domingo, 18 de septiembre de 2016

...LUEGO EXISTO

Si Descartes tenía razón, mi existencia es indiscutible y, diría yo, tal vez más real que la de otros que no piensan tanto las cosas. Lo que no sé, es si Desccartes, después de mucho existir, llegaría a la misma conclusión que llego yo después de tanto pensar: aun a riesgo de ser menos real, preferiría no pensar tanto, porque lo que ya va siendo casi una plena certeza es que, cuanto menos se piensa sobre la vida, más feliz se es. 

Desgraciadamente, no he dado todavía con el botón ese mágico que debiera existir, sin duda, entre el corazón y el cerebro, para apagarlo a placer y evitarme el sufrimiento por discurrir sin medida sobre mi pasado, mi presente y mi futuro. Tampoco existen mecanismos que, cual anteojeras, me hagan mirar solo al frente, sin atender a más estímulos de luz que no provengan de esa única dirección. No, no he conseguido simplificar la infinita gama de colores de la que parece que está hecha mi mente a tan solo un blanco o negro, sí o no. Resulta que para todas las cuestiones que me plantea mi querida existencia, la respuesta suele ser "depende" y esto implica que lo malo, nunca es tan malo, ya que siempre hay algo positivo que me empeño en buscar; pero lo bueno, tampoco lo es al cien por cien, porque siempre hay algo negativo, que no puedo obviar. 

Queridos todos/as:

Vayan por delante mis más sinceras disculpas si, debido al carácter extrovertido que me acompaña desde nacimiento, hablo más de la cuenta de todo cuanto me acontece. Me disculpo si esta necesidad mía de largarlo todo, puede llegar a cansaros, porque es cierto que hace mucho que hay más de lo malo que no es solo malo, que de bueno, que no es todo bueno. Así que, puede ser que a aquellos/as de vosotros/as en los que además deposito más confianza, escuchéis mis palabras teñidas de más tristeza que de felicidad. Me disculpo si esto os hace mi compañía ingrata y os exonero de la obligación de la misma. En muchas ocasiones, yo misma he tenido el buen gusto de retirarme, cual ermitaña, para no ensombrecer vuestros pocos y ansiados momentos de ocio. Con el corazón en la mano os lo digo: no tenéis por qué estar a mi lado si no os viene bien o no tenéis cuerpo para escuchar la parte negra de mis sensaciones.

Pero, os lo ruego también con el corazón en la mano, el que se preste a compartir su tiempo conmigo, que deje ya de regañarme por mi forma de ver el mundo. Que ya bastante me flagelo yo a diario. Que si cuento lo que cuento, lo hago sin la menor intención de que nadie piense que está en su mano solucionarme la vida. Que lo único que necesito es expresar en voz alta mis miserias porque así me evito una úlcera y, de paso, la mayoría de las veces, la negrura deja paso a un gris o marrón más aceptable. Que tan solo pretendo hablar, porque gran parte de mi vida está en silencio a diario. No pido más que lo que en inmumerables ocasiones también yo he hecho por vosotros/as: escuchar, sin juzgar. Que un consejo deja de ser efectivo cuando se repite en demasía y se vuelve recriminación sin darse uno cuenta, en el momento en que, no importa lo que cuente, la única respuesta es la misma coletilla. 


Es domingo, y ahora experimento lo que muchos me habéis contado a veces sobre el malestar que se os pone en el cuerpo cuando cae la tarde, porque eso significa que mañana hay que volver al trabajo. Ni siendo niña yo había sentido eso, porque yo era de ésas raritas a las que les emocionaba que llegara el lunes para volver la cole. Ahora, soy como un niño de los normales, de los otros, de los del berrinche dominical vespertino. Y la angustia, en mi caso, toma forma de macuto que hay que hacer para volver a dejar mi casa... Me adaptaré, estoy en ello. Como me adapto cada vez que la ilusión de un encuentro es como nieve que no cuaja. Me adapto, aunque eso lleve un tiempo. Y, tal vez, el problema es que, ultimamente, hay que adaptarse muchas veces en demasiado poco tiempo... Pero, hasta a eso llegaré a adaptarme. No pasa nada. No será ni más facil, ni más difícil sin vosotros/as. Solo diferente; y también me adaptaré a eso. Sin embargo, no creo que pueda cambiar más de lo que ya lo he hecho; como tampoco cambiará el hecho de que os vaya a querer ni menos, ni más por eso.