sábado, 18 de junio de 2011

CHIQUITITA


   ¿Por qué me cuesta tanto encontrar unas palabras para ti? ¿Por qué me cuesta recordarte con una canción especial? Llevo queriendo dedicarte un espacio en este collage de mi corazón desde que tecleé la primera palabra, pero no me he atrevido hasta hoy. Y es que, sencillamente, nada de lo que escriba podrá acercarse a todo lo que representas. Y no hay una canción, porque, en realidad son todas; en todas las canciones de mi vida, en todos mis momentos estás tú. 

    Sabes que no soy especialmente dulce, conoces, mejor que nadie, mi cara más desagradable y sé que querrías que fuese de otra manera contigo, aunque me aceptas y me quieres con todos mis defectos. Lo que no sé si sabes es que a mí también me gustaría comportarme de otra forma en muchas ocasiones, pero, la mayor parte de las veces no lo consigo. En parte esto es herencia tuya, pero no me voy a justificar con la genética. Hoy solo quiero decirte que me faltaría vida si quisiera enumerar todas las cosas por las que te doy las gracias y no me refiero precisamente a lo material, que también. Yo te doy las gracias por enseñarme cómo se ha de trabajar, poniendo toda la ilusión, y, te lo agradezco porque trabajando como siempre he visto que tú trabajabas he descubierto una gran felicidad. Te doy las gracias por mostrar fortaleza aunque muchas veces estuvieras rota por dentro, y, te lo agradezco porque admirándote he aprendido a fortalecer mi alma.  Te doy las gracias por tu fe, porque aunque me resista en ocasiones, la necesito para también yo creer y poder abandonarme por las noches en Sus manos y lograr que así el sueño acuda a mí. Te doy las gracias por tu confianza, porque ni te imaginas cuánto la he buscado para no dejar de confiar en mí misma.  Por tu infinito optimismo. Por más negro que yo lo vea, tú siempre estás segura que de todo se sale. Y esto lo dice todo el mundo, pero yo solo me lo creo cuando lo dices tú porque me lo has demostrado, porque tú siempre lo has hecho posible, porque lo sigues haciendo. Y, aunque a ti te vaya con mis quejas interminables para que no te quede otra que calmarme, que obligarme a ver las cosas desde otra perspectiva una y otra vez, como si no aprendiese la lección nunca, lo cierto es que he aprendido a ser resolutiva, a no pensar demasiado en la injusticia del problema para concentrar el esfuerzo en la solución  y, de hecho, es curioso como a veces, alguien admira de mí, lo mismo que yo he admirado siempre de ti. Pero, seguiré necesitando que me escuches protestar y que me vuelvas a decir que ese no es el camino. Probablemente, lo he aprendido tan bien que si no estuvieras para reforzarme no se tambalearían mis  pilares, pero prefiero seguir protestando para tener que escucharte, por mucho que parezca lo contrario. Creo que esto es algo universal: todos los hijos nos quejamos de lo pesadas que son nuestras madres, pero mamá, yo no sé qué haría si no te pudiera decir lo pesada que eres.  

    Por más que busco en mi gramola mental, al querer dedicarte una canción, solo vienen a mí canciones que más bien me cantarías tú a mí. Y es así por el mismo motivo por el que  cada vez que debo tomar una decisión, cada vez que inicio algún proyecto, a cada paso me pregunto qué harías tú, mamá,  mi Maestra primera… y última.  Quizás he elegido Chiquitita porque es una canción de consuelo y optimismo, un buen resumen de lo que encuentro siempre en ti. Te quiero.

GOLDEN AGE

Podría haber sido escuchando de nuevo a los Beatles en ese magical Mistery Tour, pero me he sorprendido cerrando los ojos y viajando a un paisaje de arcoiris esponjoso, de nubes de algodón y pájaros de alas de colores imposibles viendo el último spot de Heineken. ya véis que poco hace falta para transportarse a otra realidad... Y sí, prefiero llamarla otra realidad, más que fantasia, porque últimamente necesito aferrarme a ese mundo, quiero dormir para acudir allí y no ser más que piel, ojos, oídos, nariz y boca para oler colores, ver perfumes, oir sabores y tocarlo todo a la vez. Bienvenida la psicodelia de vez en cuando para encontrar por un rato el niño que la vida se empeña en hacernos olvidar. Bienvenida para que podamos cambiar pensamientos por sensaciones, y rutina por una fiesta de pinturas en rebelión.

Me quedo escuchando mi billete de viaje al "otro lado". Hoy, más que nunca, me apetece dejarme llevar a la Golden Age.

lunes, 13 de junio de 2011

LEGALIDAD VERSUS MORALIDAD

Hoy he estado en un lugar (no diré dónde) en el que se ha planteado un tema que nuevamente ha hecho que note como mi sangre comienza a hervir y a picarme bajo la piel. Desgraciadamente, no era un asunto donde se requiriera mi opinión y aunque nadie me hubiera callado si hubiera decidido intervenir, uno tiene que sopesar siempre si le merece la pena y, en esta ocasión, el silencio era mejor aliado que dejarme llevar por mi indignación. Afortunadamente, no estaba yo sola en este lado del pensamiento y ha habido alguien (no diré quién) que ha puesto voz a mis propios pensamientos. Y, además, lo ha hecho con temple, cosa que he admirado (sobre todo porque, en otras ocasiones, sus formas no me han resultado las mejores y no me gustaron porque me veía reflejada en uno de mis peores defectos).

La cuestión es que, una vez más, amparándose en la legalidad, se aprueba una situación que, a mi juicio, es inmoral. Y, para colmo, se saca pecho y se ondea una bandera al viento, orgulloso de no haber ido contra la ley. Pero, claro, esa ley que casi todos acatamos porque es lo que hay que hacer, muchas veces no respeta otra ley que es más primitiva, aquella que no se escribe con letras sino con dolor de conciencia. Esa ley primera es la que llamamos ley natural y, como os digo, es la que nos dicta nuestra conciencia. Se supone que las legislaciones en los diferentes estados deben apoyarse sobre las bases de la conciencia. Cuanto más en armonía esté una norma con la ley natural, más justa será esa norma. Pero la historia, antigua y actual, está llena de ejemplos que nos demuestran que esto no es siempre así. Y, no hace falta que nos vayamos a las altas esferas. Si pensamos en nuestras propias circunstancias, en nuestro entorno más cercano, seguro que, a poco pensar, damos con una de estas controvertidas combinaciones. Puede que alguien vea claramente lo inmoral de un asunto y sin embargo, te sonríe con sarcasmo y te dice: “yo me atengo a lo que dice la ley”. ¡Dios, es que hasta escribirlo me da grima!
Podríamos preguntarnos cómo puede ocurrir esto en una democracia. Supuestamente, en una democracia, las leyes se deciden por consenso, por lo tanto deberían estar en armonía con la conciencia de la mayoría. El problema es que la democracia no lo es de verdad cuando no decidimos sobre esas normas, sino que elegimos, la mayor parte de las veces, solo quién queremos que decida por nosotros… Y, si al menos hubiese suficientes alternativas reales, quizás alguna de ellas se parecería de una manera más aproximada a lo que dicta nuestra conciencia, pero la realidad es que lo que suele ocurrir es que elegimos lo que menos malo nos parece. O sea, que desde el momento que elegimos estamos abocados a la decepción, a la frustración y a no comulgar con lo que elegimos. ¡Fantástica la democracia! Bien, la democracia no está mal, disculpadme, el problema vuelve a ser cómo el ser humano es capaz de desvirtuar una buena idea.
En el caso que me ocupa la mente esta tarde, lo que más me reconcome es haber escuchado de boca de estas personas su apoyo rabioso a los manifestantes del 15 de Mayo, compartiendo esa indignación… Y, sin embargo, cuando han de mirar su olla, se olvidan de defender la democracia real  por la que esa multitud ha ocupado las plazas.

En esta ocasión, por absurdo que parezca, se ha elegido, pasándose por el forro la democracia, algo que creo que no va a estar mal. Sin embargo, y totalmente de acuerdo con el compañero que  lo ha manifestado, a mí me importa más el tremendo hecho de que no haya sido esa vía la utilizada para conseguir un buen propósito. A mí, en el fondo, lo que me parece es que cuando se elige algo sin ponerlo en la palestra, sin dar a los demás la oportunidad de expresar lo que opinan sobre el asunto, lo que se esconde es el miedo a no ser apoyado, a perder… Y esto, como poco, me suscita desconfianza, puesto que los que han decidido, parece que no confían lo suficiente en su propio proyecto como para debatirlo abiertamente. Entonces, quizás llego a otra pregunta más: ¿es que hay otros intereses que ocultan? Probablemente sí. Y así caigo en la cuenta de que el proyecto ya no es tan bueno… Claro que no se queda ahí la cosa: lo peor es que al final debo concluir que las personas que lo idearon no son lo que pensaba que eran, ni tan limpias, ni tan elegantes, ni tan legales… Bueno, “legales” sí, pero no “morales”.