo pido disculpas con el orgullo que me hace saber que estoy haciendo lo correcto.
Me da igual que seas un alumno, o un colega o una madre o padre, ¿alguno de vosotros de verdad piensa que pedir perdón nos hace más débiles ante el otro? A mí, la vida me ha demostrado que no. A mí, mis años de profesión me han demostrado que la humanidad que transmite el que comete un error y lo siente y lo hace saber con humildad, gana el respeto de los alumnos de una forma que ninguna amenaza, castigo o sanción consigue.
Nada te acerca más a otro que sentirte identificado con él. Y si en algo todos somos iguales es que inevitablemente todos cometemos errores, todos tomamos malas decisiones y todos gobernamos mal en algún momento de nuestras vidas nuestras interacciones sociales. Por eso, la catarsis que se produce ante una disculpa sincera es casi inmediata y, por supuesto, sanadora.
Me siento afortunada de ser una persona que, al contrario de lo que cantaba Alaska, no encuentro tanta dificultad en pedir disculpas. Creo que, como ya he dicho, es una cuestión de tener claro que hacerlo me hace mejor persona.
Pero qué pasa con esos profes que no lo asumen así? Aunque están hechos de la misma pasta que cualquier otro tipo de persona a la hora de errar, no son cualquier tipo de persona a la hora de reconstruir los desastres. Ahí sí que hay que tener clara la esencia de nuestra vocación. Por lo tanto, entramos en un terreno de escombros peligrosos…
No importa cuál fue la discusión que se desmadró. Estoy segura de que probablemente tenías todas las razones de tu parte, pero todas las perdiste, cuando perdiste los modos.
Un alumno, inesperadamente, se alza enfadado, pero más tranquilo que el resto de compañeros que protestan ruidosamente ante tus propios ruidos. Quiere hacerse escuchar, lo exige tajante, pero sin violencia, sintiéndose seguro de que tiene derecho, como tú, de dar sus razones. Es corpulento, su voz es grave, su aspecto más maduro de lo que probablemente se espera para su edad. Tal vez lo que vive fuera de esas cuatro paredes otorguen a su mirada o a su gesto un talante que sencillamente impone. No hace falta que grite, ni que verbalice con palabras soeces. Tal vez hubiera sido más fácil lidiar con alguien que así lo hubiera hecho. Pero él, a pesar de la situación, solo hace uso del derecho que cree tener y se atreve incluso a exigir que te calmes y te dirijas a ellos con respeto.
Seguramente eso encienda aún más tu cohete interno que ya ha entrado en barrena e incapaz de volver atrás, justificas tus desprecios. En el uso de las palabras eres mejor, eso sí que juega a tu favor. Pero aunque trates de apelar a tu autoridad, hace rato que la perdiste delante de esos que ya no saben quién eres ni lo que estás haciendo. Te sientes amenazado por un gesto de ese chico, aunque tú mismo has levantado la mano tan solo un instante antes. Pero no eres tú el que retrocede, es él quien reconoce que los dos habéis hecho mal y trata de dar ese paso atrás. Te sientes amenazado, pero en realidad, aunque en ese momento no te das cuenta, la amenaza eres tú mismo.
El alumno que se puso en pie, dando la cara por el resto, exige ir juntos a dirección. En ese momento, lo único que quiere es que otros adultos intervengan, medien, porque está claro que la discusión no va a llegar a ningún buen puerto.
Lo has interpretado todo muy mal. Decides que los gestos y las palabras del alumno han sido incorrectos, obviando que tus gestos y tus palabras fueron las primeras incorrectas. Decides que él, por ser el alumno, debía aguantar el chaparrón, los gritos, el desprecio que has mostrado ante unas calificaciones, que si bien no son ellos, son el malogrado fruto de un esfuerzo que, para ellos, duele más que para ti, por cierto. Decides, como digo, que tu huída hacia delante es que el alumno debería haber tolerado toda tu actuación, aunque jamás nosotros, como profesores, toleraríamos una actuación similar por parte de ellos. ¿No te das cuenta de cuánta hipocresía hay en todo esto?
Vuelvo atrás en mi relato. Yo he estado alguna vez en una situación parecida. Y la respuesta a la pregunta anterior es que no. No te das cuenta. No en ese momento.
Pero luego… Luego sabes perfectamente que metiste la pata hasta el fondo y es ahí cuando debes elegir. porque se trata sencillamente de eso, de elegir. Si lo piensas, debería ser fácil elegir lo correcto, porque esos chavales han hecho justo lo que decimos que queremos conseguir con la educación, que sepan tener criterio propio, que defiendan sus ideas argumentando… ¡Joder, fuiste tú el que no estabas escuchando!
Ya os he contado cual es mi elección en esos lamentables casos. pero, como imaginaréis, no es el camino que eligió este profesor.
El alumno se enfrenta a una grave sanción por el parte redactado de lo ocurrido en el que el profesor le acusa de haberle amenazado y de haberse sentido humillado y vejado e incluso haber temido por su integridad física.
El alumno se siente frustrado porque sabe que eso no ha sido así, que ésa no ha sido su intención; para él es una burda mentira la que le va a llevar a una expulsión de un mes, que es lo que ha pedido el profesor, que puede llegar a costarle el curso.
El alumno trata de dar su versión, aunque siente que es cosa perdida porque ante la palabra de un profesor la suya queda invalidada. Lo ha vivido así otras veces. Alega sin mucho acierto desde la rabia.
Cuenta con el apoyo de toda su clase, pero sigue sintiendo que no tiene nada que hacer. Internamente toma la decisión de abandonar 2º de bachillerato a menos de dos trimestres para graduarse si, como teme, es expulsado un mes, pues se siente incapaz de conseguir superar las materias teniendo que faltar más de lo que ya debe faltar porque tiene que compaginar el estudio con un trabajo.
El alumno trata de buscar ayuda en otros profesores en los que confía, alguno hay. Incluso se acuerda de mí, que le di clase el año pasado. De hecho, a pesar de llevarnos bien desde el principio de curso, tuvo un enfrentamiento conmigo, aunque el desenlace de aquel capítulo fue muy diferente, porque los dos tuvimos a bien querer solucionarlo. En primer lugar, yo redacté un parte sin sesgar la parte en la que yo me equivoqué y eso condujo a asumir su responsabilidad en lo ocurrido, a pedirme disculpas y a darme la oportunidad de pedirlas yo también a él. De aquello surgió una conversación en la que él comprendió que no puede esperar que los profesores seamos telépatas, que debe pedir ayuda cuando la necesita, al menos, expresar lo que le pasa para que el otro pueda comprenderlo.
En otro momento, tal vez, este alumno no hubiera confiado en otros profesores ni hubiera buscado ayuda en ellos, pero quiero pensar que, gracias a lo que ocurrió el año pasado conmigo, en esta ocasión ha sido capaz de hacerlo. Tras los consejos recibidos por estos profesores, entre los que incluyo las largas charlas que él y yo hemos mantenido en los días posteriores al suceso, el alumno calma su rabia y hasta consigue encontrar la empatía que debía haber tenido otro en primer lugar para escribir una disculpa, la única que cree tener que dar.
Yo he podido leer esa carta, de hecho, me pidió ayuda para corregir su ortografía, alguna que otra coma y mejorar su redacción, aunque no he tocado en absoluto la esencia de lo que quería escribir. Son sus sentimientos de cabo a rabo. Me llenó de orgullo leerla, me ha llenado de orgullo que acudiera a mí y me llena de orgullo ver el hombre en el que se está convirtiendo.
Iba a estar aquí hoy, leyendo en directo esa carta para compartirla con vosotros y para acompañarme en una tertulia posterior, con la intención de que todos aprendamos algo de esto que ha ocurrido y seamos capaces de mejorar, pero ya ha sido determinada su sanción. Aunque no es de un mes, lo cual indica que, a pesar de que él sienta lo contrario, las personas que han decidido el castigo, han tenido en cuenta que el profesor tampoco actuó correctamente, finalmente se va expulsado diez días. Creo que lo sabe y ya ha tomado la decisión.
No está, pero le prometí que seguiría adelante con este podcast con o sin él. Estoy retrasando la publicación de este capítulo, a la espera de que se comunique conmigo y me haga saber que estoy equivocada, que quiere compartir conmigo este rato de reflexión, que quiere leer su carta para vosotros, que volverá a las clases y le veré graduarse, pero ya lleva dos días sin aparecer por el centro. Tal vez no quiera ni recibir la expulsión formal, tal vez esto ha sido la gota que ha colmado su vaso y le esté sirviendo de excusa para irse lejos y dejar atrás todo un mundo del que su profesor no es consciente pero que, en gran medida, ha forjado su carácter, ha determinado que, una vez llegada una edad, ya no pueda admitir que alguien le grite más. Y si se marcha, es cierto que no será culpa de ese profesor, es su decisión. Este evento no es suficientemente importante para cargar con esa responsabilidad, pero, maldita sea, era un cordón a punto de deshilacharse y tal vez tuvimos la oportunidad de conseguir mantenerlo sujeto unos meses más. Porque si se va, ahora no, pero seguro que en no mucho tiempo se dará cuenta de la gran diferencia que supone tener o no su título. No importa que no tengas la idea de hacer una carrera universitaria, tal vez nunca lo necesites, pero la cuestión es no cerrarse puertas. Sé que tienes planes que en este momento te saben a libertad, que es lo único que deseas y, tal vez ahora ese papel no tenga importancia, pero la vida da demasiadas vueltas, como para no asegurarte lo más que puedas. ¡Y te queda tan poco!
En una parte anterior a mi relato, comentaba que cuando la clase se te va de las manos hay un momento en el que ya solo ves dos opciones: matar o morir (metafóricamente hablando), pero hay una tercera, una que nos dejó Aute en una hermosa canción con la que despediré mi capítulo de hoy: Entre morir o matar, prefiero AMAR. Ya sé que es imposible conocer las circunstancias de cada uno de nuestros alumnos, y cuanto más mayores se hacen, más difícil es porque se tornan más celosos de su intimidad, pero si tuviéramos siempre presente que tras cada alumno o alumna puede haber un hilo a punto de romperse, tal vez, solo tal vez, podríamos tener siempre más presente la opción de amar. De conjugar ese verbo cada vez que reñimos, que aconsejamos, que explicamos… Cada vez que hablamos. Y, sobre todo, cuando como humanos que somos, no lo hacemos del todo bien, debemos amar para poder rectificar. Porque, tal vez, de ese gesto dependa el futuro de esa persona.
No, ser profesor no es nada fácil, en momentos como este soy más consciente que nunca de la grandísima responsabilidad que tenemos. Ojalá fuéramos infalibles, ojalá los padres lo fueran, pero no lo somos, por eso a lo más que podemos aspirar es a ser humildes y tener más capacidad de comprensión.
Esta semana, tras todo lo ocurrido con este alumno, tras todo lo que a mí me ha removido, he ido a un aula colindante a otra en la que yo imparto clases. No nos separa ni un verdadero tabique y son chicos muy ruidosos. Molestan mucho incluso cuando están con su profesor, así que hace relativamente poco, perdí los papeles y aporreé literalmente la puerta que nos separa, desesperada por no poder explicar a los míos. Importándome poco lo nada educado, ni educativo que fue ese gesto. Eso sin contar la falta de respeto que tuve con el compañero que allí se encontraba. Durante el fin de semana pasado tomé la decisión de que lo primero que haría al llegar el lunes sería ir a esa clase a pedir disculpas por mi gesto. Y puede que a ellos les dé igual, puede que no sirva para nada, tal vez, pero yo debía hacerlo, porque debo dar ese ejemplo. Porque no puedo dejar que aprendan que dar un porrazo es correcto y, si yo lo hago, ellos también se verán más tarde en el derecho. Creo que la idea ya está clara, pero por si acaso, lo diré de nuevo: Tengo clarísimo que volveré a equivocar el gesto en alguna ocasión, aunque tenga la firme intención de que no vuelva a ocurrirme, pero jamás, jamás dejaré de pedir perdón cuando, desbordada por las circunstancias, no sea capaz de controlar mis emociones. Lo que pasa en un momento de calentón es inevitable, lo que haces después es lo que marca la diferencia.
Todo cuanto os he contado lo he contado desde mi punto de vista como profesora, pero se puede aplicar en cualquier relación con otra persona. Da igual si tratamos de la relación entre padres e hijos, entre amigos, entre pareja… Da igual quién inicie una disputa o quién la acabe o quién lo haga peor. La cuestión es que, cuando la tormenta pasa, todos deberíamos ser capaces de mostrar generosidad y disculparnos por la parte que nos toca. Incluso si pensamos que no erramos en nada, os aseguro que la otra parte pensará que sí, así que disculparse por la percepción que pudiste causar ya es construir un puente para el perdón.
¡Cómo me hubiera gustado charlar contigo sobre estas cosas, Sulayman! Escuchar tu carta y hablar luego de percepción, de prejuicios, de construir, de lo que te hubiera gustado cambiar, de lo que te hubiera gustado que tu profesor cambiara, de qué te gustaría que los que nos escuchen tomaran nota. Desde luego, este podcast se hubiera enriquecido mucho con tu presencia. Sin embargo, no estás aquí a mi lado y me deja un sabor amargo el fin de este capítulo porque siento que tu ausencia es un fracaso de mi labor como profesora. Espero que tus sueños se hagan realidad a pesar de lo que decidas ahora, espero que sea lo que sea que hagas en este mundo seas sobre todo feliz. Sabes que, cuando quieras, tienes en mí a una amiga que te respeta. Gracias por haberme mostrado un poquito de tu corazón.
Amigos, debo despedirme ya. Podéis encontrar éste y otros capítulos del Guante Azul en mi blog Enmiotraclase.wordpress.com. Aunque, sinceramente, me basta con que escuchéis éste y sirva para remover vuestras conciencias. Si al terminar os acordáis de alguien con quien estéis en malos términos y decidís dar el paso para disculparos y construir ese puente que os acerque, yo habré hecho algo bueno y Sulayman habrá ganado. Si os ha tocado un poquito esta historia, compartidla, difundidla. Entre morir o matar, prefiero amar…