domingo, 11 de octubre de 2015

UNA SEMANITA INTENSA

Intensa en el buen sentido... aunque yo sigo con mis noches de insomnio, eso sí. Son las cuatro y veinte de la madrugada y, por no despertar a mi amigo de tanto dar vueltas en la cama, me he rendido y me he levantado. Tenía pensado ir a hacer algo de ejercicio si el desvelo llegaba, pero claro, no a las cuatro. Cada vez asalta más temprana la vigilia. Así que, puestos a gastar este tiempo en algo, y entre trabajar o escribir aquí, opto por narrar mis andanzas, que siempre me resulta más entretenido y, además, no pocas cosas agradables tengo para contar esta vez. 

El martes pasado mi compañero Andrés, abrió un grupo de What´s App para el departamento de Biología al cual pertenecemos con el nombre EL CLUB DE LOS MILLONARIOS. ¡Menuda sorpresa leer que nos había tocado la Primitiva. Bueno, no ha sido un premio millonario, por supuesto, pero, oye, un pellizquito para cada uno de los cuatro sí que ha sido y a mí, particularmente, me ha completado el sueldo del mes, que, como empecé a trabajar el día 15 de Septiembre, he cobrado tan solo una quincena. O sea, que más oportuno no ha podido ser. Y, encima se me ha otorgado el mérito porque cuando Andrés me comentó poner un bote para jugar semanalmente a la primitiva, yo acepté confesando que jamás meto a loterías ni nada por el estilo, a lo cual añadí que igual tenía la suerte del novato. No sé si será así o no, pero la cuestión es que nos ha tocado y, al margen de lo bien que vienen las pelas extras, lo mejor ha sido disfrutar los cuatro (y su mujer) de la suerte que nos ha caído. Si ya había notado buen rollo en este departamento, creo yo que la alegría de salir premiados nos imprime aún más ese carácter. En cuanto ha sido posible nos hemos reunido todos para celebrarlo. Esta vez ha sido un buen desayuno, pero todos hemos compartido el deseo de que haya próximas reuniones extraoficiales, a ser posible entre cañas y unas buenas gambas. A ver si, como dice Andrés, esto solo ha sido el calentamiento y resulta que la suerte vuelve a rondarnos... Desde luego, el viernes, entre sorbos de café y dulces, todos creímos que eso es posible.

Sin penas ya, por tanto, de andar escasa de plata para el resto del mes, una afronta el fin de semana
del Pilar con otros aires. Me he venido a Málaga donde tenía previsto encontarme con un amigo de Madrid para pasar el "weekend" dedicándonos a disfrutar de los sentidos. Y, la verdad, lo estoy disfrutando de veras. Aún nos queda todo el domingo por delante para elegir restaurante, echar un rato de cine y palomitas y pasear por alguna otra zona de mi tierra donde le hago de anfitriona, pero queda ya en mi memoria una cena maravillosa enmarcada por las luces de Puerto Marina, el pescaíto frito malagueño que esta vez comimos hipnotizados por el rebalaje en la playa de Fuengirola y todo lo que entre cena y comida se ha compartido. El sol se escondió, poco  a poco, entre las nubes, así que nos quedó una tarde
nublada en la que nos llamó una sobremesa de licorcito en casa frente a una peli a la que no atendimos mucho, pero que sirvió para conducirnos a una siestecilla reparadora antes de terminar la jornada con aún más relax si cabe, en el Spa Príncipe. Pequeñito, pero agradable desde que pones el pie en la entrada. ¡Qué bien huele! Y después del masaje con el que a mí ya me dejaron flotando, un rato más de baño turco y  burbujas para acabar diciendo, como siempre que me doy el lujo, que, al menos una vez al mes debería hacer esto por mí. En fin, por supuesto, en compañía, mucho mejor. Y, si además la compañía es tan agradable, mejor que mejor.
Así, hasta una cena picnic en el sofá se convierte en algo especial. 

Solo puedo decir gracias. Gracias Raúl por este fin de semana encantador. Ahora duermes mientras
yo escribo y cuando leas esto estarás de camino a Madrid, al menos espero que sea así, que leas estas líneas mientras sientes el traqueteo del tren (o lo que se sienta en el AVE) y, además de para entretenerte un rato, sirva para sacarte una sonrisa recordando este finde especial. Un beso y un abrazo, guapo.


domingo, 4 de octubre de 2015

ARRANCANDO VERANO AL OTOÑO



Ha llegado la noche de otro día en el que el sol le ha arrancado verano al otoño.  Antes, mar y arena, más tarde compañeros, risas y cañas. Ahora, una luna menguante que aún derrama magia de singular eclipse, que mezcla su luz con el rojo del vino de mi copa tranquila. Momento para ser feliz en soledad, aunque acompañada por todas las buenas sensaciones de los últimos días. Un suspiro satisfecho y aliviado llena mi pecho porque, de alguna manera, siento que merezco esta paz, que no es regalada, que ha sido conseguida con no poco esfuerzo.
Ni de lejos mi vida es perfecta, pero hoy disfruto mis logros y, por qué no decirlo, también soy capaz de disfrutar de algunas decepciones, porque el mayor de esos logros quizás sea dejarlas atrás. Tirar la toalla, a veces, es el mayor de los triunfos. Soltar lastre, aceptar que hay batallas que jamás se vencerán y olvidar la lucha para gastar los esfuerzos en algo, seguro, más productivo. Renunciar amablemente para continuar un camino que no se sabe a dónde lleva, pero que, al menos, no lleva al mismo punto de un círculo vicioso. Emprender una aventura que, igual  tiene peligros y causará rasguños, pero que no horadarán cruelmente en una herida vieja y profunda. Seguirá ahí, no será más que un dolor sordo, mudo, que sabrá a rancio. Será una cicatriz pálida, tal vez sensible a los cambios del tiempo, será ruido de fondo de un Big Bang remoto en el Universo. Un vago recuerdo. Pero sé que seguirá ahí. Y quizás sea bueno que esté, porque solo tenerla presente me hará recordar dónde no se ha de regresar. Será mi amiga, en el fondo. La miraré, tal vez, algún día con nostalgia, porque si dolió, si, de alguna manera, aún duele es porque importaba. Pretérito imperfecto… Todavía importa, presente… pero ya más lejos, solo cuando todo se apaga y la Luna se asoma a mi copa. Solo un instante de memoria que la Luna sabrá esconder con el resto de sus secretos y que la sonrisa nueva de mis labios sabrá hacer desaparecer. Dejará de importar… futuro. El que aguarda tan cerca como el alba de la próxima madrugada.
Un sorbo más de uva tinta, un brevísimo momento más para dedicarle la última lágrima, una lágrima que ya no escuece ni amarga, tan solo dice hasta siempre, tan solo dice adiós.